Arce en estado líquido

En medio de una de las peores crisis de las dos últimas décadas Arce llama al diálogo.

No se debe esperar mucho de una reunión a la que no asistirán los principales actores políticos (los jefes de los partidos que terciarán en las elecciones de este año). La crisis ya había sido aceptada la semana pasada con un mensaje presidencial en el que descaradamente pidió fuerza a los bolivianos para resistir los errores de su administración. La salida de unidad que plantea llega con resaca y demasiado tarde para componer el cuadro de descomposición que atraviesa el país. La convocatoria claramente llega para frenar las protestas que deben comenzar mañana, que podría desembocar en su salida anticipada de la presidencia faltando cinco meses para las elecciones.

Las aguas turbias en las que estamos sumergidos desembocaron tardíamente en esta convocatoria, pese al clamor de varios sectores que hace por lo menos dos años pidieron reunirse con él, pero Arce volcó las espaldas como un pequeño rey criollo y prefirió la victimización (la construcción de un relato que se intentaba pasar una mentira como verdad en el caso del autogolpe de Estado).

El intento de ocultar la realidad puede ser efectivo un tiempo, pero cuando la realidad se impone (porque se impone), aparecen las consecuencias para el país. A estas alturas una convocatoria a dialogar no sé qué tanto de bronca acumulada contendrá; es malo para los que quedan como cómplices del desgobierno arcista.

Un maestro del nuevo periodismo, Tom Wolfe, decía que es posible que las mentiras sirvan para engañar a alguien en determinado momento; pero también sirven, sobre todo, para revelar una verdad indiscutible: la debilidad de quienes ocultan la verdad.