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Febrero de 2021
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Negacionismo, incomodidad y amenazas de muerte: el doctor Anthony Fauci describe un año tenso como asesor del presidente Donald Trump para la pandemia de COVID-19.  Durante casi 40 años, el doctor Anthony Fauci ha desempeñado dos trabajos. Como director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, ha dirigido una de las principales instituciones de investigación de Estados Unidos. Pero también ha sido el asesor de siete presidentes, desde Ronald Reagan hasta, ahora, Joe Biden, una figura a quien se recurre cada vez que se avecina una crisis sanitaria para informar al gobierno, dirigirse a la Organización Mundial de la Salud, testificar ante el Congreso o reunirse con los medios de comunicación. Para Fauci, de 80 años, el año pasado ha sido como ningún otro. Mientras el coronavirus hacÃa estragos en el paÃs, el doctor Fauci se ganó el cariño de millones de estadounidenses gracias a sus consejos tranquilos y a su compromiso con los hechos. Pero también se convirtió en un villano para millones de otros. Los partidarios de Trump corearon "Despide a Fauci", y el presidente reflexionó abiertamente sobre la posibilidad de hacerlo. Se le acusó de inventar el virus y de formar parte de una camarilla secreta junto con Bill Gates y George Soros para lucrar con las vacunas. Su familia recibió amenazas de muerte. El 21 de enero, en su primera comparecencia ante la prensa durante el gobierno de Biden, el doctor Fauci describió la "sensación liberadora" de poder, una vez más, "subir aquà y hablar de lo que uno sabe -de las pruebas, de la ciencia- y saber que eso es todo, dejar que la ciencia hable". En una conversación de una hora con The New York Times durante el fin de semana, Fauci describió algunas de las dificultades, y el precio, de trabajar con el presidente Donald Trump. (Esta entrevista ha sido condensada y editada para mayor claridad). ¿Cuándo se dio cuenta por primera vez de que las cosas iban mal entre usted y el presidente Trump? Coincidió mucho con la rápida escalada de casos en el noreste del paÃs, especialmente en el área metropolitana de Nueva York. Yo intentaba expresar la gravedad de la situación, y la respuesta del presidente siempre se inclinaba por: "Bueno, no es tan grave, ¿verdad?". Y yo decÃa: "SÃ, es muy grave". Era casi una respuesta reflejo, tratando de persuadirte de que lo minimizaras. No decÃa, "Quiero que lo minimices", sino, "Oh, de verdad, ¿fue tan malo?". Y la otra cosa que me preocupaba mucho era que estaba claro que recibÃa información de gente que le llamaba, no sé quién, gente que conocÃa de negocios, diciendo: "Oye, he oÃdo hablar de este medicamento, ¿no es genial?" o, "Muchacho, este plasma de convalecencia es realmente fenomenal". Y yo intentaba, ya sabes, explicarle con calma que se averigua si algo funciona haciendo un ensayo clÃnico adecuado; se obtiene la información, se hace una revisión de pares. Y él decÃa: "Oh, no, no, no, no, no, estas cosas de verdad funcionan". Se tomarÃa igual de en serio su opinión -sin datos, solo anécdota- de que algo podrÃa ser realmente importante. No era solo la hidroxicloroquina, era una variedad de enfoques de tipo médico alternativo. Siempre era: "Me llamó un tipo, un amigo mÃo de bla, bla, bla". Fue entonces cuando mi ansiedad comenzó a aumentar. ¿Tuvo algún problema con él en los tres primeros años de su presidencia? No, apenas sabÃa quién era yo. La primera vez que me encontré con él fue en septiembre de 2019, cuando me pidieron que fuera a la Casa Blanca, llevara mi bata blanca y me quedara allà mientras él firmaba una orden ejecutiva relacionada con algo sobre la gripe. Luego, a partir de enero, febrero de 2020, fue una participación intensa; iba a la Casa Blanca con mucha, mucha frecuencia. Hubo un momento en febrero pasado en que las cosas cambiaron. Alex Azar dirigÃa la Comisión Especial de la Casa Blanca sobre el Coronavirus, y de repente era Mike Pence quien lo hacÃa, y el presidente Trump estaba en el podio respondiendo las preguntas y discutiendo con los periodistas. ¿Qué pasó? Para ser totalmente honesto contigo, no lo sé. Estábamos teniendo, ya sabes, el tipo de reuniones estándar basadas en la ciencia y la salud pública. Entonces empecé a preocuparme de que esto no fuera en la dirección correcta: las situaciones anecdóticas, la minimización, el presidente rodeándose de gente que decÃa cosas que no tenÃan ningún sentido cientÃfico. DecÃamos cosas como: "Esto es un brote. Las enfermedades infecciosas siguen su propio curso si no se hace algo para intervenir". Y entonces se levantaba y empezaba a hablar de: "Se va a ir, es mágico, va a desaparecer". Fue entonces cuando me quedó claro: no voy a salir proactivamente a contradecir lo que dijo el presidente. Pero él decÃa algo que claramente no era correcto, y entonces un periodista decÃa: "Bueno, escuchemos al doctor Fauci". TenÃa que levantarme y decir: "No, lo siento, no creo que sea el caso". No es que me complazca contradecir al presidente de Estados Unidos. Tengo un gran respeto por el cargo. Pero tomé la decisión de que debÃa hacerlo. De lo contrario, estarÃa comprometiendo mi propia integridad y dando un falso mensaje al mundo. Si no hablaba, serÃa casi una aprobación tácita de que lo que decÃa estaba bien. Fue entonces cuando empecé a tener problemas. La gente que le rodeaba, su cÃrculo Ãntimo, estaba bastante molesta porque me atreviera a contradecir públicamente al presidente. Fue entonces cuando empezamos a meternos en cosas que me parecieron desafortunadas y algo nefastas, como permitir que Peter Navarro escribiera un editorial en USA Today diciendo que me equivoco en la mayorÃa de las cosas que digo. O que la oficina de prensa de la Casa Blanca enviase una lista detallada de las cosas que dije y que resultaron no ser ciertas, todas ellas sin sentido porque eran todas ciertas. La misma oficina de prensa que tomaba las decisiones sobre si podÃa ir a un programa de televisión o hablar con ustedes. ¿Alguna vez lo reprendieron en privado? ¿Alguien le dijo: "Deja de mostrarte en desacuerdo con el presidente"? No era eso. Después de una entrevista en la televisión o de un artÃculo en un periódico importante, alguien de alto nivel, como Mark Meadows, me llamaba para expresar su preocupación por el hecho de que yo estuviera contradiciendo al presidente. ¿Peter Navarro o el doctor Scott Atlas, otro asesor del presidente, o alguien más lo confrontó directamente? Ay, no. Peter Navarro, por alguna extraña razón, tenÃa algo contra mÃ. Vino un dÃa, y trajo toda una lista de reimpresiones que eran completamente absurdas. Y dijo: "¿Cómo te atreves a decir que la hidroxicloroquina no funciona? ¡Tengo 25 artÃculos aquà que dicen que funciona!". Fue entonces cuando intercambiamos algunas palabras fuertes en la Sala de Crisis. Después de eso, dije que no querÃa que me molestara. No me gusta enfrentarme a la gente. Después de que escribió ese editorial, los periódicos querÃan que yo le devolviera el golpe. No quise hacerlo. Alguna vez el propio Trump le gritó o le dijo: "¿Qué haces contradiciéndome?". Hubo un par de veces en las que hice una declaración que era un punto de vista pesimista sobre la dirección en la que Ãbamos, y el presidente me llamó y me dijo: "Oye, ¿por qué no eres más positivo? Tienes que adoptar una actitud positiva. ¿Por qué eres tan negativista? Sé más positivo". ¿Dijo por qué? La gente estaba muriendo. Alguien que conocÃa murió al principio de la pandemia. No. No entraba en los porqués ni en nada. Se ponÃa al teléfono y expresaba su decepción conmigo por no ser más positivo. ¿No dijo: "Esto está matando la bolsa" o "Esto está acabando con mis posibilidades de reelección"? No, no fue tan especÃfico. Solo expresó su decepción. ¿Cuándo empezaron las amenazas de muerte? Vaya. Hace muchos, muchos meses. En la primavera. Espera, ten paciencia conmigo. [Consulta a alguien que responde "28 de marzo"] Asà que ahà lo tienes, del jefe de mi servicio secreto. Fue cuando obtuve la protección, asà que tal vez dos semanas antes de eso. Fue el acoso a mi esposa, y particularmente a mis hijos, lo que me molestó más que cualquier otra cosa. SabÃan dónde trabajaban mis hijos, dónde vivÃan. Las amenazas llegaban directamente a los teléfonos de mis hijos, directamente a sus casas. ¿Cómo diablos consiguieron esa información estos imbéciles? Y habÃa conversaciones en internet, la gente hablaba entre sÃ, amenazando, diciendo: "Oye, tenemos que deshacernos de este tipo. ¿Qué vamos a hacer con él? Está perjudicando las posibilidades del presidente". Ya sabes, ese tipo de locura de la derecha. ¿Alguna vez le dispararon o se le enfrentaron? No, pero un dÃa recibà una carta en el correo, la abrà y una nube de polvo cayó sobre mi cara y mi pecho. Eso fue muy, muy perturbador para mà y para mi esposa porque estaba en mi oficina. Asà que lo vi todo sobre mà y dije: "¿Qué hago?". El equipo de seguridad estaba allÃ, y tienen mucha experiencia en eso. Dijeron: "No te muevas, quédate en la habitación". Y llamaron a la gente de materiales peligrosos. Asà que vinieron, me rociaron y todo eso. ¿Hicieron pruebas al polvo? SÃ. Era una nada benigna. Pero fue aterrador. Mi esposa y mis hijos estaban más perturbados que yo. Lo miré con cierto fatalismo. TenÃa que ser una de tres cosas: un engaño. O ántrax, lo que significaba que tendrÃa que tomar Cipro durante un mes. O si era ricina, estaba muerto, asà que adiós. ¿Se lo dijeron a Trump? No tengo idea. ¿Avisaron a alguien de su entorno? Como decir: "Oye, van a hacer que me maten?" No, no. No lo hice. ¿A quién se lo iba a decir? ¿De qué servirÃa decÃrselo a alguien? Además, estaba bajo investigación del FBI, y no les gusta que se hable de ello. Alguien cercano a Trump le dijo alguna vez: "Nos equivocamos, usted tenÃa razón"? No. No. ¿Incluso después de que se puso tan enfermo que tuvo que ser trasladado al hospital Walter Reed?  No. ¿Alguna vez el presidente le pidió consejo médico? No. Cuando estaba en el Walter Reed y recibÃa anticuerpos monoclonales, dijo: "Tony, esto realmente ha supuesto una gran diferencia. Me siento mucho, mucho mejor. Esto es realmente bueno". No quise reventar su burbuja, pero le dije: "Bueno, no, esto es una N igual a 1. Puede que hayas empezado a sentirte mejor de todos modos". [En la literatura cientÃfica, un experimento con un solo sujeto se describe como "n = 1"]. Y él dijo: "Oh, no, no no, para nada. Esta cosa es realmente buena. Me hizo cambiar completamente". Asà que pensé que la mejor parte del valor serÃa no discutir con él. ¿Nadie más le aconsejó: "Oye, tal vez deberÃamos prestar atención a la ciencia"? ¿Jared Kushner? ¿Mike Pence? PodrÃa haberlo pasado, a puerta cerrada, pero que yo sepa no lo hubo. Hubo una vez: estábamos en el Despacho Oval sentados en las sillas alrededor del escritorio Resolute. TenÃamos una relación interesante, una especie de camaraderÃa neoyorquina en la que nos caÃamos bien en el sentido de "Eh, dos tipos de Nueva York". Y él sostenÃa alguna propuesta en particular, y decÃa algo que claramente no estaba basado en ningún dato o evidencia. HabÃa un montón de gente allÃ, y se volvió hacia mà y dijo: "Bueno, Tony, ¿qué piensas?". Y yo le dije, sabes, creo que eso no es para nada cierto porque no veo ninguna prueba que haga pensar que ese es el caso. Y él dijo: "Oh, bueno", y luego pasó a otra cosa. Entonces me enteré de que habÃa gente en la Casa Blanca que se sorprendió mucho, por no decir que se ofendió, de que me atreviera a contradecir lo que dijo el presidente delante de todo el mundo. Y yo dije: "Bueno, me pidió mi opinión. ¿Qué quieren que diga?". ¿Pero no hubo confrontación? No, estaba bien. Hay que darle el crédito, no se enojó para nada. Más tarde bromeó frente a multitudes sobre despedirlo. ¿Cómo lo hizo sentir eso? Pensé que no iba a hacerlo. Creo que él es asÃ. La gente decÃa: "¿No te horrorizaba que al dÃa siguiente te llamaran?". No pensé que fuera a despedirme. Era solo, ya sabes, Donald Trump siendo Donald Trump. Pero luego trajo a Scott Atlas y en efecto lo convirtió en su reemplazo. Bueno, Scott Atlas fue menos un reemplazo para mà que alguien que desplazó a Debbie Birx. Mi trabajo en el dÃa a dÃa es que soy el director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas. Iba a la Casa Blanca, a veces todos los dÃas durante el perÃodo intenso, pero se me consideraba una persona externa. Esta es una sutileza que la gente debe entender. Intenté acercarme a él y decirle: "Sentémonos y hablemos porque obviamente tenemos algunas diferencias". Su actitud fue que él revisa intensamente la literatura, podemos tener diferencias, pero cree que está en lo cierto. Pensé: "De acuerdo, está bien, no voy a invertir mucho tiempo en intentar convertir a esta persona", y seguà mi camino. Pero Debbie Birx tuvo que vivir con esta persona en la Casa Blanca todos los dÃas, asà que fue una situación mucho más penosa para ella. ¿Pensó alguna vez en renunciar? Nunca. Nunca. Nop. ¿No le preocupaba que lo culparan de los fracasos si no dimitÃa? Cuando la gente solo te ve ahà parado, a veces piensa que eres cómplice de las distorsiones que emanan del escenario. Pero sentà que si dimitÃa, dejarÃa un vacÃo. Alguien tiene que no tener miedo de decir la verdad. TratarÃan de restar importancia a los problemas reales y tendrÃan una pequeña charla feliz sobre cómo las cosas están bien. Y yo siempre decÃa: "Un momento, esperen amigos, esto es algo serio". Asà que habÃa una broma -una broma amistosa, ya sabes- de que yo era el zorrillo en el picnic. ¿Su esposa le sugirió alguna vez que renunciara? Ella trajo a colación que podrÃa considerarlo. Es una persona increÃblemente sabia, me conoce mejor que nadie en el mundo, obviamente. Me dijo: "¿Quieres tener una conversación para sopesar los pros y los contras de lo que lograrÃas?". Y luego de charlar, ella al fin estuvo de acuerdo conmigo. Siempre sentà que si me marchaba, el zorrillo del picnic ya no estarÃa en el dÃa de campo. Incluso si no era muy eficaz en hacer que todos cambien de opinión, sentà que era importante que supieran que no podÃan decir disparates sin que yo me opusiera. Creo que en el panorama general, sentà que serÃa mejor para el paÃs y para la causa que yo me quedara, en lugar de marcharme. ¿Qué va a hacer ahora? ¿Cuatro años más con el presidente Biden? No lo sé. Ahora mismo no estoy pensando en cuántos años más. Toda mi vida profesional ha sido la lucha contra las pandemias, desde los primeros años del VIH, la gripe, el ébola, el zika o lo que sea. Esto es lo que hago. Estamos viviendo una pandemia histórica, como no hemos visto en 102 años. Creo que lo que aporto es algo que tiene mucho valor añadido. Quiero seguir haciéndolo hasta que consigamos aplastar este brote, para que la gente pueda volver a la normalidad. E incluso después de eso, he dejado algunos asuntos pendientes. TodavÃa queda el VIH, al que he dedicado la mayor parte de mi vida profesional. Quiero continuar el trabajo que estamos haciendo sobre la gripe, sobre el VIH, sobre la malaria y la tuberculosis. Como he dicho, esto es lo que hago. Déjeme preguntarle: ¿cree que Donald Trump le costó al paÃs decenas o cientos de miles de vidas? No puedo comentar sobre eso. La gente siempre pregunta eso y... establecer un vÃnculo directo de esa manera, se vuelve muy condenatorio. Solo quiero mantenerme alejado de eso. Lo siento.
 Donald G. McNeil Jr. es un reportero de ciencia que cubre las epidemias y enfermedades que aquejan a las personas en pobreza. Se unió al Times en 1976, ha reportado desde sesenta paÃses y ha sido galardonado con el premio John Chancellor.
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