‘Doctor Strange’ es un retrato sobre el feroz anhelo maternal

Por Alyssa Rosenberg | The Washington Post
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Wanda, Marvel, maternidad
Foto: Marvel Studios vía AP

La franquicia de Marvel nunca se ha enfocado particularmente en el concepto de familia, aunque en su película más reciente, Doctor Strange en el multiverso de la locura, es la familia —en lugar de invasiones alienígenas o dioses nórdicos— la que proporciona el drama central.

En el corazón de esta historia se encuentra el personaje de Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen), mejor conocida como la Bruja Escarlata, una poderosa hechicera que es presentada justificadamente como una villana. Sin embargo, Wanda también es un testimonio cautivador de cuán mágica y transformadora puede llegar a ser la maternidad.

Wanda es una huérfana que perdió a su hermano en combate en Avengers: Era de Ultrón y se vio obligada a matar a su pareja para salvar el universo en Avengers: Infinity War. En WandaVision, una miniserie de Disney Plus, Wanda responde a ese trauma replegándose a una fantasía de su propia creación. Encanta a un pueblo entero para que esté en sincronía con sus recuerdos de comedias familiares televisivas clásicas, y luego gesta un embarazo que progresa con gran rapidez y que da como resultado un par de niños varones gemelos.

Ver a Wanda pasar de cóncava a convexa en el transcurso de un episodio de televisión es casi psicodélico. Sin embargo, captura las maneras en las que incluso un embarazo más convencional distorsiona el tiempo: una vez que un bebé logra hacerse sentir, se reafirma con una fuerza sorprendente, pero sigue siendo un misterio fundamental hasta su llegada al mundo.

Los poderes de concepción de Wanda son una metáfora más acertada de lo que podría parecer en principio. “Los creaste con magia”, le dice el Doctor Strange, como si eso hiciera que sus gemelos fueran menos reales o vitales para ella. “Eso es lo que toda madre hace”, le responde Wanda. Y es cierto. Ya sea que los padres conciban a la antigua o empleen una variedad de tecnologías reproductivas, hay algo excepcional en los actos que generan la existencia de una nueva vida.

Al final de WandaVision, Wanda —a diferencia de la mayoría de los padres— tiene que renunciar a la hechicería que produjo a su familia. En Doctor Strange en el multiverso de la locura, Wanda se inclina hacia la autoindulgencia violenta mientras intenta llegar a las versiones de sus hijos que existen actualmente en realidades alternativas.

A ratos, la incomodidad de los espectadores ante las acciones extremas de Wanda pareciera convertirse en un desprecio por la intensidad del anhelo maternal. En 2005, el guionista de televisión John Rogers criticó los cómics en los que está basado el reciente arco de desarrollo del personaje de Wanda por convertirla en “una demente por razones que son específicamente de ‘mujercita débil’. Wanda mata porque quiere bebés”.

Sin embargo, no es débil ni algo exclusivamente femenino el querer tener hijos. A pesar de un incremento en el grupo de las personas que de manera intencional no tienen bebés, 55% de las personas sin hijos o hijas entre los 18 y 49 años afirman que es muy probable o algo probable que tengan hijos, y 25% de los padres en el mismo grupo de edad afirman que es probable que tengan más hijos en algún momento. Existen muchas pruebas que sugieren que los hombres desean tener hijos tanto como —o a veces incluso más— que las mujeres.

En una cultura contemporánea en la que se alienta a las mujeres a concebir el éxito en términos de logros profesionales y en campos tradicionalmente masculinos, hay algo transgresor en el hecho de que Wanda se enfoque en la maternidad e ignore otras ambiciones.

“Estaba destinada a gobernarlo todo”, declara Wanda en Doctor Strange en el multiverso de la locura. “Pero no me interesa. Solo quiero a mis hijos”.

Cuando Wanda logra hacer contacto con otra versión de sus hijos, los encuentra más encantadores que cualquiera de las maravillas que ha encontrado en el multiverso. No se equivoca al sentirse de esa manera: ver a alguien que alguna vez dependió totalmente de sus padres para todo convertirse en un niño capaz de realizar una argumentación muy inteligente para obtener otro tazón de helado es una especie de milagro.

En estos tiempos, las madres que expresan su frustración por la falta de ayuda en el hogar o la incapacidad de perseguir sus ambiciones fuera del hogar reciben muchos ánimos para desahogarse. Es menos permisible reconocer la atracción gravitatoria que pueden ejercer los bebés y las niñas o niños pequeños, y que puede lograr que la ambición profesional se sienta menos importante y significativa.

El dolor que siente Wanda cuando renuncia a sus gemelos —y cuando luego abandona el sueño retorcido de remplazarlos con otro par de niños— es algo horrible de ver. Ningún padre quiere contemplar tal pérdida ni los lugares a los que podría llevarnos.

Como escribió Ariel Levy en su ensayo “Acción de Gracias en Mongolia”, una reflexión sobre la pérdida de su hijo nonato por un desprendimiento prematuro de placenta durante un viaje de trabajo periodístico, “los 10 o 20 minutos en los que fui la madre de alguien fueron magia negra. No existe aventura por la cual cambiaría esos minutos; no existe lugar que preferiría haber visto”. Sin embargo, ese tipo de éxtasis viene con un costo: Levy también se describe como “una bruja herida que se lamenta por el bosque, destrozada”.

Doctor Strange en el multiverso de la locura no es una película convencional del Día de la Madre. Sin embargo, es un recordatorio sobre el poder de la maternidad, tanto en los momentos mágicos como en el luto.

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