
Soldado israelí con un parche del Gran Israel con la inscripción "la Tierra Prometida de Israel".
En Israel el poder está en manos de los mismos colonos. Ya no hay una distinción apreciable entre el Gobierno y el movimiento colono. Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, con poderes sin precedentes sobre la política de colonias en Cisjordania, donde ejerce como gobernador, es famoso por su defensa del Gran Israel. Al mismo tiempo, se ha creado el Movimiento Uri Tzafon que defiende la colonización de los territorios del sur de Líbano y Siria ocupados por Israel.
Israel es un Estado peculiar. No sólo porque fue fundado por un movimiento colono judío a través de la fuerza de las armas en 1948, sino porque sus fronteras nunca se han llegado a definir. En 1947, la recién nacida Organización de las Naciones Unidas decidió votar en favor de resolver la cuestión del Mandato británico de Palestina mediante la partición del territorio.
El plan de partición de la resolución 181 contemplaba la creación de un Estado judío en el 56% del territorio y un Estado árabe en el 42% restante. Sin embargo, este plan nunca fue implementado. Con la disolución del Mandato británico, el movimiento sionista proclamó el nuevo Estado de Israel y sus fronteras las definió la guerra: la Línea Verde del armisticio de 1949 –Israel ocupaba el 78% de Palestina–.
Esta demarcación temporal hasta que hubiera un acuerdo de paz se convirtió en los límites fronterizos de facto del Estado hebreo, y la frontera reconocida internacionalmente. Pero Tel Aviv nunca limitó la extensión de su territorio; al contrario, veía esta frontera también como temporal y tenía la esperanza de alcanzar el Gran Israel, concepto que ha ido cambiando con el tiempo.
La primera piedra de la Casa de Sion
Para los primeros sionistas la aspiración era colonizar la tierra de Canaan, la Tierra Prometida o la Tierra Sagrada, cuya extensión variaba según los mapas o fuentes históricas que se tomarán. En general se consideraba que Eretz Israel abarcaba desde el Néguev hasta Beirut, tomando casi todo el Levante, dependiendo de qué mapas de los antiguos reinos de Israel, de Judea o Herodiano se tomasen como referencia.
Pero, según la Biblia, en el libro del Génesis, Dios promete a Abraham la tierra “desde el río de Egipto hasta el Éufrates” para él y sus descendientes. En el libro del Deuteronomio, Dios le dice a Moisés que guíe al pueblo hebreo en la conquista de la tierra que incluye toda Palestina, todo el Líbano y partes de Jordania, Siria y Egipto.
Y en el libro de Samuel se describe la “monarquía unida” establecida por el rey Saúl de la Biblia, que luego fue ampliada por el rey David de la Biblia para incluir Palestina sin el desierto del Néguev, partes de Jordania, todo el Líbano y partes de Siria.
Por lo tanto, es importante tener presente que el movimiento sionista pasó por muchas fases y que las opiniones de los ideólogos sobre la definición exacta de un Gran Israel y la delimitación ideal de sus fronteras fluctuaron a lo largo de los años.
En sus diarios de 1898, Theodor Herzl, fundador del sionismo moderno, menciona una conversación con Max Bodenheimer, otra figura notable del movimiento sionista y su estrecho colaborador, quien sugiere que un Estado judío debería extenderse “desde el arroyo de Egipto hasta el Éufrates”, una idea que Herzl aprobó como “en parte excelente”.
En su folleto de 1896, Der Judenstaat, Herzl imagina una patria israelí que se establecería de la siguiente manera: “La frontera norte serían las montañas frente a Capadocia en Turquía; la sur, el Canal de Suez”. También señala que serviría como un “muro de defensa para Europa en Asia, un puesto de avanzada de la civilización contra la barbarie”.
Dadas las circunstancias restrictivas que rodearon la colonización sionista en sus inicios, los sionistas entendieron que, para obtener ventaja, se requería un compromiso temporal entre sus grandiosas ambiciones territoriales y sus necesidades instrumentales inmediatas. Así pues, estuvieron dispuestos a aceptar menos territorio al principio, a cambio de un Estado con soberanía política.
Sin embargo, su determinación de apoderarse de más cuando se presentara una oportunidad propicia nunca se abandonó. Es a razón de esta realidad que el jefe de la Organización Sionista Mundial, Chaim Weizmann, propuso un mapa para la colonia judía en la Conferencia de Paz de París de 1919 que no abarcaba la tierra “Prometida por Dios”, desde el Nilo hasta el Éufrates. En cambio, las fronteras propuestas se trazaron de acuerdo con cálculos geopolíticos para dominar los recursos hídricos de la región, incorporando:
“Primero, toda la Palestina bajo mandato británico; segundo, el sur del Líbano, incluidas las ciudades de Tiro y Sidón, las cabeceras del río Jordán en el monte Hermón y la parte sur del río Litani. En tercer lugar, en el frente sirio, los Altos del Golán, incluyendo la ciudad de Quneitra, el río Yarmuk y las aguas termales de El-Himmeh.
En cuarto lugar, en el frente jordano, todo el valle del Jordán, el mar Muerto y las Tierras Altas Orientales hasta las afueras de Amán, extendiéndose hacia el sur a lo largo del ferrocarril de Hiyaz hasta el golfo de Aqaba, dejando a Jordania sin acceso al mar. En quinto lugar, en el frente egipcio, desde El Arish en el Mediterráneo en dirección sur hasta el golfo de Aqaba”.
La decisión del Imperio Británico y la Sociedad de Naciones de no incluir la orilla oriental del río Jordán dentro del Mandato británico de Palestina, concediendo las tierras a la monarquía Hachemita para formar el Emirato Árabe de Transjordania, generó la primera división entre el movimiento sionista.
El líder y teórico sionista Ze’ev Jabotinsky, fundador de la corriente revisionista dentro del sionismo, no estaba de acuerdo e insistió en que el proyecto sionista debía incluir Jordania.
Fundó entonces la banda paramilitar Irgun, cuyo emblema incluía un mapa de Palestina y Jordania y la inscripción Eretz Israel. Su principal lema de batalla era: “Las dos orillas del río Jordán”. Esto se convirtió en la concepción política moderna del Gran Israel. Los revisionistas plantearon desde entonces el mito de que esta había sido la “primera partición de Palestina”.
Completar la conquista de 1948
Con la fundación del Estado de Israel, los líderes sionistas habían insistido en aceptar las soluciones pragmáticas y prácticas. El objetivo era el máximo territorio con la menor cantidad posible de palestinos –o árabes–.
El propio padre del Estado judío y primer ministro, David Ben-Gurion, no concebía las fronteras de 1949 como definitivas, sino como un primer paso a la esperaba del momento oportuno para completar la conquista de Eretz Yisrael Ha-Shlema –traducible como “toda la Tierra de Israel”–.
De hecho, esto fue expresado con precisión en 1937 por Ben-Gurion cuando declaró que “un Estado judío parcial no es el fin, sino solo el comienzo…” y que “aceptaremos un Estado dentro de los límites fijados hoy, pero los límites de las aspiraciones sionistas son asunto del pueblo judío y ningún factor externo podrá limitarlos”.
Esto implicaba que Tel Aviv nunca debería conformarse con ninguna limitación con respecto a sus fronteras. Es precisamente por eso que, hasta el día de hoy, el Estado hebreo no ha definido sus fronteras.
El rabino Fischmann, miembro de la Agencia Judía para Palestina que ayudó a redactar la Declaración de Independencia de Israel, explicó ante el Comité Especial de Investigación de la ONU, el 9 de julio de 1947, que “la Tierra Prometida era bastante grande: desde el río Egipto hasta el Éufrates” y que “la promesa se le dio a Abraham, Isaac y Jacob hace unos 4.000 años y se le reafirmó a Moisés”.
En 1951, Ben-Gurion escribiría: “Ya se ha dicho que, cuando se fundó el Estado, este solo albergaba al seis por ciento del pueblo judío que había sobrevivido al cataclismo nazi. Ahora hay que añadir que se ha establecido solo en una parte de la Tierra de Israel. Incluso aquellos que dudan de la restauración de las fronteras históricas, fijadas, cristalizadas y otorgadas desde el principio de los tiempos, difícilmente negarán la anomalía de los límites del nuevo Estado”.
No fue hasta 1967 que Israel cumplió parcialmente su aspiración de controlar más territorio al ocupar los Altos del Golán sirios, la Franja de Gaza, Cisjordania y la península del Sinaí.
Era la oportunidad de oro para crear un Israel “viable” y “natural” que no habían logrado construir en 1948. Ahora podían rectificar lo que el Gobierno denominaba bechiya ledorot, que literalmente significa “las generaciones siguientes llorarán”. Los límites anteriores a 1967 empezaron a ser considerados las “fronteras Auschwitz” en la terminología extremista de Abba Eban.
Fue en esta época cuando nació un nuevo movimiento colono, esta vez de tendencia mesiánica que consideraba la expansión de Israel más allá de sus fronteras como parte del cumplimiento del fin de los tiempos y la llegada del Mesías judío. El movimiento Gush Emunim –el Bloque de los Creyentos– encabezó la colonización en Cisjordania, la Franja de Gaza, los Altos del Golán y la península del Sinaí, apoyado por el Gobierno laborista.
La llegada al poder del Likud por primera vez con Menahem Begin, un defensor del Gran Israel, tuvo que asumir contrariamente la retirada de la península del Sinaí, un sacrificio necesario para continuar la colonización en Cisjordania, y que tendría como contraparte la anexión de los Altos del Golán y de Jerusalén oriental.
Una lógica similar se repetiría años después con Ariel Sharon y la retirada de la Franja de Gaza en 2005, así como con el papel desempeñado por los Acuerdos de Oslo. Los registros evidencian que la ocupación colonial ha estado jugando pacientemente a largo plazo, poniendo gradualmente más tierra palestina bajo su control día a día.
El Gran Israel y el sur del Río Litani
El término Gran Israel resurgió en los medios de comunicación durante la invasión israelí del Líbano en 1982, cuando las fuerzas israelíes se adentraron en territorio libanés más allá del río Litani, que en una de las versiones bíblicas es el límite norte del Gran Israel.
El Litani, el río más largo del Líbano, se extiende 170 kilómetros al sur desde el valle de la Bekaa, fluye a lo largo del frente oriental de la cordillera del Líbano y se desvía bruscamente hacia el oeste, hacia el mar Mediterráneo, al norte de Tiro.
Documentos históricos que revelan planes sionistas para tomar el control del río datan de antes del establecimiento del Estado. Su importancia se debe a que es una fuente de agua vital, además de que sus alrededores tienen un valor estratégico militar. La prioridad de acceder a los recursos hídricos ya se articuló en una carta de 1919 que Weizmann envió a David Lloyd George, primer ministro y jefe de la delegación británica en la Conferencia de Paz de París, en la que escribió:
“Todo el futuro económico de Palestina depende de su suministro de agua para riego y para energía eléctrica, y el suministro de agua debe derivarse principalmente de las laderas del Monte Hermón [Altos del Golán], de las cabeceras del Jordán y del río Litani en el Líbano”.
En 1967 Israel tomó control de ingentes recursos hídricos, al conquistar los Altos del Golán, al este del río Jordán, así como el mar de Galilea –también conocido como Lago Tiberíades–, pero no el río Litani. El ministro de Defensa, Moshe Dayan, declaró que “Israel había logrado fronteras provisionalmente satisfactorias, con la excepción de las que limitan con el Líbano”.
La idea de ocupar el sur del Líbano fue adoptada con entusiasmo por Moshe Dayan, así como por Ben Gurion, y también se mencionó en los diarios del primer ministro israelí Moshe Sharett.
La convicción de Ben Gurion de un Israel con el Litani como su frontera norte quedó registrada en un libro que publicó en 1918. Esta idea seguiría siendo una parte esencial de su visión del Estado judío durante los años venideros.
Pero, tras años de ocupación, Israel se vio obligado a retirarse del Líbano en el año 2000 ante la presión guerrillera de Hezbolá. Fue entonces cuando su líder, Hasan Nasrallah, declaró en su famoso discurso en Bint Jbeil que “el proyecto del Gran Israel ha terminado”.
Un nuevo concepto del Gran Israel
En 1982, Tel Aviv también mantenía la idea de redibujar las fronteras fragmentando el Líbano para permitir el establecimiento de un Estado cristiano con el Litani como su frontera sur, administrado por Israel.
Esta idea ha formado parte de un proyecto más amplio de los estrategas sionistas. Considerando la dificultad, tanto por capacidades demográficas como por impedimentos políticos, para colonizar del “Nilo al Eufrates”, se adoptó una aproximación indirecta. El objetivo era fragmentar y debilitar a todas las naciones contenidas dentro de la tierra de la “Promesa de Dios”.
Por lo tanto, en lugar de ser naciones cohesionadas, la fragmentación de estos Estados históricamente diversos en grupos sectarios y étnicos, donde las identidades subestatales se exacerban y se ven sumidas en el conflicto, los hace más vulnerables a la hegemonía israelí y menos capaces de proyectar poder y coordinar acciones contra ella.
Esto crea el terreno ideal para la sumisión a los planes más amplios. En ese caso, incluso si no se logra físicamente un Gran Israel, al menos seguirá siendo capaz de imponer su supremacía sobre la región.
Esto se articuló mejor en un artículo notorio titulado Una estrategia para Israel en la década de 1980, publicado en 1982 en la revista trimestral Kivunim, una publicación del Departamento de Información de la Organización Sionista Mundial. El artículo fue escrito por el periodista y alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, Oded Yinon, quien abogó precisamente por un plan estratégico de divide y vencerás para fragmentar la región a favor de Israel:
“La disolución total del Líbano en cinco provincias sirve de precedente para todo el mundo árabe, incluyendo Egipto, Siria, Irak y la Península Arábiga, y ya está siguiendo ese camino.
La disolución posterior de Siria e Irak en áreas étnica o religiosamente únicas, como en el Líbano, es el objetivo principal de Israel en el frente oriental a largo plazo, mientras que la disolución del poder militar de esos Estados sirve como objetivo principal a corto plazo.
Siria se desintegrará, de acuerdo con su estructura étnica y religiosa, en varios Estados como en el actual Líbano, de modo que habrá un Estado chiíta alauita a lo largo de su costa, uno sunita en la zona de Alepo, otro sunita en Damasco hostil a su vecino del norte, y los drusos que establecerán un Estado, tal vez incluso en nuestros Altos del Golán, y ciertamente en Haurán y en el norte de Jordania. Este estado de cosas será la garantía de paz y seguridad en la zona a largo plazo, y ese objetivo ya está a nuestro alcance hoy”.
Los últimos 25 años hemos podido asistir el despliegue de esa estrategia en tándem con los neoconservadores estadounidenses, con la invasión de Irak en 2003, la intervención en Libia en 2011 y la guerra civil en Siria en 2012. El 7 de octubre de 2023 ha generado unas nuevas condiciones para renovar la idea del Gran Israel.
El genocidio en la Franja de Gaza y la demarcación de la Línea Amarilla, como línea de “cerco y control”, han permitido al Estado sionista, en sus palabras, “controlar más del 50% del territorio, sin controlar la población”.
En Siria, la Línea Morada ha desaparecido e Israel controla ahora hasta el monte Hermón y se encuentra apenas unos kilómetros a las puertas de Damasco como siempre soñó. En Líbano, la Línea Azul es poco más que una ficción y ha vuelto a establecer una ocupación al sur del río Litani, más sofisticada. Mientras tanto, en Cisjordania, los colonos gobiernan la administración del territorio y la anexión del territorio es un hecho casi consumado.
En Israel el poder está en manos de los mismos colonos. Ya no hay una distinción apreciable entre el Gobierno y el movimiento colono. Bezalel Smotrich, que ahora ocupa el cargo de ministro de Finanzas, con poderes sin precedentes sobre la política de colonias en Cisjordania, donde ejerce como gobernador, es famoso por su defensa del Gran Israel.
En una antigua entrevista recogida en un documental del canal franco-alemán Arte, afirmó que soñaba con un “Gran Israel que se extendiera desde el Nilo y el Éufrates”, con los límites de la Jerusalén judía llegando hasta la capital siria, Damasco.
En marzo de 2023, Smotrich desató la polémica al pronunciar un discurso ante un grupo de activistas proisraelíes en París desde un estrado decorado con el mapa del Gran Israel de Jabotinsky, tomado del antiguo emblema del Irgun, que incluía Palestina y Jordania.
Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional, ha organizado repetidas conferencias junto a Smotrich, otros ministros del Likud y líderes colonos como Daniella Weiss, que defiende un Israel “del Nilo al Éufrates”, y su organización Nachala para promocionar la colonización de la Franja de Gaza.
Al mismo tiempo se ha creado el Movimiento Uri Tzafon que defiende la colonización de los territorios del sur de Líbano y Siria ocupados por Israel. Y el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, habla con confianza que se siente conectado y forma parte de su visión el Gran Israel.












