UE y Mercosur sellan una zona de libre comercio que afectará al 20% de la economía mundial

Nestor Prieto | Descifrando la guerra
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Foto: redes sociales de Von der Leyen
“Este acuerdo no es solo una oportunidad económica, es una necesidad política”, dijo Ursula von der Leyen. Ambos bloques ganan autonomía económica en detrimento de Estados Unidos y China, grandes exportadores e importadores de ambas regiones.
Un cuarto de siglo después de iniciar las negociaciones, la Unión Europea y el Mercado Común del Sur (Mercosur) han alcanzado un acuerdo definitivo para crear una zona de libre comercio (ZLC), siempre y cuando los complejos procesos de ratificación no lo impidan. La fumata blanca tuvo lugar en Uruguay de forma sorpresiva, durante la LXV Cumbre de presidentes de Mercosur, formado por Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia –este último país es de reciente ingreso y no forma parte, al menos por ahora, del acuerdo–.
Hasta Montevideo se había desplazado la recién reelegida presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, quien ya había intentado infructuosamente cerrar el acuerdo durante la Cumbre UE-CELAC que la presidencia española del Consejo Europeo había impulsado en julio de 2023. En aquel entonces, como en otra decena de importantes cumbres, los recelos del sector primario europeo –encabezados por el poderoso lobby agrícola francés– y de países como Brasil y Francia –hegemones económicos de sus respectivos bloques– habían dado al traste con un acuerdo que comenzó a negociarse en el año 2000
Se trata de un acuerdo masivo, que permitirá la entrada de productos libres de aranceles –o a un tipo preferencial– a 268 millones de habitantes suramericanos y 450 millones de europeos. En total, la zona de libre comercio abarcará 31 países y más de 720 millones de personas, lo que representa aproximadamente el 20% de la economía mundial.
Los grandes beneficiados: el sector tecnológico, farmacéutico, químico y del automóvil en el viejo continente; y el sector agrícola, ganadero y minero al otro lado del océano Atlántico. Los cálculos ofrecidos por la Unión Europea hablan de que el pacto puede suponer un ahorro a las empresas de hasta 4.000 millones de euros anuales.
En el otro lado de la moneda, las organizaciones agrarias europeas, que consideran que este acuerdo podría suponer “la muerte del sector primario europeo”, incapaz de competir en precios con el rentable agro del cono sur. Organizaciones ecologistas y de izquierda señalan también que este acuerdo podría perpetuar el papel periférico de América Latina como productor de materias primas que son transformadas y valorizadas en terceros países. Pequeñas y medianas empresas locales, previsiblemente, también podrían verse desplazadas por la competencia de grandes multinacionales.
“Este acuerdo no es solo una oportunidad económica, es una necesidad política”, aseveró Ursula von der Leyen. Ambos bloques ganan autonomía económica en detrimento de Estados Unidos y China, grandes exportadores e importadores de ambas regiones. La Unión Europea consigue consolidar y aumentar su presencia en una región en disputa donde Pekín –y especialmente su sector tecnológico y automovilístico– lleva décadas penetrando con fuerza.
Por delante, un lento proceso de traducción de la documentación y la ratificación en el Parlamento Europeo y el Consejo, así como en los parlamentos nacionales latinoamericanos. Cabe recordar que Brasil se muestra reticente al acuerdo por temor a que sus empresas se vean opacadas en América Latina debido a la competencia que supondría la entrada de compañías europeas en la región, si bien en principio el gobierno de Lula da Silva se ha mostrado “optimista” con su aprobación.