Libia: Celebración de una victoria prematura

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La guerra civil que ha vivido Libia y culminó con la captura y ejecución de Muamar Gadafi sorprendentemente parece que se acabo. Más precisamente, los gobiernos y los medios de comunicación decidieron que la guerra se acabe. Aunque la ubicación real de Gadafi es desconocida, su captura fue objeto de considerables preparativos militares, en los alrededores de Bali Walid, Sirte y Sabha. Cuando Saddam Hussein fue capturado, estaba escondido en un agujero y sin  ejército. En cambio, la captura de Gadafi planteó enormes problemas. Es interesante considerar por qué Barack Obama, Nicolas Sarkozy y David Cameron, declararon que Gadafi había caído, y por qué los medios de comunicación proclamaron el fin de la guerra. También es importante saber que a los líderes de la OTAN les importaba demasiado el desenlace de la guerra. Se esperaba que la intervención militar a Libia colapsara al gobierno de Gadafi para sustituirlo por una coalición democrática.

Activistas de derechos humanos, ministros de Relaciones Exteriores de las fuerzas aliadas y el Departamento de Estado de EEUU, sentían que una intervención era necesaria para detener la masacre en Benghazi. Pero este planteamiento tropezaba con un serio inconveniente: la manera más efectiva para poner fin a un régimen brutal era a través de una intervención militar. Sin embargo, era difícil justificar una acción armada rápida sobre Libia por la condena que mereció la incursión estadounidense en Irak. Los argumentos morales requerían mayor coherencia.

En Europa, la doctrina del “soft power”, o en su traducción libre al español “poder blando”, se ha convertido en una teoría central. En el caso de Libia, encontrar ese camino era difícil. Las sanciones económicas impuestas al régimen libio probablemente no frenarían a Gadafi. Además, vale hacer notar que la acción militar iba en contra de la doctrina del “soft power”. Instituir una zona de exclusión aérea era una manera indirecta de participar en una acción militar sin llegar a herir a nadie, excepto a aquellos pilotos que partieran de Libia. Satisfecha la necesidad de distinguir Libia de Irak, se impuso una presión abrumadora sobre el Gadafi.

Por supuesto, la zona de exclusión aérea demostró ser ineficaz. Los  franceses comenzaron a bombardear a las fuerzas de Gadafi y la población civil comenzó a morir. Los activistas de los derechos humanos se quejaron indicando que los ataques nunca son precisos. Entonces los gobiernos aliados buscaron embarcarse en lo que llamaron “intervención inmaculada”. A la fuerza aérea de los aliados les gustaba esta estrategia. No hay duda de la importancia del poder aéreo en la guerra moderna y Libia no era la excepción. Había que mostrar esa eficiencia. La fuerza aérea de los aliados debía demostrar su utilidad en los resultados políticos deseados.

¿Por qué y  cómo?

No se puede pasar por alto la verdadera razón subyacente de la guerra, sobre todo por las grandes sumas de dinero de las compañías petroleras que operan en Libia. Si bien la historia real de esta guerra es aún difícil de entender me solidarizo con aquellos que tratan de encontrar una profunda conspiración para explicar todo. El problema es que la guerra por el petróleo en Libia era innecesaria. Gadafi amaba vender petróleo y hubiera hecho cualquier arreglo para definir quién recibiría las ganancias por la venta del crudo. El líder libio era tan cínico como ellos y entendió el desplazamiento. Renunciar a una gran cantidad de ingresos era mejor que volar en pedazos. Así que la historia de proteger a la población civil  fue una explicación razonable pero difícil de creer. Gadafi parecía particularmente impresionado por la fuerza a la que se enfrentaba. Sus tropas estaban altamente motivadas al menos en comparación con sus rivales. Prueba de ello es que no se rindieron en masa.

Una guerra prolongada.

Efectivamente Gadafi era un tirano, pero no estaba completamente aislado. Tenía enemigos, pero también tenía muchos seguidores que se beneficiaron o creían en su doctrina. También había una creencia generalizada que la entrega significaría juicios en La Haya y condiciones negociadas en caso de ser trasladado a una cárcel. Pero tampoco hubo manera de negociar la capitulación, al menos que el propio Consejo de Seguridad de la ONU aprobara el acuerdo públicamente. Los guiños y gestos ya no eran suficientes. Todos los países que hacen parte del Estatuto de Roma fueron convocados para impulsar acciones penales contra Gadafi en la Corte Penal Internacional (CPI).

Hubo informes de que algunos soldados del Gobierno libio habían sido ejecutados. Cierto o no, justo o no, no sería una gran motivación para la entrega. La guerra empezó con la misión pública de proteger al pueblo de Benghazi, pero este argumento se transformó en una guerra para derrocar a Gadafi. El problema era que entre la ideología y los objetivos militares, las fuerzas militares no eran suficientes para ejecutar la misión. No se sabe cuánta gente murió en la guerra y cuantos más seguirán muriendo. El asalto de la OTAN consistió en tres partes – la inserción de la unidad de operaciones especiales guiados por agentes de inteligencia; la estrategia de información para hacer creer que la batalla había terminado y la estrategia para convencer al mundo sobre la capitulación-. Pero estas consideraciones no significan que la guerra haya terminado.

Después de las operaciones especiales y de información, los rebeldes entraron a la ciudad con gran fanfarria, incluyendo disparos de celebración en el aire. Los medios de comunicación del mundo reportaron el final de la guerra, pero era evidente que la guerra no había terminado. Cinco por ciento de Libia – un cálculo interesante – no fue liberado. Los combates callejeros en Trípoli continuaron. Algunas zonas del país todavía están bajo el control de Gadafi.

Una serie de lecciones surgen de todo esto. En primer lugar, es importante recordar que Libia en sí misma no puede ser tan importante para el mundo. En segundo lugar, no se puede asumir que Gadafi no tenía apoyo porque era un tirano. Gadafi no gobernó a Libia durante 42 años sin apoyo. En tercer lugar, no se puede asumir que la cantidad de fuerzas militares dispuestas en Libia eran suficientemente necesarias. En cuarto lugar, una salida negociada podría ser moralmente satisfactoria, pero provocaría una inevitable guerra civil. Había que decidir qué era lo más importante: aliviar el sufrimiento de las personas o castigar a los culpables. En quinto lugar, no se debe bromear sobre guerras acabadas. George W. Bush voló en un portaaviones adornado con “misión cumplida”, pero la guerra de Irak se hizo más violenta. Las operaciones de información pueden ser útiles para persuadir a las tropas enemigas, pero la credibilidad política sangra cuando la guerra se ha declarado finalizada y la lucha continúa.

La pregunta final es si había otra manera de sacar a Gadafi del poder con menor costo y mayor rendimiento. Dejando de lado la teoría de la guerra por el petróleo, si el objetivo era proteger a Benghazi y reducir a Gadafi, una salida negociada en los tribunales de La Haya hubiera sido probable con menos pérdidas de vidas humanas que la aplicación del poder militar blando.

 

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