Con tanta realidad distorsionada y tanta distorsión real me levanto esta mañana algo confusa. No puedo decir con seguridad si lo que estoy viviendo es un escenario distópico o estoy a un paso de él. Me aseguro que mi aparato de hacer café es real y comienzo a sentirme cada vez más tranquila a medida que el sabor de mi bebida preferida invade todos mis sentidos.
El juego del calamar
Anoche terminé de ver la serie más vista de Netflix: Squid Game. Me resistí unos días, nada más. Al final lo hice, claro está. Y tuve que admitir que me gustó esta obra maestra de Corea del Sur. Mi única experiencia de este género fue con The Handmaid’s Tale, la serie de la que levanté las manos después de dos temporadas. Desde pequeña tengo mucha imaginación y vivir entre lo real e imaginario creyendo en cuentos de hadas y siguiendo mi voz interior me llevó a experimentar lo distópico más allá del mundo de La Granja de Animales de Orwell o de Un Mundo Feliz de Huxley.
Si distopía es ficción, pero una que no pretende ser buena y que, a menudo, se superpone con la realidad, entonces tengo más tela que aumentar todavía. En realidad, me reí a carcajadas con Handmaid’s Tale y entonces llegó la ley que prohíbe el aborto en Texas y Polonia. ¡Alabado sea! Comenzaron con separar la basura y reciclar de manera consciente y racional y se volvieron ricos.
Me prometí a mí misma dejar de repetir que es mejor reír en una choza que llorar en un palacio. Desde hace un tiempo exclamo hacia el cielo que me encantaría reír en un palacio. Y me resisto a la idea de reciclar basura. Prefiero dejar las bolsas con comida y ropa de tal manera que a alguien le puedan servir. Aquellos que quedaron pobres y ahora buscan alimentarse y vestirse de los basurales. El libre mercado de los recicladores dejó sin comida a millones.
Distopías
Squid Games es una de las distopías más poderosas precisamente porque desmitifica el capitalismo rapaz en el que las personas más corruptas y camufladas están en la cima, escondidas detrás de los mecenas políticos e idiotas de sus empresas.
“Te estoy esperando, hace dos días que no salimos a pasear. Todo el tiempo estas mirando a tu pantalla” dice mi madre ya en la puerta lista con sombrero puesto. No sabía que ahí donde estas ahora el tiempo se mide, pienso dentro de mí. No sirve. Ella lee mis pensamientos. Sonríe y me espera. Atacaron esta serie, Squid Game, le digo. Dicen que es muy violenta.
Los mismos que muy violentamente atacan a nuestros niños a través de los teléfonos celulares y juegos electrónicos y cosas similares. Los mismos que matan a otros niños con su racismo, auto chauvinismo, nacionalismo y tantas otras cosas y acciones violentas que les trae dinero y los junta con amigos en sus bares favoritos.
El liberalismo no es en lo que vivimos, ya que la base del liberalismo es una economía de mercado. Esto es de otro artículo. ¡No hay vacuna para este virus! Regímenes cleptocráticos de todo el mundo a los que les gusta arreglar. Y reciclar. Objetos y seres humanos. Si las cepas no empiezan a multiplicarse, tendremos suerte. Pero lo hicimos todo nosotros mismos. Y ese es el punto más grande de esta serie, que será vista por aquellos niños que les fascina las escenas de violencia.
Derechos individuales y responsabilidad social
Esta es una historia sobre los derechos individuales y la responsabilidad social. Acordamos el campamento de voluntarios porque hay, de hecho, algunas reglas en él. E imagina, la mayoría decide. Y el juego de la muerte está siendo abandonado democráticamente, 50 por ciento más un voto.
Aunque está claro desde el principio que no hay fin debido a la recompensa que viene del cielo. Y asciende exactamente a 38 millones de dólares, obviamente un límite mágico con el que cruzaremos al otro lado. ¿De qué otra manera explicar los millones perdidos de las arcas del Estado, malas inversiones, muertos de hambre, fábricas y capitales fantasmas? Aviones y helicópteros, hoteles privados donde se irán a vivir felices para siempre. Amantes, esposas y sus diplomas falsos.
Te acompaño y te cuento la serie, mamá. Te cuento de guardias mal armados que manejan a la mayoría de todos modos. De un anciano privilegiado desde el primer episodio, y una anciana ingenua que no paga el tratamiento, la única que protege a su hijo en el segundo piso, y del que repara lavadoras en el primero.
Los juegos tampoco se seleccionan sin conexión. El primero es el purgatorio. Luego vienen los pasteles y la disputa por el dinero, dentro del círculo ganador. Tirar de la cuerda trae muchas víctimas, y va de izquierda a derecha, como en el caso del Golpe de Estado.
El único problema que no todo el mundo ve, es que después de cada partido hay menos jugadores. Así como que los que superan el nivel quedan mentalmente destrozados porque fueron vendidos por los de un lado o por el otro.
Pero hay recompensa. Squid Game, en el que solo Calamardo tiene chance. Mamá está disfrutando de su helado.