Rousseff quiere blindarse

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La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha anunciado por Twitter un plan para proteger los correos electrónicos del Gobierno de cualquier intento de espionaje. Normal, si se tiene en cuenta que las filtraciones del exanalista Edward Snowden destaparon que las comunicaciones de la presidenta estaban siendo espiadas con fruición por los servicios estadounidenses. Por eso, en un gesto tan inédito como explicable, Rousseff dio un puñetazo en la mesa y postergó para mejor ocasión la visita de Estado a Washington prevista el 23 de octubre. Entre socios eso no se hace.

El espionaje político está feo, pero no parece muy probable que la agencia de seguridad de EE UU se topara con demasiados secretos inconfesables de una mandataria austera y democrática. Lo que más preocupa a Rousseff es el espionaje económico. Según los documentos filtrados, los estadounidenses fisgonearon en los datos de la estatal Petrobras, y Canadá espió las comunicaciones del Ministerio de Minas y Energía: no en vano hay más de 100 empresas canadienses con inversiones en ese sector.

Brasil no solo quiere blindar las cuentas oficiales. También pretende establecer un sistema público de correo electrónico codificado, con una red local que no dependa de los operadores de EE UU. Es decir, con una compañía que mantenga los servidores en Brasil, encripte todo el tráfico dentro y fuera del país y solo dé acceso a los servicios de seguridad brasileños. Ahora bien, según los expertos, será como poner puertas al campo. El blindaje se romperá en el momento en que un pirata penetre un ordenador o cuando un usuario intercambie mensajes con otros servicios no seguros, algo inevitable ya que, por ejemplo, solo Gmail tiene un tercio del tráfico mundial de correos.

O sea, que la guerra contra el ciberespionaje resulta complicada. Que se lo digan a Estados Unidos, víctima también de los voraces piratas que apadrina el Gobierno chino. El 90% de los ciberataques contra empresas e instituciones (desde el Pentágono a Coca-Cola, pasando por The New York Times) tiene su origen en China.

Lo que sucede es que en esto de las filtraciones todavía hay una asimetría palmaria. El día que salga un Snowden chino, o ruso, nos vamos a enterar.