Los políticos no quieren el cambio

Por Carlos Rodriguez San Martín
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candidatos políticos, campañas electorales

A un año de las elecciones presidenciales es imposible acabar seducido por alguno de nuestros representantes políticos (aunque no conocemos los nombres esta demás decir que el debate será triste entre las dos Bolivias enfrentadas en que vivimos). Nada parece cambiar la tendencia.

En el MAS es fundamental volver a lo mismo: Evo no puede postularse por encima de la constitución tal fuera el caso de un rey chiquito que salta los derechos y se habilita por una consigna que más parece ser un deseo mórbido con el poder. El cocalero se sube a un micro y hace de chofer para ganar algo de popularidad, de sectores tradicionalmente aliados que ya no creen en él, después de haber renunciado a la presidencia y abandonarlos, según dice porque “su vida estaba en peligro y había la consigna de liquidarlo (quizá no físicamente). Su contendiente partidario –hoy presidente-sigue enchufado en su postulación con los niveles más bajos de quien pretende la reelección. Apenas un 5%.

Tuto Quiroga, que llegó a la presidencia por la muerte del jefe de su partido, es decir, accidentalmente, pasa por alto la altura  de dos expresidentes (el de México Vicente Fox, y la de Panamá Mireya Moscoso, entre otros personajes de la política latinoamericana), usurpando jerarquías para lanzar arengas de odio contra el régimen venezolano. Las diatribas de Tuto, no formulan nada nuevo. La prelación de mandos; el de figuración transgrede los niveles ontológicos entre exmandatarios en el que incurre el boliviano.

Llueven en las redes sociales mensajes de odio contra el alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, que antes incluso de definir el camino a la presidencia (uno de sus deseos no cumplidos) es apuntado como el delfín de Luis Arce (librado de 16 procesos penales, tres de ellos con sentencias ejecutoriada). La historia se repite contra él. Durante la campaña en las elecciones de 2002, Manfred, candidato por NFR, sufrió ataques despiadados del equipo de Carbyll, el estratega norteamericano en guerra sucia, que entonces trabajaba para el candidato por el MNR Gonzalo Sánchez de Lozada.

Este es el nivel. A nadie parece importarle definir los paradigmas de un nuevo Estado sobre los que se construya una nueva cultura que enriquezca el conocimiento y la elevación de las personas; nada parece evitar que seguiremos asistiendo este tipo de actitudes que no nos engrandecen.