Crimen sin castigo

Por Redacción dat0s
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Foto: Juan Carlos Torrejón | EFE

El decreto de Desastre Nacional y sus tardías consecuencias.

Haciendo repaso de los fragmentos de la biblia de la oposición: la obediencia a la agenda impuesta por Evo Morales, escuchamos: “Miren me nombró tres veces…el innombrable, el cocalero, el cobarde…” (emplea otros apelativos). Tuto emplea otros descalificativos en medio de la marcha que se desactivó apenas se supo de la renuncia de Iván Lima. Solamente para eso, Tuto convocó a una rueda de prensa, mientras los incendios ya se habían devorado más de cinco millones de hectáreas. Y el gobierno se negaba a declarar Desastre Nacional obstaculizando sistemáticamente el flujo de ayuda humanitaria.

Si esta no es una clara demostración del extravió opositor, leamos los titulares de alguna prensa que pone en el diván del incendio (en portada) a la asambleísta Luisa Nayar y su deseo expreso de ser presidenta de Bolivia, con una larga y profunda sonrisa, que no la tapan los incendios que muestra en su TikTok detrás del aeropuerto en llamas.

Y como si esos dos ejemplos no serían suficientes, el presidente de los bolivianos decide declarar Desastre Nacional luego de tres meses de incendios que han arrasado sin control más de 7.2 millones de hectáreas (según la Gobernación de Santa Cruz); las autoridades de la Autoridad Boliviana de Tierras (ABT) reconocen que los bosques están ardiendo desde junio. Para no interrumpir la utopía, el mandatario decide no asistir a la posesión de la primera mujer presidenta de México. Como quiera que se entienda, la decisión podría tener muchísimas lecturas desde la tan de moda (género) o evitar poner la cara de vergüenza por los incendios ante la mordaz prensa internacional.

El cuadro aterrador

La intrépida María Galindo se pasa como de costumbre todos los controles hasta alcanzar las oficinas de la ABT que coordina junto a media docena de ministerios y la presidencia del Estado Plurinacional el combate contra los incendios. Galindo pide a gritos frente a todos ¡¡juicio de responsabilidades para Arce y Choquehuanca!! y contra los inútiles funcionarios de la ABT: “¡¡juicio de responsabilidades para todos ustedes, también!!”

La primera tragedia de incendios en los bosques en Bolivia trascendió a poco de las elecciones de 2019, cuando comenzó a incendiarse en el Bosque Seco Chiquitano que amenazaba consumir en llamas reservas del bioma únicas en el mundo. Entonces la gente se volcó a las calles y la movilización social declinó su apoyo en esas elecciones al candidato oficialista, que semanas más tarde escapó del país en un avión privado enviado por el amigo de su gobierno, el presidente de México AMLO.

Aunque tiene una larga historia de devastación ambiental (encubierta hasta antes de esa fecha), Bolivia ha sido testigo en las últimas semanas de un triste espectáculo de proporciones sin precedentes: la proliferación de incendios que han impactado la calidad de vida de la población, la actividad económica y la reputación internacional del país. Sólo en el departamento de Santa Cruz, las llamas destruyeron alrededor de 7.2 millones de hectáreas de bosque (3,5 según la ABT), una superficie equivalente a la de los Países Bajos y Suiza.

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Se ha devastado 40% de bosque primario

La ABT reconoce que nunca se había visto un incendio de tal magnitud. “El 40% representa bosque primario”, precisa. En las mismas oficinas aseguran que los incendios preparan la tierra para “el cambio de uso de suelo”.

Contra la pared, el gobierno repartió promesas y castigos: en dos meses abrió procesos contra 92 supuestos responsables de los incendios por sumas irrisorias comparadas por la pérdida de semejante cantidad de bosque. La medida, aunque inevitable, tiene poco efecto práctico: la historia demuestra que las multas, en su mayor parte, no se pagan y que la impunidad por los delitos ambientales es, de hecho, la regla que florece en el país.

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Sí, es posible actuar de forma más eficaz para combatir este problema, como lo demuestran los ejemplos de otros países. Indonesia redujo su tasa de deforestación en un 64% entre 2015 y 2022, según datos del monitor internacional Global Forest Watch. Durante este período, la nación que alberga el tercer bosque tropical más grande del planeta llevó a cabo una amplia ofensiva de descarbonización del agronegocio que incluyó, entre otras medidas, la suspensión de la emisión de nuevas licencias de deforestación durante casi diez años. Estrategias similares, incluidos pactos con el sector privado para fomentar los mercados voluntarios de carbono, han tenido repercusiones alentadoras en la vecina Malasia, donde la pérdida de cubierta forestal se desaceleró en un 57% durante el mismo período.

Al paso que vamos, como declaró la ministra de Medio Ambiente de Brasil, Marina Silva, a finales de siglo nos habremos quedado sin la Amazonia, el más grande pulmón del planeta.

 

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