El asesinato y el bombardeo en Siria del viernes amenazan con incendiar aún más Oriente Próximo.
El domingo último en la Homilía por la Resurrección en el Vaticano, el Papa Francisco trató de disuadir al primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, lo exhortó a deponer actitudes belicosas y detener los ataques contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza; ataques que se extienden a otros territorios. Pareció extemporánea la exhortación papal a siete meses desde el inició de la guerra.
Antes de eso, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, aliado natural de Israel, tocó el borde de la paciencia y pidió a Netanyahu que detuviera los ataques, a sabiendas de que su apoyo podría costarle caro en las elecciones de este año. Netanyahu retrucó y condenó el pedido de alto al fuego del presidente norteamericano.
Nadie frena al primer ministro israelí de sus ataques y ejecuciones contra el mundo árabe. El foco de la guerra explotó en nuevos frentes. El diario español El País informó que “Israel parece disparar cada vez más alto y más lejos. Uno de los mandos militares iraníes más destacados en Siria, Mohammad Reza Zahedi, ha perdido la vida este lunes en un bombardeo aéreo contra la residencia del embajador en Damasco que ha matado al menos a ocho personas, siete de ellas pertenecientes al Cuerpo de Guardias de la Revolución Islámica, entre ellas Zahedi y otros dos altos cargos militares”.
Ninguna exhortación detiene al primer ministro israelí
En “Anatomía de un genocidio”, el informe de la Relatora Especial del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Francesca Albanece, endilgó en Ginebra al gobierno de Benjamin Netanyahu ser autor de “actos de genocidio contra los palestinos”, utilizando un “arsenal apocalíptico”, gracias al apoyo de “una minoría de poderosos Estados miembros”.
La inquietud se propaga en otras instancias vinculadas a la ONU. Según las definiciones acuñadas históricamente por Naciones Unidas, el genocidio consiste en crímenes “perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso”. Incluye las “matanzas, lesiones graves a la integridad física o mental, sometimiento intencional a condiciones de existencia que acarreen su destrucción física total o parcial”, y conductas que impidan “nacimientos de niños o su traslado por la fuerza de un grupo a otro”.
Estos “relatores” son independientes. No cobran sueldo de la ONU, solo viáticos para sus desplazamientos según el mandato votado por el Consejo que los haya nombrado, y actúan de acuerdo a su conciencia. Francesca Albanese le imputa a Israel, “cometer actos que han causado graves daños físicos o mentales” a los palestinos, infligiéndoles “condiciones de vida calculadas para provocar su destrucción física”, e “impedir los nacimientos en su seno”.
Desde el inició de la guerra Israel ha destruido Gaza, borrando o dañando casi toda la infraestructura civil y las tierras agrícolas. Además, ha dejado edificios calcinados, cadáveres en el suelo y pilas de escombros que se han comparado con el Holocausto.