El Gobierno del presidente Javier Melei enfrenta desafíos en dos arenas: el palacio y la calle.
Un mes no es nada. La frase retumba las cabezas entre los apasionados al cumplimiento de tiempos y metas. Cuando el primer Gobierno de Sánchez de Lozada se había fijado un plazo de tres meses para crear 50.000 empleos (una oferta de su campaña electoral) la gente comenzó a cobrar y el elegido uso todas sus habilidades para demostrar que estaba en buen camino.
Los tiempos, claro cambian y la Bolivia de hace 25 años no es la Argentina de ahora. Pero usando el aforismo de cumplimiento las próximas semanas serán claves para evaluar el grado de éxito de Milei en el plano legislativo. El Congreso deberá ratificar o rechazar el DNU 70/2023 y discutir el proyecto de ley ómnibus. El interrogante principal reside en la flexibilidad del Gobierno. Si la estrategia es aprobar aquellos elementos de la ley ómnibus que el Gobierno juzga esenciales, posiblemente tenga éxito gracias al apoyo de los bloques que alguna vez fueron parte de Juntos por el Cambio, aliados de Milei. Si, por el contrario, la idea es apostar “a todo o nada”, el resultado puede ser una derrota legislativa. El discurso presidencial sugiere intransigencia. Pero algunos funcionarios parecen mostrar mayor predisposición a negociar. Como cantan los Rolling Stones: “No siempre puedes conseguir lo que quieres, pero si tratas, puedes obtener lo que necesitas”. Parece difícil que el Gobierno logre la aprobación de la ley ómnibus antes del final de las sesiones extraordinarias, previstas hasta el 31 de este mes. Del Ejecutivo depende prorrogarlas o no hacerlo. Ello será una prueba de la flexibilidad del Gobierno a la hora de lidiar con el Congreso.
La calle es la otra arena que supone un desafío para Milei. La CGT, que durante cuatro años avaló de manera cómplice los pésimos resultados del gobierno del expresidente Alberto Fernández, ha convocado a un paro general para el 24 de enero. Los sindicatos son organizaciones con una elevada capacidad de movilización y con la capacidad de parar al país, pero a la vez cuentan con un elevado nivel de desprestigio. Este paro general alimenta el discurso de “Milei vs. la casta” que tanto rédito le dio en campaña al actual presidente.
“En tanto haya alguna luz al final del túnel –una expectativa creíble de la llegada a la tierra prometida–, es probable que haya tolerancia social, pese al sombrío panorama que se prevé para los próximos tres meses. Pero esa paciencia no será eterna. El Antiguo Testamento cuenta que durante su periplo por el desierto los judíos se rebelaron a Moisés añorando los años de esclavitud en Egipto. Moisés, con asistencia divina, golpeó una roca con su bastón haciendo brotar agua para calmar la sed del pueblo judío”, observa el politólogo Ignacio Labaqui. El bastón presidencial desafortunadamente no realiza ese tipo milagros. Desde el más allá, es probable que Cohan, el perro difunto que inspira al presidente, encienda el milagro, que viene a resultar una ironía en medio del desastre.
Tanto Raúl Alfonsín como Carlos Menem recibieron pesadas herencias en materia económica. Ambos estuvieron un año y medio a los tumbos hasta dar con un plan que pudiera poner la inflación en caja: el austral con Alfonsín, la convertibilidad con Menem. Javier Milei también ha recibido una pesada herencia. A diferencia de Menem y Alfonsín, no cuenta con un escudo legislativo y no gozará de un año y medio de prueba y error en materia económica. Los próximos meses serán claves para evaluar su capacidad de afrontar los desafíos que le plantean el palacio y la calle.