"El gobierno de Sebastián Piñera consiguió que la gente le perdiera el miedo y el respeto al toque de queda".
Asà le dice a BBC Mundo Juan Cristóbal Cantuarias, ex dirigente estudiantil de 24 años y una de las muchas personas que no han respetado el toque de queda impuesto en Chile en los últimos dÃas..
"Nosotros no nos pasamos tanto, nos quedamos fuera una media hora, 15 minutos más... pero nos los planteamos como un acto de rebeldÃa ante una medida desproporcionada que busca acallar la movilización y apagar el fuego con bencina", dice Cantuarias.
"Además, se ha visto que no son capaces de hacerlo efectivo, que no pueden asegurarlo materialmente. Nosotros nos quedamos afuera y en algunas calles los militares no llegan hasta mucho después", relata.
Parte de las medidas del estado de emergencia impuesto por el presidente Sebastián Piñera, el toque obliga a millones de personas a permanecer recluidas en sus domicilios cada noche a riesgo de ser detenidas en un recinto policial hasta la madrugada siguiente, sujetas además a una citación a fiscalÃa y una multa.
La noche del lunes, un grupo de manifestantes desafió el toque de queda frente a la Escuela Militar, en el edificio donde se forman los uniformados chilenos y en una de las comunas más ricas de la capital. El grupo sólo se disolvió mientras los militares avanzaban hacia ellos disparando al aire y gritando que volvieran a sus casas.
En otras zonas de Santiago, un periodista capturó en vivo el paso de una patrulla disparando hacia un sector residencial. En televisión, un reportero flanqueado por un militar buscaba nerviosamente su nombre en el salvoconducto que permite a la prensa circular cada noche. Cuando finalmente lo encontró, se escucharon aplausos de alivio en el estudio.
El martes, el presidente Sebastián Piñera cambió el tono de su discurso, pidió perdón por su "falta de visión" y prometió reformas sociales como el aumento del salario mÃnimo y subir en un 20% la pensión básico. Ya antes habÃa retirado el aumento a los precios del metro, el detonante de las protestas.
El general Javier Iturriaga, designado por el Presidente Sebastián Piñera como jefe de la defensa nacional en Santiago, planteó el toque de queda como una forma de evitar los incendios y saqueos registrados desde el inicio de las protestas y en forma paralela a las manifestaciones pacÃficas.
La oposición polÃtica ha pedido derogar la prohibición de salir en las noches y desmilitarizar el paÃs, a medida que aumentan las denuncias de violencia policial y militar y ya se cuentan 15 personas fallecidas en distintas circunstancias bajo el estado de excepción constitucional.
El toque de queda es en Chile es uno de los sÃmbolos de los más oscuros dÃas del general Augusto Pinochet, quien lo impuso a partir del mismo dÃa del golpe, en 1973, y en forma reiterada hasta 1987. En esos años, desobedecer el toque podÃa costar la vida.
El doctor en ciencia polÃtica Felipe Agüero, quien fue detenido por los militares en 1973, recuerda que el toque era una experiencia angustiante, que nadie se atrevÃa a desafiar.
"El toque de queda que le tocó a uno se impuso desde el comienzo muy drásticamente, con balazos de verdad. Yo habÃa estado preso y tenÃa mucho susto", le cuenta a BBC Mundo.
"Me preocupaba de llegar muy temprano a mi casa, y toda la gente se preocupaba mucho de los que llegaban al filo de la hora. El toque era muy severo y provocaba mucho temor".
Cuarenta años más tarde, el propio Agüero ha visto con sorpresa, desde su ventana, cómo las personas desobedecen la restricción.
"Me di cuenta desde el primer dÃa que esto era otra cosa. Mucha gente mayor le dijo a los jóvenes que podÃan protestar todo lo que querÃan, pero que con el toque de queda no se juega: pero aquà sà parece haber un poco más de espacio. Ellos están viviendo una experiencia un poco diferente y desde el principio han estado tratando de empujar los lÃmites", afirma.
Pero Aguero plantea, además, que la generación que hoy desafÃa el toque tiene también una idea distinta de la autoridad.
"Nosotros vivimos en una sociedad súper verticalizada en todas las esferas, de mucho respeto a la autoridad, aunque fuera segmentada. De uno y otro lado polÃtico, respetabas a tu autoridad. Era otro tipo de juventud. Ahora tenemos a una generación que se expresa a sà misma, sin mediaciones, que tiene una mejor percepción de sà misma, de su valÃa, de su emplazamiento en el mundo", describe el académico.
El desafÃo al toque se ha hecho visible desde el primer dÃa en Plaza Italia, epicentro de la ciudad de Santiago, donde hay manifestaciones permanentes desde el inicio de las protestas, y el primer lugar donde se vio a los militares asumiendo el control de la seguridad en en Santiago tras el régimen militar.
Uno de los manifestantes, Luciano Arrau, de 25 años, describe a BBC Mundo cómo las personas empezaron a quebrar la prohibición.
"El primer dÃa me daba susto, no sabÃa que cómo iban a actuar. No me atrevÃa a salir, asà que me puse a tocar la trutruca por la ventana, cantaba y gritaba. HabÃa mucho ruido desde los edificios, y poca gente afuera. Pero al dÃa siguiente, la gente ya empezó a quedarse afuera después del toque, y yo también.
"El domingo me quedé hasta unos 40 minutos. Después de eso tuvimos que empezar a guardarnos porque empezaron a disparar, no sólo lacrimógenas, sino balines. Ya era riesgoso, los carabineros nos estaban gritando. Aquà en Plaza Italia no es como en la periferia, pero igual se actúa con violencia", cuenta.
"Yo lo que he visto, de manera generalizada, es que la gente no respeta el toque. La mayorÃa de los manifestantes en Plaza Italia es gente que nació o creció en democracia. Y si bien el miedo está, nosotros no tenemos miedo. Porque no estamos en dictadura. Aunque Piñera diga que estamos en guerra, hay un Congreso, hay abogados y abogadas que se la están jugando, está la defensorÃa penal pública y eso me hace sentir más seguro: sé que no estamos botados, que no estamos abandonados".
El escritor y columnista Oscar Contardo, de 45 años, cree que el toque de queda tiene un simbolismo mayor en su generación.
"Para mÃ, como una persona que nació en dictadura, que tuvo su infancia y adolescencia en dictadura, el toque de queda era parte del lenguaje de la dictadura, de un orden militar.
"Es parte del mismo acervo de expresiones con las que uno creció: estado de sitio, estado de emergencia, toque de queda, todas ellas significaban represión. Y la represión era bien gráfica: gente que aparecÃa degollada, protestas donde los carabineros apaleaban a la gente, gente que aparecÃa muerta. Estaba asociado a imágenes de cuerpos mutilados, de cuerpos sin vida, de cuerpos maltratados por la autoridad. De que la autoridad va a disponer de tu cuerpo y de tu vida", describe.
El toque fue una forma de disponer del cuerpo de las personas: "el miedo partÃa por hablar o no hablar de ciertos temas. Y de ahÃ, del discurso se pasaba a la disposición del cuerpo: dónde ibas, hasta qué hora. Y si no cumplÃas esa hora podÃa pasarte cualquier cosa: matarte, tirarte por allà y nadie responderÃa... Para las generaciones que se criaron en democracia eso no existió nunca, no le tienen miedo, no vivieron con eso encima. Por suerte."
En un paÃs en crisis, cada dÃa la ciudadanÃa espera la comunicación militar que les dirá si habrá toque o no, y a qué hora deberán volver a sus casas. En ese ambiente, algunos empiezan a buscar alternativas.
A la hora del toque, a través de redes sociales, las personas llamaban a hacer sonar, desde sus casas, una de las canciones de VÃctor Jara, el músico chileno asesinado pocos dÃas después del golpe militar. El tÃtulo: "El derecho de vivir en paz".
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