El fenómeno porno

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Una mujer por la que muchos no darían nada se ha convertido en el principal éxito de libería en Europa y los Estados Unidos. Es apenas una señora con muchos kilos demás, que se asemeja a las típicas amas de casa. Además bajita y con el pelo oscuro cayéndole sobre los hombros y la frente. Una más entre las miles que se amontonan cada tarde a la salida de los colegios para hablar del fútbol de los chicos, los maridos andropáusicos y esa clase de cosas. 

Las sagas de Harry Potter y “Crepúsculo” ya tienen competencia.  Erika Leonard James ha vendidos millones de copias con “Cincuenta sombras de Grey”, el primer título de una trilogía erótica que primero se conoció a través de Internet, para recién después aparecer en papel. En muy poco tiempo escaló los listados de los libros más vendidos. Por el momento el libro no se lo puede encontrar en ninguna librería  del país, aunque sin escalas aterrizó en Argentina y en otros países de América latina. 

La autora de este best-seller (publicado por Grijalbo) es una productora de televisión, casada y madre de dos hijas, que reside en las afueras de Londres. Su éxito se asemeja al que obtuvo J.K. Rowling con Harry Potter.  Fanática de “Crepúsculo”, Erika Leonard (tal su verdadero nombre) – ya está en la lista de las 100 personas más influyentes que elabora la revista Time – comenzó con una fan ficción (una reescritura online de alguien sobre sus libros favoritos). Al principio hasta copió los nombres de las estrellas de la novela de Stephenie Meyer. Pero enseguida la historia adquirió vida propia y se alejó de los famosos vampiros. 

Los ingredientes de su receta comienzan por respetar a rajatabla la novela rosa y la psicología de los personajes en el contexto de una relación sadomasoquista en la que las escenas de sexo son minuciosamente descriptas, aunque sin un lenguaje vulgar o grosero. 

Inocencia y sadismo. El libro narra la historia de amor entre una joven virgen, Anastasia Steele, absolutamente inexperta sobre el sexo, que se enamora de un millonario, adicto al sadomasoquismo. Este hombre firma un contrato con la jovencita fijando las reglas del juego: el amor crecerá en ese contexto de látigos, esposas y otros juguetes en búsqueda de nuevas sensaciones y fantasías. Sin embargo, esto no presupone ni maltrato ni humillación para la joven, quien poco a poco irá descubriendo -junto al lector- el pasado de su amor. Anastasia se da cuenta de que le gustan los chicos malos -Grey tuvo una infancia con 50 sombras- y sabe que es un caballero oscuro al que confía poder llevar a la luz. 

“Si hay algo que le gusta a las mujeres es redimir a los hombres”, opinó un crítico, tratando de encontrarle una explicación racional a este boom inesperado. “Sí, las escenas son muy gráficas, pero cuando la gente se enamora tiene sexo”, resumió la autora en una entrevista. Leída por 10 millones de estadounidenses y vendida en 40 países, esta primera entrega será completada este año con “Cincuenta sombras más oscuras” y “Cincuenta sombras liberadas”. 

La autora. Quien la viera así, desprendida de todo lo que hoy ya es “su circunstancia” (los millones de copias que vendió “Cincuenta sombras de Grey”, su novela debut, el millonario adelanto por los derechos para filmarla, los críticos enloquecidos con el supuesto nacimiento de “un nuevo género: el porno para mamás”) tal vez podría tomarla por una versión 3.0 (con las cejas depiladas y unos cuantos años menos) de otra inglesa que también se hizo famosa de la noche a la mañana: Susan Boyle, “el ángel peludo”, aquella señora que hace tres años apareció en el show “Britain´s got talent” y enamoró a todos con su voz celestial. Otros, tal vez más precisos, prefieren comparar a Erika Leonard James con K. H Rowling, la autora de Harry Potter.

Pero no solo porque las dos sean inglesas sino porque ambas pasaron de pobres y anónimas a ricas y famosas gracias a su escritura. La diferencia es que mientras la rubia Rowling optó por los calderos y los libros de magia para sumar kilómetros de ceros a su cuenta bancaria, a James se le dio por fustas, látigos, cadenas y demás artilugios del arsenal sadomasoquista. Su acierto -y qué acierto- fue mezclar toda esta batería de dispositivos made in Sade con lo más tradicional del relato rosa, de romance arquetípico.

Una especie de Pucca en traje de dominatrix o -para decirlo más directamente-  una historia de amor clásica (chico guapo, chica hermosa, encuentro, tironeo, beso, la serie completa), pero con reiterados shocks de sexo hardcore.