Latinoamérica es un continente diverso y atractivo. Cuando uno está en las calles de Buenos Aires parece que todo gira en círculos por la elegancia de sus comercios, barrios y arrabales que inspiran ocurrentes encuentros. Bolivia, es una grieta enorme que destila peculiaridades concretas donde se mezclan idiosincracias aturdidas por el paso del tiempo, que parece ser más lento que en cualquier otra ciudad indoamericana. Ecuador, es un fragmento de cuentos y vicisitudes, entre sus montañas y el mar que respira la variedad más increíble de diseños animales. Perú, es el refugio de las intrépidas migraciones, que llegaron para agrandar el paladar sabroso de sus gustos y aromas. Colombia, es la memoria naciente de un país indulgente, que aprendió a amar incluso cuando se desangraba. Venezuela, el grito negro del mar abierto que destilaba Roy Royce y caravanas de visitantes de las poderosas compañías extranjeras, buscando construir una placida quimera que al final sucumbió. Brasil, es el matiz imperfecto que devora al más despierto, una congestión de poesía y música, que se describe en cada amanecer y se profundiza en el deleite de su gente del interior, que es feliz con un plato de arroz y un televisor para ver a sus estrellas. Paraguay, es el ritmo cálido de un desarrollo que se ha plasmado, como en ningún país, por curiosidad y la indescifrable y aturdida calidez de sus brazos, encantadoramente abiertos. Uruguay, es la más lejana de todas, aterrada viviendo la insoportable unidad territorial, con una civilización que podría parecer atrasada.
Latinoamérica, existe como tal con sus procesos extenuantes de la política que parece no tocar fondo. Primero, sus catequesis cimentadas en la peculiaridad de la conquista, la santa unión que abrió el campo para que los políticos de todas las fracciones, experimenten lo que se les ocurra para hacer creer que son mejores que los que se han ido y han dejado al país sumido en insípidas e improductivas luchas, que solo ellos entienden. Es un cuento de hadas, donde irrumpen tendencias de una derecha que se llama radical sin serlo o de una izquierda que pregona la igualdad, que termina cuando se inclinan en el devocionario cíclico del poder.
Latinoamérica, es un experimento más que un acabado. Este 2022, Chile se permitirá volverse comunista disfrazada, es lo que dicen los que aún tienen la ilusión que será lo último que le pase a ese largo y estrecho territorio. Perú, tiene un presidente controlado bajo tablas que no podrá dar muchos saltos mortales para que, como dice Vargas Llosa, quede despojada de su pujanza. Bolivia, seguirá el tren de los movimientos sociales, donde no se sabe a ciencia cierta si el que manda es el capitán puesto a la mira, por los binoculares del jefe. Argentina, seguirá siendo una fracción de viejos recuerdos cuando competía entre los primeros; el destino le ha añadido la crueldad de estar entre los últimos. Y así, el dique se ha dividido, polarizando un continente de esperanzas cifradas y advenedizas. Brasil, volverá a discutir cuál es su mejor forma de Gobierno y Colombia tendrá que esperar que una nominada al Premio Nobel de la Paz , engrane la rueda que falta en su entramado político. No hay mucho que decir de Venezuela. Y centroamericana seguirá siendo el rodaje de un film de experimentos peligrosos.
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Dat0s, ha hecho una selección de proyecciones que se las presentamos a continuación, sobre acontecimientos que seguirán marcando el derrotero de un continente que quiere más y acaba sacado inconteniblemente por sus sabuesas élites.
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