Tras 467 días de genocidio, se ha anunciado la firma de un alto al fuego en la Franja de Gaza entre Hamás e Israel que comenzará a implementarse el 19 de enero. Se prevé que con este acuerdo termine la guerra iniciada tras los ataques del 7 de octubre de 2023 por parte del grupo palestino y que ambas partes intercambien prisioneros. Sin embargo, todavía quedan dudas sobre su implementación, la seguridad del compromiso israelí y el verdadero propósito del presidente Donald Trump, principal fuerza detrás del acuerdo, que jurará el cargo el 20 de enero.
¿Qué incluye el alto al fuego en Gaza?
El acuerdo de alto al fuego en Gaza, negociado con la mediación de Catar y Egipto, contiene tres fases.
La primera fase durará 43 días, y establece estas condiciones
- Hamás liberará a 33 prisioneros israelíes (vivos o muertos): entre ellos mujeres, niños menores de 19 años, ancianos mayores de 50 años y civiles heridos o enfermos.
- Israel liberará por cada prisionero israelí a 30 menores o mujeres palestinas. Por cada mujer soldado israelí liberada, Israel liberará a 50 prisioneros palestinos.
- En la sexta semana, Israel liberará a 47 palestinos que fueron arrestados nuevamente después del acuerdo de intercambio de 2011. Israel liberará a todas las mujeres y niños menores de 19 años detenidos desde el 7 de octubre de 2023.
- Los prisioneros palestinos liberados no pueden ser arrestados nuevamente por los mismos cargos ni obligados a firmar condiciones de liberación.
- El ejército israelí se retirará de las zonas pobladas hacía los bordes de la Franja de Gaza y desmantelaran la infraestructura militar. Se suspenden 10 horas al día las operaciones aéreas militares y de reconocimiento, 12 cuando se termine el intercambio de prisioneros.
- Los palestinos tendrán libertad de movimiento y podrán comenzar a volver a sus casas, comenzará la entrada de ayuda humanitaria en el enclave: 600 camiones al día, incluidos 50 con combustible.
En la segunda fase, que durará otros 43 días:
- Las negociaciones para definir los términos de la Fase II comenzarán el día 16 de la primera fase. Los acuerdos deben concretarse antes de la semana 5.
- Se declara el fin permanente de la guerra antes de que se produzcan nuevos intercambios de prisioneros.
- Hamás pone en libertad al resto de prisioneros israelíes –hombres civiles y militares– a cambio de número acordado de prisioneros palestinos.
- Israel termina la retirada completa de la Franja de Gaza.
Por último, en la tercera fase del acuerdo en Gaza:
- Intercambio de los cuerpos de los prisioneros israelíes a cambio de los cuerpos de los combatientes palestinos.
- Se implementará un plan integral de reconstrucción de Gaza en un período de 3 a 5 años, que incluirá la reconstrucción de viviendas e infraestructuras y la compensación a las personas afectadas. Egipto, Catar y la ONU supervisarán este proceso.
- Se abrirán los pasos fronterizos para permitir la libre circulación de mercancías y personas.
Hamás sale vindicado del 7 de octubre
La resistencia palestina lanzó su coup de force con dos objetivos: romper con el statu quo de la ocupación permanente y volver a situar a Palestina en el centro de las negociaciones de Oriente Medio. Quince meses después, esta bandera se ha sostenido. En efecto, Palestina se ha negado a morir en silencio, como dijo Yahya Sinwar, obligando a todo Oriente Medio a moverse ante el desplazamiento tectónico que supuso la Operación Inundación al-Aqsa.
De esta forma, cualquier negociación con Arabia Saudí para el reconocimiento del Estado de Israel pasa necesariamente por Palestina. La coronación de los Acuerdos de Abraham, objetivo estratégico fijado por los Estados Unidos en Oriente Medio mientras trata de completar su Pivot to Asia, se ha visto de nuevo obstaculizado.
Aunque Hamás ha sufrido golpes muy duros en el campo de batalla, políticamente sale reforzado. El Movimiento de Resistencia Islámico ha conseguido romper el cerco que les mantenía aislados políticamente del resto del cuerpo palestino, pudiendo saltar a Cisjordania donde ha sido capaz de movilizar a una creciente y determinada resistencia contra la ocupación y los colaboracionistas de la Autoridad Palestina. Además, ahora el movimiento de liberación palestino tiene su mirada puesta sobre Gaza: en enclave ha pasado de ser la prisión de Hamás al ejemplo del martirio del pueblo palestino, un sacrificio que ningún palestino olvidará.
Hamás ha conseguido resistir la embestida sionista. No se ha movido de su postura de que la libertad de los prisioneros debía estar condicionada a la liberación de los presos palestinos –más de 700 prisioneros, entre ellos 275 acusados de asesinar a israelíes y que cumplen cadena perpetua, serán puestos en libertad junto a otros 1.000 palestinos de Gaza arrestados durante la guerra que no participaron en el ataque del 7 de octubre– y a una retirada completa israelí de Gaza.
Estos eran los términos que se alcanzaron en el acuerdo de mayo de 2024, y son los mismos que los de enero de 2025. Tanto el corredor de Netzarim como la presencia israelí en el corredor de Filadelfia, que Benajim Netanyahu calificó de piedra angular para la seguridad de Israel y el control de los túneles de Gaza, deben ser desmantelados bajo el acuerdo. Todo con Catar, Egipto y Estados Unidos como garantes en el cumplimiento del acuerdo.
El espectro de la ocupación interna, la división y la colonización de la Franja de Gaza quedan disipadas. Los palestinos podrán regresar al norte de Gaza, a pesar de los intentos de limpieza étnica bajo el Plan de los Generales. Los israelíes tampoco tendrán derecho a controlar el flujo de población de sur a norte, serán funcionarios cataríes y egipcios quienes garantizarán que no se transfieren armas pesadas mediante vehículos. Los que viajen a pie no pasarán controles de seguridad.
En cambio, las ganancias de Israel se miden más fuera de Gaza que dentro. En contra del discurso de la “victoria total” vendido por Netanyahu, Hamás seguirá operando tanto política como militarmente en la Franja, incluso gobernándola. Es un hecho que Israel no ha conseguido cumplir sus objetivos en la guerra: no ha logrado cambiar la ecuación impuesta por Hamás ni ha conseguido destruir a la organización, que ahora ocupará el espacio que abandone el ejército israelí. Además, aunque las filas de sus combatientes más veteranos han sido agotadas, algo que sin duda ha dejado exhaustas a las Brigadas Izz ad-Din al Qassam, lo cierto es que, como afirma el Secretario de Estado, Antony Blinken, “Hamás ha reclutado casi tantos militantes nuevos como los que ha perdido”.
Al mismo tiempo, Tel Aviv ha quemado todo su capital político y su legitimidad internacional, exponiendo ante el mundo la verdadera naturaleza del proyecto sionista. La reputación del Estado hebreo ha quedado irreparablemente dañada por el genocidio, viendo incluso socavado su relato sobre el antisemitismo, tan celosamente custodiado.
A su vez, su política expansionista y unilateral en Líbano y Siria, donde ha roto un tratado internacional sin mediar diálogo y simplemente para explotar una ventaja de forma oportunista, ha hecho crecer la desconfianza y la animosidad entre sus vecinos. Egipto viene alterando el acuerdo de paz de 1978 con una discreta militarización del Sinaí, después de que Israel lo violase al estacionar tanques en el corredor de Filadelfia bajo los auspicios de la guerra.
El resultado es que, pese a los intentos de matar de hambre a los palestinos, la resistencia ha aguantado; hasta los últimos días Hamás y otras facciones han sido capaces de continuar montando ataques con cohetes sobre Israel. Aunque maltrecha y debiendo enfrentar la completa destrucción de la Franja de Gaza estos días, Nasrallah y Sinwar están siendo reivindicados.
Es por esto por lo que el jefe del equipo negociador de Hamás, Khalil al-Hayya, declaró desafiante en un discurso pronunciado desde Qatar tras el anuncio del acuerdo que el ataque del 7 de octubre contra Israel “será para siempre motivo de orgullo para nuestro pueblo… y nuestro pueblo expulsará a la ocupación de nuestra tierra y de Jerusalén en el plazo más breve posible”.
El acuerdo refleja una relación de fuerzas dada, pero tan importante es éste a como se enfrenta el frente interno y la capacidad de reordenar las fuerzas. Si miramos más allá del acuerdo Hamás puede utilizar la pausa para reponer sus fuerzas y reorganizarlas, y políticamente puede movilizar y ampliar su base social. Aunque deberá enfrentar internamente elecciones y la posible división entre el liderazgo de la diáspora y el liderazgo de Gaza, después de que buena parte de la cúpula del grupo haya muerto en la guerra. También enfrenta el enorme desafío de la reconstrucción, el carácter insurgente del grupo hace que la responsabilidad no caiga exclusivamente sobre el mismo.
Mientras para Israel el alto al fuego solamente profundiza en las divisiones internas, obliga a pararse y reflexionar sobre el genocidio con el desgaste interno que está suponiendo en la sociedad y el ejército. A nivel internacional van a continuar las investigaciones y los juicios por genocidio y otros crímenes de guerra. El interés de un sector por reanudar la guerra incumpliendo el acuerdo puede generar nuevas brechas con sus aliados. Por último, la economía se enfrenta a una grave crisis producto de la movilización militar que va a generar incentivos para no reanudar los combates.
Trump: “paz a través de la fuerza” en Gaza
El acuerdo de alto al fuego firmado en Doha es, en esencia, el mismo que presentó Joe Biden el 31 de mayo de 2024 y se votó en el Consejo de Seguridad el 10 de junio, traduciéndose en la Resolución 2735. Esto muestra a las claras que si no hubo acuerdo de alto al fuego no fue porque Hamás lo obstaculizará como se ha repetido, sino simplemente por la negativa de Israel de aceptar su propia propuesta, que era humo para mantener la idea de la negociación en el aire. Han hecho falta otros ocho meses para que Israel acepte el alto al fuego en Gaza. ¿Qué ha cambiado? La llegada de Donald Trump, ese es el motivo fundamental.
A pocos días de su toma de posesión, Trump despachaba a su enviado especial para Oriente Medio, Steven Witkoff, a negociar un acuerdo que en la práctica ya estaba cerrado. Sin embargo, a diferencia de los diplomáticos demócratas, como el propio Blinken que se han pasado durante más de un año haciendo un teatro de sombras chinescas, Witkoff iba con la voluntad de entregarle a su presidente un acuerdo para antes de la toma de posesión y estaba dispuesto a demostrar “quien era la jodida superpotencia”. Aquí la razón por la que Biden no ha conseguido un acuerdo queda clara; no era un “no puedo”, siempre fue un “no quiero”.
Los demócratas sabían que perdían las elecciones presidenciales con esta posición, pero era más importante permitir que Israel continuara con su genocidio. Por esta razón, las negociaciones no han sido más que una enorme cortina de humo para mantener la apariencia constante de que algo se estaba moviendo, de que la posibilidad de un acuerdo siempre estaba cerca. La razón es simple, la Administración Biden, viendo obstaculizado el acuerdo con Arabia Saudí, había apostado todo a la guerra y desde entonces ligo su futuro al éxito de Israel en la misma.
Por su parte, Donald Trump no quiere cargar con ningún expediente abierto por la anterior administración y quiere demostrar su habilidad como negociador, y como nuevo prestidigitador al mando ha tratado de crear la imagen de que Hamás se ha acobardado ante sus amenazas. Dejando así caer su relato de que, bajo su mirada, el 7 de octubre no habría sido posible. Trump, se dice, busca que le concedan el Premio Nobel de la Paz –que podría ver completado con un acuerdo en Ucrania y la ampliación de los Acuerdos de Abraham–.
Israel, que quiere empezar en buenos términos con la nueva administración, ha cedido y seguido este juego para darle a Trump su victoria; no sin sus contrapartidas. Se espera que la nueva administración levante todas las sanciones al software de espionaje israelí Pegasus y a los colonos de Cisjordania. Además, los republicanos llevarán a cabo una lucha sin cuartel contra la Corte Penal Internacional (CPI) por las órdenes de arresto contra Netanyahu y Yoav Gallant.
Sin embargo, a nivel estratégico, la nueva administración republicana busca preparar las condiciones para asegurar que Estados Unidos pueda estabilizar su posición en Oriente Medio y completar su Pivot to Asia, resguardando su retaguardia. Con un Eje de la Resistencia en descomposición, Hamás aislado y Hezbolá seriamente debilitado, Trump quiere revivir el acuerdo de normalización con Arabia Saudí y apoyar a Israel en futuras anexiones en Cisjordania. Trump tratará así de hacer efectivo su “paz a través de la fuerza”.
No obstante, Trump tendrá que seguir lidiando con el hecho de que Hamás ha sido capaz de plantear un dilema estratégico entre Israel y EEUU, pues cualquier acuerdo exige un compromiso político para Palestina, en contra de la anexión de Cisjordania a la que aspira Tel Aviv.
La delicada situación interna de Netanyahu
Para el primer ministro israelí, la dificultad estará en el delicado equilibrio interno. Hasta ahora ha jugado a su favor la baza de las elecciones en Estados Unidos, para esperar a la llegada de Trump y enrocarse entorno a los fascistas Itamar Ben-Gvir –ministro de Seguridad Nacional– y Bezalel Smotrich –ministro de Finanzas– para sabotear cualquier acuerdo.
Como bien ha señalado Ben-Gvir: “A lo largo del último año, gracias a nuestro poder político, hemos conseguido impedir una y otra vez que se llevara a cabo ese acuerdo”. Ahora Netanyahu está intentando vender que es un acuerdo muy distinto al de mayo, porque si no ¿cómo justifica haber esperado ocho meses para firmar lo mismo? La realidad es que los prisioneros han sido en todo momento prescindibles, estando subordinados a los intereses políticos del líder israelí, nunca fue un objetivo en la conducción de la guerra su liberación.
Ahora, la aprobación del acuerdo por parte del gabinete de seguridad hace peligrar la coalición, amenazando con dejarle sin mayoría en el parlamento. El líder de Poder Judío, Ben-Gvir, que ha capitalizado en las encuestas esta posición intransigente, carga contra el acuerdo, que se lamenta: “borraría de forma efectiva los logros bélicos alcanzados con mucha sangre por los combatientes”. A su vez, presiona por la derecha al líder de Sionismo Religioso, Smotrich, más abierto a aceptar un compromiso temporal siendo que quedaría fuera del parlamento en caso de elecciones.
Si Netanyahu quiere mantener a flote su gobierno necesita asegurar el apoyo de uno de los dos. Por esta razón, el líder del Likud ha tratado de atraer a Smotrich su campo prometiéndole la reanudación de la guerra después de la Fase I “hasta la derrota de Hamás”; así como cambios en las condiciones de combate, incluyendo armas más pesadas, limitación de la ayuda humanitaria, anexión de territorios y limpieza étnica. Bezalel Smotrich ha sido claro, diciendo que: “Estamos en contra del acuerdo y exigimos un compromiso de Netanyahu de que, después de la primera etapa del acuerdo, la guerra se reanudará con mayor fuerza”.
Bajo este acuerdo, Bibi tiene la ventaja de comprar tiempo, ganar capital político con la liberación de parte de los prisioneros y, como buen camaleón político, adaptarse a las nuevas circunstancias. En caso de necesitarlo puede buscar el apoyo de la oposición, que ya se ofreció para sostener al gobierno para completar el alto al fuego. De lo contrario, siempre puede buscar una nueva excusa para reanudar la guerra.