El instinto de supervivencia es la principal cualidad que los analistas políticos le reconocen a Dina Boluarte, una presidenta que en quince meses de mandato no ha sido capaz de granjearse la simpatía ni la aprobación de los peruanos. En sus momentos más álgidos, entre finales de 2022 y los primeros meses de 2023, cuando un grupo mayoritario de la población se lanzó a las calles a exigir un adelanto de elecciones, el escudo de Alberto Otárola siempre estuvo disponible para ella. Boluarte había asumido la Presidencia de la República tras el autogolpe fallido de Pedro Castillo. Que no entendiese su mandato como provisional crispó los ánimos del electorado del maestro sindical y del otro Perú, ese que Lima, la capital, suele ver con distancia.
Boluarte sobrevivió a la tempestad, pero a un costo sangriento: 49 manifestantes murieron a causa de la represión de las fuerzas del orden. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos y organizaciones como Human Rights investigaron los casos y determinaron que se habían producido “ejecuciones extrajudiciales” y que los ataques califican como una “masacre”. Algunos mandatarios de la región, como el mexicano Andrés Manuel López Obrador o el colombiano Gustavo Petro, expresaron su rechazo rotundo. A pesar de las alertas de la comunidad internacional, Dina Boluarte continuó. Por esos días era Otárola quien la defendía a capa y espada, con los siguientes argumentos: “no puede renunciar porque tiene que defender el sistema democrático”, “no se puede dejar al país a manos de los violentistas” y “la Fiscalía hará las investigaciones correspondientes”.
Ese escudero ya no está más a su disposición. Frente a las acusaciones de haber acosado y favorecido a una trabajadora con recursos del Estado, Dina Boluarte se vio obligada a pedirle su carta de renuncia. Este miércoles, Gustavo Adrianzén, representante del Perú ante la OEA, juró en su reemplazo. Se trata de su tercer presidente del Consejo de Ministros. El primero fue el abogado Pedro Angulo que apenas duró un par de semanas en el puesto.
Los politólogos coinciden en que es un remezón que agrava la debilidad del Ejecutivo. Un Ejecutivo con varias deudas: inseguridad ciudadana, un sistema de salud deficiente, conflictos sociales, entre otras. “Alberto Otárola ha sido clave para este Gobierno. No solo fue el operador político, sino también el hombre experimentado. Quien parecía que gobernaba era él. Ocultó las serias deficiencias de la Presidenta y su salida del Gabinete abre una crisis. Se abre un nuevo momento político para el gobierno de Dina Boluarte”, sostiene Fernando Tuesta, en el diario El Comercio.
En efecto, Otárola tenía una expertise mucho más amplia, ya había sido funcionario público en anteriores gobiernos y, por tanto, posee un mayor dominio del discurso político. Además, Otárola había sido el abogado de Boluarte antes de que se cruzara la banda presidencial, al ser cuestionada por presidir el Club departamental Apurímac mientras se desempeñaba como Ministra de Desarrollo e Inclusión. Sin su principal alfil, Boluarte ha negado el impacto de su salida. “El gabinete no está en crisis, el país no está en crisis. Sabemos que es complejo administrar nuestra querida patria. Estamos afianzando nuestro trabajo y no nos vamos a detener un instante”, dijo.
Eso sí, Otárola estuvo presente en la juramentación de un gabinete que solo sufrió un único cambio. Es más, posó para la foto, en un claro mensaje que su relación con la jefa de Estado no se ha visto dañada. La congresista Sigrid Bazán ha expresado su inconformidad. “Es una burla para toda la ciudadanía y demuestra que la señora Boluarte, lejos de desmarcarse de expremier cuestionado, lo pone a su costado como señal de que acá no pasó nada. El Congreso no le puede dar la confianza al mismo equipo que no ha hecho nada por el país”, criticó.
Dina Boluarte, además, aprovechó para defender a su hermano Nicanor, sindicado por ser uno de los artífices de un supuesto complot para traerse abajo a Alberto Otárola. Además, descartó que su hermano tenga un vínculo con el expresidente Martín Vizcarra, a quien el propio Otárola señaló como uno de los responsables de su caída. “Mi hermano no está comprometido en ningún complot y no participa de las decisiones del Gobierno. La presidenta soy yo, con decisiones acertadas o no (…) Nicanor no conoce a Vizcarra. No forma parte de este Gobierno y no lo será hasta el 2026″, insistió.
En cuanto a Gustavo Adrianzén, el flamante primer ministro, se aduce que fue elegido por tener un perfil muy similar al de Otárola, además, de ser un negacionista de los manifestantes que fallecieron en las protestas. En una audiencia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, tuvo palabras poco amables hacia los deudos: “ellos son los violentos, ellos son los que ocasionaron las muertes”. Para el congresista Carlos Anderson, Adrianzén es un remedo de Otárola. “Espero que marque alguna diferencia. No haber hecho ningún cambio, y no haber marcado la cancha, lo pone básicamente como un remedo del anterior”. De esta manera, convulsionada, Dina Boluarte afronta sus días más aciagos desde la convulsión social.