Lo que hay que oír por ser mujer

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La plataforma ‘Sexismo cotidiano’ registra las situaciones de discriminación que cada día viven las mujeres, tan naturalizadas en la sociedad que quedan impunes

“Sexismo cotidiano es no poder ir por la calle sola de noche sin pasar miedo. Es sentirte incómoda al pasar por delante de un grupo de hombres por temor a las coletillas. Es tener que aguantar todo tipo de comentarios y miradas y que, si contestas, encima te insulten. Es tener a uno o más tíos siguiéndote (a pie o en coche) y diciéndote vulgaridades hasta tener que salir corriendo para librarte de ellos. Es que te valoren más por tu aspecto físico que por tu inteligencia. Que te traten como si fueras una niña pequeña a pesar de ser igual o mayor edad que ellos. Que hablen a tu pareja (varón) y que a ti te ignoren. Que pagues tú y le den las vueltas a tu pareja (varón). Y un largo etcétera”. Por suerte, no todos los hombres tratan así a las mujeres, ni mucho menos. Pero es verdad que este tipo de actuaciones suceden a diario y suelen quedar impunes. Alguien, una mujer sin identificar, las ha contado en la web ‘Sexismo cotidiano’, un proyecto virtual que ofrece la oportunidad de registrar las experiencias sexistas que, en especial las mujeres, sufren cada día. Una especie de desahogo frente a situaciones injustas, a veces tan triviales y naturalizadas en la sociedad “que ni siquiera nos sentimos capaces de protestar”, indica Mariela Magnelli, gestora de la web en español. “Al compartir tu historia estás mostrándole al mundo que el sexismo existe, que las mujeres lo vivimos todos los días y que es un problema válido que podemos y debemos discutir”, indica. Es algo tan sencillo como dar a la mujer la oportunidad de expresar su indignación, su sorpresa, su hastío o incluso su fastidio frente a una circunstancia de desigualdad de género o de discriminación vivida. Por ejemplo: “El otro día hablaba con un amigo que me contaba que ahora, para ligar, se debía jugar a ser feminista. Me dio asco”, expone otra mujer.

La plataforma ‘Sexismo cotidiano’ nació hace un año en Gran Bretaña como ‘Everyday Sexism Project’ de la mano de la escritora Laura Bates, a la que un hombre manoseó la pierna mientras viajaba en metro. “Todo empezó porque tuve una semana muy mala”, suele explicar. En una sola semana, un hombre le toqueteó una pierna en el autobús, varios chicos le lanzaron piropos desde un coche y dos hombres hablaron de sus pechos al verla en la calle. Se lo contó a sus amigas. Qué sorpresa, todas tenían historias similares que contar. Pero también tuvo que oír que estaba exagerando y que tenía que tener más sentido del humor. Frustrada, decidió empezar con la web. “Si todas contábamos nuestras experiencias la gente se dará cuenta del problema en vez de creer que está superado”. Por ahora ya hay escritas más de 30.000 historias, de las que cerca de un millar proceden del sitio web en España (http://espana.everydaysexism.com). Casi todas son anónimas, aunque algunos testimonios figuran con nombre y apellidos, y una gran parte tienen como protagonistas a niñas y adolescentes. India, Serbia, México, Uruguay, Ecuador… quieren ya abrir su propia web.

Repasando los testimonios, hay auténticas crueldades y faltas de respeto hacia la mujer. “Hace años, en una ocasión que estábamos varios familiares juntos, mi abuelo, que era ya mayor y no recordaba casi nada, hizo un comentario sobre mi culo. Mis tías, que estaban allí, o se hicieron las sordas o estaban distraídas con algo, pero mi padre y algún que otro tío mío comenzaron con las risitas… Yo no sabía ni qué cara poner ni qué decir, acabé por hacer que no había escuchado nada. Mi abuelo era mayor y no recordaba ni quién era yo, pero mi padre y mis tíos reaccionaron de la peor forma posible”. “Tener que esconderse en una tienda porque un señor ha decidido que tienes que prestarle atención y te ha estado siguiendo por la calle, ¿es normal?”, plantea otra persona, identificada como Neko. Bego narra lo siguiente: “La semana pasada, en el gimnasio, mientras hago ejercicio, noto que alguien por la espalda me retira un poco la camiseta. Me giré y era un nuevo monitor. Terminé ese ejercicio y fui a donde estaba y, muy educadamente, le pregunté si había sido él el que me había retirado un tirante. Me dijo que sí, que para ver mi tatuaje. Le contesté que para otra vez me pidiera permiso antes porque no me gusta que me retiren la ropa sin mi consentimiento. No se lo esperaba, claro… Por cierto, que allí hay decenas de hombres tatuados y a ninguno le retiró la camiseta. Luego se quiso hacer el simpático conmigo invitándome a su clase, a cual rechacé”. Y María ofrece un escueto, pero revelador, testimonio: “Llevo el pelo corto, cortísimo. La última es que un hombre se me acerca en la calle y me espeta: ‘¡lesbiana!”.

Mujeres que toleran

Entre los testimonios, también hay pruebas de que el sexismo afecta a todos. Sin ir más lejos, a mujeres que toleran, admiten, fomentan y jalean este tipo de conductas. Así pues, una chica comenta cómo mientras escogía un vestido para una gala de fin de curso, su madre le instó a escoger uno en el que se viera pierna porque es lo que a los hombres les gusta. “Sexismo es entrar a una tienda de prensa y que la señora que atiende te pregunte qué quieres. Responder que estás pensando qué revista llevarte y que despliegue ante tus ojos varias revistas femeninas y algunas del corazón. Me quedé sin palabras, y cuando le digo que estaba dudando entre la ‘Muy interesante Historia’ y la ‘Emprendedores’, la señora pone cara de sorpresa y pasa a sonreír con nerviosismo…”, relata Cristina. Y no faltan experiencias vividas por personas del sexo masculino. “Mi compañero de piso -explica Luis- le ha sido infiel a su novia en numerosas ocasiones. Hace unos meses cortó con ella. Sus motivos: ella está demasiado gorda y él quiere ‘culitos más prietos’, según sus propias palabras. Irónicamente, él es obeso”. La misma persona ofrece otra historia sexista vivida en primera persona: “Una vez, hace años, me dejó una chica en un pub. Ella me había sido infiel. Salí a la calle llorando. Me encontré con un primo mío que pasaba por ahí. Tiene mi edad. Le conté lo sucedido. Su respuesta fue: ‘esto te pasa por ser demasiado bueno; tienes que atarlas más en corto'”. Asimismo, un padre explica cómo cada vez que sale con sus hijos tiene problemas a la hora de cambiarles los pañales por estar los cambiadores en los baños de mujeres. En un restaurante le llegaron a decir que lo cambiara en el suelo.

La pregunta es: ¿qué hacer con tantísimos testimonios desagradables? “Buscarles el lado práctico”, explica Mariela Magnelli. “Debemos ver de qué manera pueden ayudar para modificar leyes discriminatorias de ciertos países y cómo ayudar a acercar recursos a proyectos relacionados con la desigualdad de género”. El futuro es, pues, salir de Internet. Por lo pronto, la policía británica se ha interesado por la plataforma de Laura Bates. Le pidieron los datos recolectados en su web acerca de los tipos de agresión sufridos por mujeres en el transporte público londinense y las localizaciones más frecuentes. Las denuncias han aumentado un 30% y ya hay tres detenidos.