Donald Trump lanza un llamamiento al cambio de régimen en Europa

Por El Grand Continent con edición dat0s
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Foto: Cryptopolitan

En un texto publicado por la cuenta oficial del Departamento de Estado estadounidense, la Administración Trump relanza su doctrina europea: el cambio de régimen.

En este llamamiento a la construcción de una «alianza civilizacional» —dirigido explícitamente al Rassemblement National en Francia, a la AfD en Alemania y al PiS en Polonia—, la diplomacia más poderosa del mundo asume un proyecto: transformar la Unión en un agregado de «naciones cristianas como Hungría».

Publicado en la cuenta oficial del Departamento de Estado en la plataforma Substack, este breve texto firmado por Samuel Samson, asesor principal de la Oficina para la Democracia, los Derechos Humanos y el Trabajo, precisa y relanza una doctrina que merece ser estudiada por sus efectos ilocutivos  —más que por su dimensión puramente intelectual—.

Al igual que con el discurso de J.D. Vance en la conferencia de Múnich sobre Seguridad, la administración Trump vuelve a su proyecto maximalista para la Unión: el cambio de régimen.

El poder ejecutivo de Estados Unidos encargado de las relaciones internacionales difunde un llamamiento a la creación de una «alianza civilizacional» destinada a reunir a «naciones cristianas como Hungría» en torno a partidos de extrema derecha: la AfD en Alemania y el PiS en Polonia. Este apoyo se produce en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales polacas, que podrían suponer una posible derrota de la extrema derecha.

Samuel Samson ha sido protagonista de una noticia que ha pasado desapercibida, pero que sin duda es el último intento de Estados Unidos de intervenir en los asuntos internos de los países que considera parte de su esfera de influencia. Según una noticia revelada por el Daily Telegraph, en mayo habría dirigido un equipo que pasó varios días en el Reino Unido para entrevistar a activistas contrarios al aborto, con el fin de reunir pruebas para demostrar que su libertad de expresión estaba amenazada.

Al reescribir la historia europea, la Administración Trump borra la Ilustración y pone en tela de juicio los propios fundamentos de la Unión Europea.

Este llamamiento —sin precedentes en la historia transatlántica reciente— a la construcción de una «alianza civilizacional», apoyada en diferentes fuerzas de extrema derecha en Europa, propone transformar sustancialmente los sistemas políticos europeos en una serie de «naciones cristianas como Hungría».

trump y orban

Donald Trump y Viktor Orban | Zoltan Fischer – HANDOUT (EFE)

Se produce en un momento diplomático totalmente inédito: el secretario de Estado Marco Rubio acaba de anunciar restricciones de visado para los responsables extranjeros «que pidan a las plataformas tecnológicas estadounidenses que adopten políticas globales de moderación de contenidos o que lleven a cabo acciones de censura que excedan su autoridad y se extiendan a los Estados Unidos. No toleraremos violaciones de la soberanía estadounidense, especialmente cuando estas violaciones comprometen el ejercicio de nuestro derecho fundamental a la libertad de expresión». En concreto, esta medida jurídica adoptada en nombre de la libertad de expresión y sobre la base de la sección 212(a)(3)(C) de la Ley de Inmigración y Nacionalidad, que autoriza al secretario de Estado que declare inelegible a cualquier ciudadano extranjero cuya entrada en los Estados Unidos «pueda tener graves consecuencias negativas para la política exterior de los Estados Unidos», está dirigida a los dirigentes europeos: la Administración Trump, ahora fuertemente infiltrada por los señores de Silicon Valley, ya ha manifestado su voluntad de hacer inaplicables por todos los medios las leyes europeas de regulación del mercado y los contenidos digitales.

Como señala el periodista del Wall Street Journal, Yaroslav Trofinov: «Europa estaría asfixiando la democracia. Al mismo tiempo, en Zaporiyia y Crimea, la población ha podido votar libremente en referéndums para unirse a Rusia. La posición de la administración Trump no podría ser más clara».

La matriz rusa de esta práctica de injerencia es evidente. Como señala Pasquale Annicchino: «Tras un largo viaje, las ideas de la derecha religiosa estadounidense, después de influir en Rusia, regresan a casa».

La necesidad de aliados civilizacionales en Europa 

La estrecha relación entre Estados Unidos y Europa va más allá de la simple proximidad geográfica y las consideraciones políticas de carácter transaccional. Representa un vínculo único, forjado por una cultura común, una fe compartida, lazos familiares, ayuda mutua en tiempos de crisis y, sobre todo, un patrimonio civilizacional occidental común.

Está asociación transatlántica se basa en una rica tradición occidental fundada en el derecho natural, la ética de la virtud y la soberanía nacional.

Esta tradición tiene sus raíces en Atenas y Roma, atraviesa el cristianismo medieval y el derecho consuetudinario inglés, y se refleja finalmente en los documentos fundacionales de los Estados Unidos. La afirmación revolucionaria de la Declaración de que los hombres «son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables» se hace eco del pensamiento de Aristóteles, Tomás de Aquino y otros grandes pensadores europeos, que reconocían que todos los hombres poseen derechos naturales que ningún gobierno puede arbitrar ni negar. Estados Unidos sigue en deuda con Europa por este legado intelectual y cultural.

Este vínculo entre Europa y Estados Unidos también explica por qué hablamos con franqueza cuando no estamos de acuerdo o tenemos inquietudes, y es la razón por la que la administración Trump está hoy dando la voz de alarma en Europa. Cuando el vicepresidente Vance habló en la Conferencia de Seguridad de Múnich este año, expuso claramente el motivo de esta preocupación, afirmando: «Lo que me preocupa es la amenaza interna, el retroceso de Europa frente a algunos de sus valores más fundamentales, valores que comparte con los Estados Unidos de América».

Tras dos guerras mundiales devastadoras, las naciones europeas trataron de prevenir futuras catástrofes creando estructuras supranacionales destinadas a acercar a los países y fomentar unas relaciones diplomáticas y económicas más sólidas. Los partidarios de este nuevo orden —entre los que se encontraban partidos cristianos y prodemocracias animados por buenas intenciones— aspiraban a una gran transformación: un mundo que trascendiera las divisiones relacionadas con la nacionalidad y las convicciones para inaugurar una era de paz sin precedentes. Al superar los anclajes de la nación, la cultura y la tradición, el liberalismo mundial prometía lo que Francis Fukuyama denominó famosamente «el fin de la historia», la innovación política definitiva.

Hoy, esa promesa está hecha trizas. Lo que queda en su lugar es una agresiva ofensiva contra la propia civilización occidental. En toda Europa, los gobiernos han instrumentalizado las instituciones políticas contra sus propios ciudadanos y contra nuestro patrimonio común. Lejos de reforzar los principios democráticos, Europa se ha convertido en un foco de censura digital, migraciones masivas, restricciones a la libertad religiosa y muchas otras violaciones de la autonomía democrática.

Vance eeuu visita campo concentración nazi en Alemania

J.D. Vance, visitando el campo de concentración nazi de Dachau, Munich  |  Matthias Schrader / Ap-LaPresse

Estas preocupantes derivas se han intensificado en los últimos años. En el Reino Unido, la policía detiene a cristianos —como Adam Smith-Connor y Livia Tossici-Bolt— por rezar en silencio frente a clínicas que practican el aborto. En 2023, más de 12.000 ciudadanos británicos fueron detenidos por publicaciones en línea, en particular por comentarios críticos con la crisis migratoria en Europa, que las autoridades consideraron «gravemente ofensivos».

En Alemania, el Gobierno ha establecido sofisticados sistemas para vigilar y censurar el discurso en línea, con el pretexto de luchar contra la desinformación y prevenir los comentarios ofensivos. Cuando los ciudadanos alemanes expresan preocupaciones legítimas sobre los efectos económicos y sociales de la globalización o critican a los responsables políticos, se exponen a multas, acusaciones de extremismo e incluso a registros domiciliarios por parte de las fuerzas del orden. La Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea, presentada como un medio para proteger a los niños de los contenidos nocivos en línea, se utiliza en realidad para silenciar las voces disidentes mediante una moderación de contenidos digna de Orwell. Ahora, reguladores independientes supervisan las plataformas de redes sociales, incluidas las grandes empresas estadounidenses como X, y amenazan con multas cuantiosas en caso de incumplimiento de sus estrictas normas en materia de libertad de expresión.

Este entorno también limita el buen desarrollo de las elecciones en Europa. Como ha señalado recientemente el secretario Rubio, el partido popular Alternative für Deutschland acaba de ser calificado de «organización extremista» por los servicios de inteligencia alemanes, lo que podría llevar a su exclusión del proceso electoral. En Francia, la candidata presidencial Marine Le Pen ha sido condenada por malversación de fondos y, rompiendo con los procedimientos habituales, se le ha prohibido inmediatamente presentarse a las elecciones. También se han observado restricciones similares en Polonia y Rumanía contra determinados partidos políticos o responsables. Al mismo tiempo, naciones cristianas como Hungría son injustamente calificadas de regímenes autoritarios o violadores de los derechos humanos.

AFD Nazi simbolo, alemania

Un simpatizante de AfD hace el saludo hitleriano durante una protesta contra el gobierno en Berlín, Alemania, en 2022. | Fotografía: Christian Mang/Reuters

Este programa de Trump —impedir la autodeterminación de los pueblos europeos— está al servicio de una estrategia de «gran reparto» que el ideólogo Curtis Yarvin resumía en 2022: «Una vez que Putin tenga vía libre en el continente, cada vieja nación europea encontrará una mano amiga para restaurar su cultura tradicional y su forma de gobierno; cuanto más autocrática y legítima sea, mejor».

Los estadounidenses conocen bien estas tácticas. De hecho, se ha utilizado una estrategia similar de censura, demonización e instrumentalización burocrática contra el presidente Trump y sus seguidores. Esto revela que el proyecto liberal mundial no favorece el desarrollo de la democracia. Al contrario, la aplasta —al igual que el legado occidental— en nombre de una clase dirigente decadente que teme a su propio pueblo.

Samson, al igual que Vance, presenta a Estados Unidos como un país que ha salido de esta situación. Critica a la administración Biden por su «estrategia similar de censura, demonización e instrumentalización burocrática (…) contra el presidente Trump y sus seguidores». Vance se refería entonces a Trump como «el nuevo sheriff de la ciudad».

Nuestras preocupaciones no son partidistas, sino que se basan en principios. La supresión de la libertad de expresión, la facilitación de las migraciones masivas, la represión de las expresiones religiosas y el cuestionamiento de la elección electoral amenazan los cimientos mismos de la asociación transatlántica. Una Europa que reniega de sus raíces espirituales y culturales, que considera los valores tradicionales como reliquias peligrosas y que centraliza el poder en instituciones irresponsables es una Europa menos capaz de hacer frente a las amenazas externas y a la decadencia interna. En este sentido, lograr la paz en Europa y en el mundo no requiere un rechazo de nuestro patrimonio cultural común, sino su renovación.

El secretario Rubio dejó claro que el Departamento de Estado siempre actuará en interés nacional de EEUU. El retroceso democrático en Europa no sólo afecta a los ciudadanos europeos, sino que también afecta cada vez más a la seguridad y los vínculos económicos de Estados Unidos, así como a los derechos de libertad de expresión de los ciudadanos y las empresas estadounidenses.

Mientras que Vance pedía a los líderes europeos que «creyeran en la democracia» y se sometieran a la voluntad popular —«si quieren disfrutar de economías competitivas, energía asequible y cadenas de suministro seguras»—, Samson insta más directamente a las «naciones europeas a poner fin a la instrumentalización de los gobiernos contra quienes buscan defenderla».

Esperamos que Europa y Estados Unidos puedan volver a comprometerse con nuestro legado occidental y que las naciones europeas pongan fin a la instrumentalización de los gobiernos contra quienes buscan defenderla. No siempre estaremos de acuerdo en el alcance ni en los métodos, pero las medidas concretas de los gobiernos europeos para garantizar la protección de la libertad de expresión política y religiosa, asegurar fronteras seguras y elecciones justas serían avances bienvenidos.

Tras subrayar esta proximidad de valores y trayectorias de crisis, y considerar que Estados Unidos ya ha superado esta última, Samson no expresa abiertamente la voluntad de la Administración Trump de someter a Europa. Se limita a advertir que «el Departamento de Estado siempre actuará en interés nacional de Estados Unidos» y que «el retroceso democrático en Europa (…) afecta cada vez más a la seguridad y los vínculos económicos de Estados Unidos, así como a los derechos a la libertad de expresión de los ciudadanos y las empresas estadounidenses». Esta dinámica de vasallización se plasma hoy en la ambigüedad del concepto de “deslealtad” que figura en el artículo 899 de la BBB Act..

Estados Unidos sigue comprometido con una asociación sólida con Europa y con la cooperación en torno a objetivos comunes en materia de política exterior. Sin embargo, esta asociación debe basarse en nuestro patrimonio común y no en una conformidad globalista. Nuestra relación es demasiado importante, nuestra historia demasiado valiosa y los retos internacionales demasiado elevados como para poner en peligro esta asociación.

Samuel Samson sitúa esta proximidad en un contexto histórico mucho más amplio que Vance —que sólo se remonta a la Guerra Fría para oponer «a los defensores de la democracia a fuerzas mucho más tiránicas en este continente» y calificar mejor a los comisarios europeos de komissar—. Esta afinidad intelectual justificaría, según él, el derecho de Estados Unidos a dirigirse a los europeos «con franqueza».

Por eso, a ambos lados del Atlántico, se deben preservar los valores de nuestra cultura común, para que la civilización occidental siga siendo una fuente de virtud, libertad y desarrollo humano para las generaciones venideras.

 

"Estudio y practico la tecnología para odiarla mejor"

Nan June Paik (artista e investigador)
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