No te dejes engañar por el silencio de Latinoamérica ante Trump

Por Brian Winter | The New York Times
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Naval EEUU en américa latina y el caribe

Eres los Estados Unidos,

eres el futuro invasor

de la América ingenua que tiene sangre indígena…

Estas son algunas de las líneas iniciales de “A Roosevelt” del poeta nicaragüense Rubén Darío, escritas en 1904, otro momento en que los cañoneros estadounidenses merodeaban ominosamente por el mar Caribe. Darío se dirigía al presidente Theodore Roosevelt, quien acababa de utilizar el “gran garrote” del poder militar para apoyar la creación de una nueva nación, Panamá, para proteger el control estadounidense sobre la zona del canal en aquel país.

El poema de Darío se convirtió en un clásico de la literatura del movimiento antiimperialista que dominó Latinoamérica en el siglo pasado, un texto que llegó a influir en el cubano Fidel Castro, el rebelde nicaragüense Augusto César Sandino y el líder venezolano Hugo Chávez, entre otros.

En la actualidad, Estados Unidos vuelve a desplegar su poderío militar y económico en Latinoamérica como no se había visto en décadas. El presidente Donald Trump ha enviado una flotilla al sur del Caribe, destruyendo barcos de los que se dice que transportan drogas a Estados Unidos y amenazando con bombardear objetivos dentro de Venezuela en un aparente intento de forzar la salida de Nicolás Maduro, el líder autoritario del país.

Trump también ha recompensado a su “presidente favorito”, el argentino Javier Milei, con un rescate de 20.000 millones de dólares; ha prometido “recuperar” el Canal de Panamá; ha exigido a México que adopte una línea más dura contra el narcotráfico y la migración o, de lo contrario, se enfrentará a aranceles paralizantes; se ha apoyado en la Corte Suprema de Brasil para que retire un caso contra su aliado, el expresidente Jair Bolsonaro; ha respaldado al candidato conservador en las elecciones presidenciales de Honduras; y ha presionado a países de todo el hemisferio para que rechacen la influencia china. Su enfoque equivale a una expresión moderna de la doctrina Monroe: la idea, formulada por primera vez en 1823 por el quinto presidente estadounidense, de que las potencias extranjeras no son bienvenidas en el llamado patio trasero de Estados Unidos.

Sin embargo, si hay herederos de Rubén Darío, han permanecido sorprendentemente callados. La reacción dentro de la región a la “doctrina Donroe”, como algunos llaman a la política de Trump hacia Latinoamérica, ha sido hasta ahora mayoritariamente silenciosa, y a menudo de franco apoyo. Pero aunque el enfoque agresivo de Trump ha encontrado terreno fértil en todo el hemisferio, la historia sugiere que, si los funcionarios de Washington se exceden, corren el riesgo de sembrar las semillas de una reacción antiestadounidense que podría sobrevivir al actual gobierno.

Muchas naciones que en el pasado se resistieron al poder estadounidense han abrazado abiertamente la renovada atención del gobierno hacia la región. La lista de gobiernos alineados con Trump incluye a la República Dominicana, donde las tropas estadounidenses intervinieron de 1916 a 1924 y de nuevo de 1965 a 1966; Panamá, escenario de una invasión estadounidense en 1989; y Argentina, Ecuador y Guyana, entre otros. En una encuesta reciente, el 53 por ciento de los encuestados de toda Latinoamérica dijeron que apoyarían una intervención militar estadounidense para deponer a Maduro.

Incluso gran parte de la izquierda latinoamericana se ha visto sometida, lo que ha frustrado a muchos de sus líderes. “¿A qué se debe el silencio del progresismo y de los gobiernos?”, se desahogó en noviembre en las redes sociales el presidente de Colombia, Gustavo Petro, uno de los críticos más acérrimos de Trump. Clarín, una publicación política de izquierda en Chile, advirtió: “Es urgente que América Latina recupere una voz común frente a estas agresiones”. En una reciente cumbre de dirigentes latinoamericanos, caribeños y europeos, fracasó el intento de convencer a los gobiernos de la región para que firmaran una declaración de condena explícita de la campaña de bombardeos navales de Estados Unidos.

¿Qué explica esta relativa conformidad? Seguramente, algunos líderes se han callado por miedo a acabar ellos mismos en la mira de Trump. Para otros, en particular la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, sus países dependen tanto económicamente de Estados Unidos que quizá perciban el pragmatismo silencioso como la única opción. Una razón principal parece ser que muchos latinoamericanos están de acuerdo con la decisión de Trump de adoptar un enfoque más duro contra las bandas y los cárteles de la región.

Aunque el crimen organizado no es un problema nuevo, ha empeorado considerablemente en la última década. En ese tiempo, la cantidad de cocaína producida en Latinoamérica se ha duplicado como mínimo. Los cárteles de la droga, rebosantes de dinero, se han diversificado hacia la extorsión, la minería ilegal y la trata de seres humanos. La violencia ha estallado incluso en países como Costa Rica y Ecuador, antes considerados oasis de relativa tranquilidad. Encuesta tras encuesta, la delincuencia ha superado al desempleo o a la atención sanitaria como la principal preocupación de los votantes en gran parte de la región.

Como consecuencia, la política latinoamericana parece estar desplazándose cada vez más hacia la derecha. José Antonio Kast, gran favorito para ganar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile en diciembre, ha prometido construir una barrera fronteriza similar a la de Trump para mantener alejados a los inmigrantes, a los que culpa del aumento de la delincuencia. Rodrigo Paz Pereira, el primer presidente no socialista de Bolivia en unas dos décadas, ha restablecido plenas relaciones diplomáticas con Washington, y recibió a una delegación de funcionarios estadounidenses en su toma de posesión para discutir posibles acuerdos sobre minería y lucha contra la droga. Con figuras conservadoras también obteniendo buenos resultados en las encuestas de las próximas elecciones en Perú, Colombia, Costa Rica y Brasil, es posible imaginar una Latinoamérica que dentro de un año esté aún más alineada con Trump.

Los persistentes sentimientos antiimperialistas reflejados en los versos de Darío deberían seguir inspirando cautela. En 1912, ocho años después de que Darío publicara su poema, los políticos conservadores de Nicaragua solicitaron, y recibieron, un contingente de soldados estadounidenses en nombre del restablecimiento de la ley y el orden. Esas fuerzas estadounidenses permanecerían allí durante la mayor parte de las dos décadas siguientes, un periodo en el que Estados Unidos también envió soldados a Cuba, México, Honduras, Haití y la República Dominicana. Aquellas intervenciones dejaron un profundo sedimento de resentimiento público que más tarde contribuyó a alimentar movimientos antiestadounidenses, desde la revolución de Fidel Castro hasta la rebelión sandinista en Nicaragua, y complicó los intereses empresariales y diplomáticos estadounidenses en toda Latinoamérica durante gran parte del siglo XX.

Nadie espera que Trump, quien hizo campaña prometiendo mantener a Estados Unidos fuera de guerras extranjeras innecesarias, envíe soldados a una oleada de ocupaciones del siglo XXI. Latinoamérica es una región mucho más democrática de lo que era incluso hace una o dos generaciones, lo que significa que los líderes pueden trabajar con Washington sin tener que enfrentar acusaciones de ser “vendepatrias”.

Pero sería un error suponer que ha desaparecido la aversión histórica a la mano dura del Tío Sam. Trump ha limitado principalmente sus esfuerzos militares a atacar a Venezuela, una dictadura con pocos amigos en la región. Sin embargo, si ampliara su campaña de bombardeos antidroga a democracias como México y Colombia, una posibilidad que ha planteado recientemente a los periodistas, podría provocar una reacción mucho mayor. Los nuevos intentos de Trump de inclinar la balanza a favor de sus amigos en las próximas elecciones también podrían resultar contraproducentes, como ocurrió recientemente en Brasil, donde la presión estadounidense no solo no consiguió mantener a Bolsonaro fuera de la cárcel, sino que avivó una ola de nacionalismo que reforzó la popularidad del presidente político de izquierda del país, Luiz Inácio Lula da Silva.

Algunos de los mismos dirigentes que se muerden la lengua ante las provocaciones de Trump también están negociando discretamente con Pekín y con posibles socios en Europa y Medio Oriente, con la esperanza de encontrar alternativas a un hegemón que consideran cada vez más prepotente y poco fiable. Cuando Washington utiliza un garrote demasiado grande en Latinoamérica, el costo puede medirse no solo en años, sino en décadas.


"La realidad no ha desaparecido, se ha convertido en un reflejo"

Jianwei Xun
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