El final de verano se anuncia y con él el comienzo de una nueva etapa de la exploración del Sistema Solar. NASA, en colaboración con la Agencia Espacial Europea, entre otros, inicia el programa Artemis con el lanzamiento (aplazado hasta al menos el día 2 de septiembre) de la primera misión. ¿En qué consiste y qué implicaciones tendrá en los próximos años y en un futuro más lejano?
El programa Artemis consta de la cápsula Orión, la nave que llevará a los astronautas, y un nuevo lanzador, el “Space Launch System” (SLS), que impulsa a aquella. Además, incluye el “European Service Module” (ESM), que proporciona agua, energía y propulsión a Orión, y que por tanto es indispensable en la misión. El objetivo inicial de Artemis es enviar seres humanos a la Luna después de más de 50 años desde el último aterrizaje, que se produjo en 1972.
El cohete de la misión: SLS
El lanzador SLS es el vehículo más potente jamás desarrollado por NASA. Tiene una potencia que supera en un 15 % a los míticos cohetes Saturno V, que enviaron a los astronautas del programa Apollo a la Luna en los años 60 y 70. Su desarrollo ha estado plagado de múltiples problemas, retrasos e inmensos sobrecostes, pero tras su viaje inaugural el cohete está destinado a convertirse en pieza fundamental en la exploración humana del espacio en las próximas décadas.
La nave Orión tiene capacidad para seis astronautas
En lo referente a la cápsula Orión, en este viaje no estará tripulada pero contendrá tres maniquíes que servirán como laboratorio de pruebas de los efectos que tendrán que soportar los astronautas en el siguiente viaje. En cualquier caso, está diseñada para transportar hasta seis astronautas. Además, se demostrará que el escudo térmico de la nave resiste la violenta y rápida reentrada en la atmósfera terrestre.
El tercer elemento relevante es el ESM, desarrollado por Airbus para la Agencia Espacial Europea. Su función es múltiple: la propulsión de Orión lejos de la Tierra, junto con la generación de energía, aire y agua. Por tanto, es un elemento esencial para la habitabilidad de la nave.
Artemis I dará una vuelta alrededor de nuestro satélite y probará tecnologías y procedimientos. Su regreso está previsto que sea el 10 de octubre, cuando amerizará en el Pacífico.
NASA y las otras agencias gubernativas tienen un calendario provisional para las siguientes misiones. Así, Artemis II llevará a cuatro astronautas en 2024, pero tampoco aterrizará en la Luna. Esto no ocurrirá hasta un año después, como muy pronto: el viaje de Artemis III hará posible un nuevo aterrizaje lunar, cuya tripulación incluirá la primera mujer y la primera persona no caucásica de la historia cuyas huellas quedarán en el regolito lunar como las de Neil Armstrong en 1969. La siguiente tendrá como destino Gateway, un complejo similar a la Estación Espacial Internacional, aunque localizado cerca de la Luna, que servirá de estación de tránsito, pero no será antes de 2027. En cualquier caso, NASA ha planificado lanzamientos hasta Artemis XI.
La Luna, ¿un canto de sirenas?
Nuestro satélite se puede considerar una plataforma de investigación excelente. Contiene registros geológicos sobre su formación y por ende sobre la violenta evolución de nuestro propio planeta. También tiene el potencial para acoger instrumentación científica muy diversa, como podrían ser gigantescos radiotelescopios.
Pero además podría ser, en principio, explotado tanto para extraer un isótopo de helio, esencial para la fusión termonuclear (esto es, como combustible de las futuras centrales nucleares, ahora en desarrollo), como puente para misiones a Marte y a asteroides cercanos, que contienen una ingente cantidad de minerales estratégicos.
Sin embargo, la viabilidad y rentabilidad de la explotación comercial todavía tienen que ser demostradas y superar las trabas legales. Los tratados internacionales son taxativos: el espacio pertenece a toda la humanidad y ningún país puede reclamar la propiedad de ningún cuerpo celeste.
Corea, India e Israel se suman al viaje a la Luna
Sea como fuere, EE. UU. y otras naciones occidentales no son las únicas que participan en esta nueva epopeya espacial. Diversos países, entre los que se encuentran Corea, India e Israel, han lanzado misiones a nuestro satélite con éxito variado y compiten en esta nueva carrera geoestratégica.
China tiene un ambicioso programa con sus sondas Chang´e que ya ha conseguido enviar muestras de regreso a la Tierra, y ha declarado su intención de construir una estación habitada en el polo Sur, donde hay cantidades suficientes de agua, en la próxima década. Rusia, tras el anuncio de dejar de ser socio de la Estación Espacial Internacional, pretende ampliar su propio programa espacial. Además, el papel de las grandes corporaciones y del sector privado está todavía sin resolver.
Por tanto, la posibilidad de volver a la Luna y de usarla como estación intermedia hacia otros cuerpos del Sistema Solar ya es una realidad.
La humanidad tiene dos caminos: una “guerra fría” en el espacio, en donde dominen los intereses de naciones o bloques, o la vía de la cooperación internacional, abierta a todos, pero en donde prime el conocimiento y el beneficio de los seres humanos. Ahora es el momento de decidir qué camino seguiremos.
Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation