Muchos afirman que las de 2024 serán las elecciones estadounidenses más importantes desde 1860. La mayoría de los europeos también estarían de acuerdo con esta opinión. No sólo está en juego el futuro de la democracia en Estados Unidos, sino posiblemente el futuro del orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Las relaciones transatlánticas son el corazón de este orden. Se vieron significativamente debilitadas durante la presidencia de Trump, algo reforzadas bajo Biden, y ahora están peligrosamente cerca de ser puestas a prueba de nuevo si Trump vuelve a la Casa Blanca.
Las elecciones también están sumidas en la incertidumbre. A menos de cuatro semanas de las votaciones, Harris y Trump están empatados en los principales estados indecisos. La escalada del conflicto en Oriente Próximo no hará sino añadir más incertidumbre a la recta final antes del 5 de noviembre.
La carrera de 2024 ha sido una de las más dramáticas e impredecibles de las últimas décadas, marcada por dos intentos de asesinato contra Trump, su reciente condena por delito grave y la repentina retirada de Biden en favor de su vicepresidenta. Dado el historial de Trump, tampoco podemos descartar el riesgo real y aterrador de que los resultados de las elecciones puedan ser impugnados si los márgenes son muy estrechos, sin que ninguna de las partes ceda ante la otra.
Sin duda, una victoria de Trump tendrá efectos negativos más inmediatos en la UE a corto plazo que una presidencia de Harris. Un segundo mandato de Trump socavará la democracia estadounidense y conducirá a un debilitamiento potencialmente irreversible de las relaciones transatlánticas. El apoyo abierto de Trump a los gobiernos autocráticos de Europa, como el partido Fidesz de Viktor Orbán en Hungría, también envalentonaría y legitimaría a los partidos de extrema derecha del continente.
En los próximos cuatro años, los lazos que unen a Estados Unidos y la Unión Europea (UE) desde 1945 podrían aflojarse y romperse sin remedio. En Europa, las repercusiones se dejarían sentir con más fuerza en tres ámbitos principales: defensa, comercio y política climática.
La OTAN y la guerra de Ucrania: principal manzana de la discordia
Uno de los mayores puntos de diferencia entre los dos candidatos es la postura de Trump sobre la OTAN y su falta de apoyo a Ucrania. Trump ha afirmado que podría poner fin a la guerra en Ucrania en 24 horas, aunque hay poca confianza en que un plan de paz con Rusia negociado por Trump proteja la integridad territorial y la soberanía de Ucrania.
Cuando era presidente, Trump incluso amenazó con abandonar la OTAN. Si lo hiciera, envalentonaría a adversarios como Rusia y amenazaría la seguridad europea en general.
Harris, por el contrario, ha mostrado un apoyo inquebrantable a la OTAN y a Ucrania. Si fuera elegida, seguiría reforzando la estructura de seguridad que ha mantenido la estabilidad europea desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, aunque gane Harris, la UE debería desarrollar sus propias capacidades de disuasión y defensa, y reducir su fuerte dependencia de Estados Unidos.
Relaciones comerciales
La relación económica entre la UE y EE. UU. es la mayor del mundo, con un comercio entre ambos bloques valorado en más de 1,3 billones de dólares anuales. El comercio anual entre EE. UU. y China, a modo de comparación, está valorado en 758 000 millones de dólares. Estados Unidos tiene grandes déficits con ambos.
En vista de ello, Trump ha prometido un arancel del 10 % sobre todas las importaciones y nuevos aranceles del 60 % o más sobre todos los productos procedentes de China. Considera a la UE un competidor igual que China.
No hay razón para pensar que el enfoque de Harris vaya a ser más suave: Biden ha sido igual de duro con la UE y lo más probable es que Harris continúe con sus políticas. Su campaña también parece estar adoptando una postura antichina.
Por tanto, la UE se encontrará en un aprieto, ya que deberá hacer frente a los aranceles sobre sus exportaciones a EE. UU. y a la presión de la nueva Administración estadounidense para que también sea dura con China. Así pues, independientemente del resultado de las elecciones, existe un riesgo real de que aumente la competencia entre la UE y EE. UU., y es probable que cada parte responda a los aranceles impuestos por la otra con políticas proteccionistas.
Hay formas de evitar o mitigar la confrontación comercial, como el diálogo a través del Consejo de Comercio y Tecnología (CCT) UE-EE. UU. para desactivar las disputas antes de que se produzcan. La UE también debería intentar diversificar y asegurar acuerdos comerciales con otros socios como Mercosur e India.
Política climática
Por último, está la política climática del nuevo presidente estadounidense. Trump ha prometido retirarse del Acuerdo de París de 2015 una vez más si es reelegido. También ha prometido aumentar la producción de petróleo y gas (se ha popularizado su eslogan “Drill, baby, drill!”, es decir, “¡Perfora, baby, perfora!”. Estas medidas harán que el objetivo de París de limitar el calentamiento global a 1,5 °C sea casi imposible de alcanzar.
Por su parte, Harris ha guardado un silencio inquietante sobre las cuestiones climáticas durante la campaña, lo que también es un mal presagio para los esfuerzos europeos por abordar el reto climático.
El cambio ya está en el horizonte
Una cosa está clara: tanto si el próximo presidente estadounidense es Trump como si es Harris, los europeos deben entender que las relaciones transatlánticas ya han cambiado irrevocablemente, y que los intereses y valores de la UE ya no están totalmente alineados con los de Estados Unidos.
Una Administración Harris traerá quizás más previsibilidad que una presidencia Trump, pero ¿por cuánto tiempo? ¿Y qué pasará dentro de otros cuatro años? Como se preguntaba recientemente Peter Baker, corresponsal jefe del New York Times en la Casa Blanca: “¿Es Trump la aberración o es Biden la aberración? ¿Cuál de los dos representa dónde piensa estar realmente Estados Unidos a partir de ahora?”.
Los Estados europeos tienen que estar preparados para un orden mundial cambiado en el que dependan mucho más de sí mismos y de otros aliados potenciales (Reino Unido, Japón, Corea del Sur) que de sus homólogos transatlánticos tradicionales, independientemente de quién gane el 5 de noviembre.
Este artículo fue publicado originalmente por The Conversation