Los datos son aterradores. En Davos donde se junta la cúpula oficiosa más perniciosa del planeta, lo que cuentan son los números. Y año tras año, aunque el objetivo es disminuir las desigualdades, lo que pasa es exactamente todo lo contrario. En 2024 se cree que el 40 por ciento del planeta se quedará sometido a cierto tipo de inteligencia artificial que le dejará fuera de los estándares establecidos por las gigantes corporaciones, es decir, lo más probable es que la fuerza laboral ira cada vez en declive, ante el impetuoso avance de las tecnologías inteligentes que prescindirán del trabajo humano.
Este lunes, bajo copos de nieve que no cesaban de caer de lo alto del cielo, se inició la reunión. El plato fuerte como siempre son los equilibrios condensados en una taza de leche evaporada. En Suiza, rodeado de Alpes y magistrales tomas panorámicas, los temas reincidentes son, a saber, inteligencia artificial (hoy más pandémica que nunca), el calentamiento global (patético) y, por supuesto, la crisis económica (guerras, catástrofes, comercio interrumpido y transición financiera); ponen al mundo de cabeza, aunque entre evaporaciones de caracteres ordenados muy erguida a la cúpula mundial.
Davos, advierte alguien -que evita dejarse llevar por los equilibrios condensados en una taza de leche evaporada- debería desintegrarse. “Es un escenario creado para reafirmar a los operadores del sistema”. Un ejemplo, se sentarán lado a lado del abordaje del bien común dos catalizadores del nuevo orden. El flamante premier francés Gabriel Attal y el director de la célebre y desquiciante OpenAI, Sam Altman. Ambos han adquirido recientemente más poder que nunca, son modernos, individualistas, homosexuales –recién casados ambos- es el círculo que domina Davos, la sangre hirviente que recorre por las venas, dice mucho del contexto del encuentro.
A nadie en Davos le importa mucho si el pan o la leche suben, que el aceite de oliva está por las nubes, que los pasajes en colectivo se han incrementado (75% ayer en Argentina). El abordaje macro evita consideraciones pequeñas. Un chocolate caliente y el color rosa de siempre.