El Brasil de Bolsonaro y la Argentina de Fernández intentan mantenerse en el terreno de la neutralidad desde que Rusia invadió Ucrania el 24 de febrero. Habían pasado solo ocho días después de que el presidente brasileño fuera recibido en Moscú por Vladímir Putin y veinte desde una visita similar del argentino. Ambos presidentes latinoamericanos destacaron entonces las buenas relaciones que mantienen con el Kremlin. Pero la guerra lo ha trastocado todo. La tensión diplomática deja poco espacio para los grises, y tanto Bolsonaro como Fernández, ubicados ellos en las antípodas ideológicas, enfrentan problemas domésticos por su posicionamiento internacional.
Bolsonaro, que se mueve con enorme torpeza en los asuntos internacionales, insistió el domingo con la idea de la neutralidad. “El voto de Brasil no está definido y no está vinculado a ninguna potencia. Nuestro voto es libre. Nuestra posición es de equilibrio”, declaró, tras mofarse de que los ucranios pusieran en las últimas elecciones “en manos de un comediante el destino de una nación”. El mandatario se refirió a la guerra europea durante una comparecencia en medio de sus vacaciones playeras con motivo del Carnaval. El presidente Volodímir Zelenski es un antiguo actor y empresario que ganó las elecciones con un discurso anticorrupción y antipolítica, ejes precisamente de la campaña del brasileño.
Brasil ha criticado la intervención militar rusa y pedido un cese inmediato de las hostilidades pero sin llegar a condenar expresamente la invasión de Ucrania. Este martes en la ONU criticó el suministro de armas a Kiev y las sanciones a Moscú, y reclama una solución negociada. Su pronunciamiento más duro fue votar el viernes en el Consejo de Seguridad a favor de una resolución que desde el principio estaba llamada a fracasar porque Rusia ejerció su derecho de veto. Al día siguiente, Brasil eludió sumarse en la OEA a una declaración de condena, de manera que quedó alineado a Argentina, a Bolivia y a los aliados más estrechos de Putin en la región: Nicaragua y Cuba.
La diplomacia brasileña ha mantenido históricamente una postura de neutralidad en los foros internacionales, incluso durante la Guerra Fría. La decisión de Bolsonaro de mantener a toda costa su visita oficial a Moscú cuando los tambores de guerra eran ya intensos molestó a EE UU, que quiso evitar el viaje y una vez consumado expresó su enfado públicamente. Cada vez que Bolsonaro habla de Ucrania apela al suministro de fertilizantes. Rusia es, con su aliado Bielorrusia, el primer suministrador de este bien crucial para el sector agrícola brasileño, cuya importación ya sufría complicaciones por sanciones impuestas a ambos países antes de que estallara el actual conflicto.
La situación de Argentina es también la de aliado con Rusia, aunque la guerra ha introducido matices. El Gobierno de Alberto Fernández fue el primero en aprobar el uso de la vacuna Sputnik V contra el coronavirus, un paso clave para la llegada del vial ruso a América Latina. Pero las buenas relaciones vienen de lejos, de tiempos del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, cuando se intensificaron las relaciones comerciales. En su viaje a Moscú, el 4 de febrero pasado, el presidente Alberto Fernández ofreció a Rusia ser “la puerta de entrada” a la región, una gesto que cayó muy mal en EE UU. La Cancillería argentina se amparó en la tradición de neutralidad de su diplomacia, donde no hay amigos ni enemigos. “El único alineamiento que tenemos es con los intereses de los argentinos y argentinas. Acá no hay bandos que elegir”, afirmó el canciller, Santiago Cafiero.
Argentina, como Brasil, no apoyó una condena contra Rusia en la OEA. El presidente Fernández tuvo que resistir las presiones prorrusas que recibía de sectores de su alianza de Gobierno, sobre todo desde el kirchnerismo, donde la invasión rusa a Ucrania es, según su visión, culpa del cerrojo de Estados Unidos y la OTAN al Kremlin. Pero con el paso de los días, y el recrudecimiento de la ofensiva militar, la Casa Rosada adhirió a posiciones más duras. Se sumó al repudio en Naciones Unidas y este martes, durante el inicio del ciclo legislativo en Buenos Aires, Fernández habló de la “invasión” rusa a Ucrania; pidió incluso un minuto de silencio por los muertos. La oposición, en tanto, cargó contra la Casa Rosada, a la que acusó de no alinearse lo suficiente con las posiciones occidentales de repudio. Mientras Fernández hablaba en el Congreso, los legisladores opositores colocaron banderas ucranianas en sus bancas.
“Argentina lleva a cabo una política exterior basada en el multilateralismo cooperativo”, les respondió Fernández. “Apoya con firmeza la paz, la seguridad internacional, la solución pacífica de controversias, los derechos humanos, la defensa de la democracia y el cuidado del medio ambiente”. Al menos por el momento, su Gobierno no se sumará a las sanciones económicas contra Rusia.