Intereses en Común

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En abril de 2014 dat0s publicó una versión del asalto al hotel de Las Américas narrando el perfil de sus principales protagonistas: Marcelo Soza, Branko Marinkovic y Roger Pinto.

Los hombres más buscados en Bolivia se fueron a Brasil. Cuando estalló el caso terrorismo, el empresario con aspiraciones presidenciables Branko Marinkovic decidió fugar del país. Dueño de una de las industrias oleaginosas más grandes de Bolivia no tuvo mucho problema en abandonar Santa Cruz. Branko, lucía un elegante terno Armani la noche de la posesión de Evo Morales en el hall del Palacio de Gobierno. El industrial cruceño de origen croata estaba en la lista de invitados de la recepción que el 22 de enero de 2006 ofreció el flamante Gobierno. Las luces iluminaban su rostro. Esa misma noche el senador Roger Pinto exhibía infranqueable su cargo de senador de la República. Todavía la oposición tenía mayoría en la Cámara Alta y podía pensar en poner candados, aunque discretos, ante un triunfo electoral indiscutible del Movimiento Al Socialismo (MAS). Pinto no se encontraba entre los presentes en la casa de Gobierno. Prefirió recogerse al hotel donde se hospedaba esa noche después de una furtiva conversación con Tuto Quiroga. Entretanto, el abogado Marcelo Soza se retiró a su domicilio después de un día agotador de trabajo en sus grises oficinas como fiscal de la Dirección de Propiedad de Vehículos (Diprove) en la zona Norte de La Paz. Después de un peregrinaje por varias instituciones públicas había comenzado a trabajar en un juzgado de poca monta en la sede de Gobierno. Hasta ese momento ninguno de los tres podría haber imaginado que el destino los uniría ocho años después en Brasil.

Hasta ese momento ninguno de los tres podría haber imaginado que el destino los uniría ocho años después en Brasil. En la cita nocturna del 22 de enero en La Paz, Marinkovic lucía, además, el emblema del Comité Pro Santa Cruz. Había llegado a presidir la institución cívica cruceña que al correr los años se convirtió en un discreto instrumento político; una suerte de receptor de las demandas de los sectores empresariales cruceños picados por la política. Ese espacio adquirió un peso específico en la sociedad cruceña a partir del año 2000 a través de un movimiento autonomista que ganaba más y más adeptos. A pesar del pedido de varios miembros de su familia, Branko decidió saltar de lleno a la arena política sin medir riesgos ni consecuencias. Nadie sabe a ciencia cierta si se equivocó, pero por un instinto de sobrevivencia –o de de autodestrucción- se convirtió en el eje articular de ese movimiento con proyección nacional. Santa Cruz debía apostar a su autonomía. Tras la victoria electoral del MAS el clima político en Santa Cruz comenzó a enrarecerse. Los líderes de las instituciones más representativas, con Branko a la cabeza, decidieron trazar un plan de resistencia para evitar que el apabullante triunfo electoral del masismo trascendiera en tierras orientales.

Marinkovic comenzó a tejer en su ruidosa cabeza una estrategia secesionista. De acuerdo a varias fuentes consultadas por dat0s ya en aquel tiempo, señalaron que durante el reinado de Marinkovic al frente del Comité Pro Santa Cruz financió a grupos de choque para evitar que se cumplan algunas amenazas que demarcaban la ruta crítica que tomaría el Gobierno en relación a grupos ligados con la derecha.

Branko Marinkovic quería beber de mayores fuentes de conocimiento sobre la historia separatista. Emprendió cada vez con mayor frecuencia viajes a la ex Yugoslavia, concretamente a Zagreb, capital de Croacia, donde el empresario tiene descendencia de sangre. Allí amenizaba sus estadías con entrevistas para algunos diarios y revistas en las que fue abiertamente crítico al modelo socialista que se estaba iniciando en Bolivia. En sus entrevistas se leían críticas por la falta de seguridad jurídica, la violación al estado de derecho y se quejaba que podría ser afectado con el recorte de ciertos privilegios en sus empresas y tierras que podrían pasar a manos del nuevo Estado con la anunciada política de régimen agrario.

Branko Marinkovic defendía sus intereses

Fueron esas fuentes en las que bebió con la misma sed que los separatistas croatas. Diez años antes la ex Yugoslavia se había enfrentado en una guerra sangrienta y fratricida que la dividió en 6 repúblicas independientes que costó 250.000 vidas civiles. Marinkovic quería para Bolivia el mismo futuro al de los territorios desmembrados de la ex Yugoslavia. De acuerdo a la investigación del caso Terrorismo, el grupo “La Torre”, que se conformó para deliberar contra el Gobierno, tenía entre uno de sus principales financiadores al empresario boliviano de origen croata. Cuando el cerco de la investigación lo comenzó a mencionar sistemáticamente como parte del grupo de sus principales financiadores decidió abandonar el país. Hoy vive en su refugio en el exclusivo barrio Jardins en Sao Paulo, Brasil.

Roger Pinto

Ocupó varios puestos en su carrera política. Fue gobernador de Pando en 2001 y en 2005 llegó a asumir un puesto en la Cámara Alta por la agrupación Podemos, fragmentación de Acción Democrática Nacionalista (ADN) y en 2009 retomó su curul en la misma instancia legislativa por el Plan Progreso para Bolivia – Convergencia Nacional. El senador Roger Pinto a pesar de haber nacido en Santa Rosa, Beni, representó a Pando en la Asamblea Legislativa durante las dos últimas gestiones legislativas. Pinto tenía que jugar un papel descollante desde la oposición por los mismos intereses que lo movían al industrial Marinkovic.

Hasta antes de pedir asilo en la embajada de Brasil en 2012 acuño varias frases de fuerza en su estrategia de enfrentarse con el Gobierno del presidente Morales. Una de sus principales armas fue denunciar a algunas autoridades del Ejecutivo por sus vínculos con el narcotráfico. Pinto se convirtió en una correa de transmisión de información relevante que poseía con sectores conservadores de Brasil. La revista Veja publicó en septiembre de 2012 una investigación que habría sido facilitada por el senador boliviano en la que se describían antecedentes de la relación del narcotraficante Maximiliano Dorado con funcionarios del Gobierno boliviano. Tras las denuncias que planteó públicamente contra la actual administración, se le comenzaron a abrir una serie de procesos por presuntos daños económicos al Estado.

Se lo acusó por la malversación de 11 millones de bolivianos durante su gestión como Director de Zona Franca (Zofra-Cobija) el año 2000, por haber asignado recursos de manera irregular a la Universidad Amazónica de Pando (UAP), pero, además, por otros delitos de corrupción cuando ejerció la titularidad política en ese departamento. Fue acusado de participar en la presunta masacre de Porvenir el 11 de septiembre 2008. También por vender tierras fiscales durante su gestión al frente de la prefectura pandina. Acosado por estas denuncias se vio en la necesidad de solicitar refugio en la embajada de Brasil el 28 de mayo de 2012.

Durante los 15 meses que permaneció en su encierro en los ambientes de la legación diplomática, el Gobierno se negó a concederle salvoconducto. El argumento esgrimido por las autoridades nacionales era que el senador Pinto debía primero responder por los procesos de corrupción que se le abrió en la justicia. Mucho se ha especulado sobre su salida de Bolivia tras un viaje épico de 22 horas en los que él y sus acompañantes sortearon varios peligros hasta arribar a la frontera con Brasil de donde fue conducido a Brasilia en 25 de agosto de 2013.

Marcelo Soza

El exfiscal ingresó a Brasil escapando por las denuncias de extorsión realizadas por la oposición y los familiares de los detenidos en el proceso que él investigaba. Fue el 12 de marzo pasado luego de un periplo que duró al menos tres días. A lo largo de los últimos cuatro años, Soza fue un personaje sinuoso. Hasta ahora nadie se explica cómo llegó a dirigir las investigaciones en un caso tan controvertido en el que se requería absoluta discreción y una formación de primer nivel. Hace poco menos de un año, cuando el caso Terrorismo se trasladó a los juzgados cruceños, se conocieron detalles estremecedores de la forma como un equipo presumiblemente conformado por Marcelo Soza extorsionaba a los familiares de los detenidos en el proceso.

El ex presidente de la Cainco, Zvonko Matkovic, después de haber resignado años de silencio, develó detalles de cómo había sido extorsionado por el equipo del exfiscal para dejar en libertad a su hijo detenido por facilitar su propiedad rural denominada “La Zeta” al supuesto grupo terrorista para su entrenamiento militar. Es posible que Matkovic nunca hubiera hecho la denuncia, pero Soza jamás cumplió la promesa de poner en libertad al hijo del empresario cruceño. Ese testimonio de un padre desesperado se convirtió en el hilo conductor que hilvanó posteriores denuncias. Matkovic citó a varios empresarios cruceños y les pidió que digan su verdad sobre las extorsiones que sufrieron a manos del mismo equipo de Soza para excluirlos del proceso que se cargó a 39 personas a la cárcel desde abril de 2009.

Indagados por los medios, todos los nombres citados por Matkovic desistieron de revelar cualquier tipo de ligazón con la banda y menos que fueron extorsionados. Pero esas denuncias cobraron fuerza de prueba con registros de video y audio en los que se veía a Soza y su grupo de extorsionadores exigiendo y cobrando dinero de sus víctimas. Se pidió al tribunal que delibera en las audiencias para que convoque a Marcelo Soza a que rinda cuenta por sus excesos, pero este jamás se presentó al tribunal. A pesar de hacer oídos sordos a la convocatoria de la justicia, jamás se le retiraron las garantías: Soza no fue arraigado y menos declarado rebelde para ser aprendido. Con las puertas abiertas de par en par que le facilitaba la Fiscalía General, decidió huir y solicitó refugió en Brasil.

Horas después de conocerse oficialmente su fuga se leyó una carta supuestamente redactada por él en la que explica los motivos de su escape. Se trata de una carta llena de contradicciones. Quizá se deba resaltar a manera de análisis la parte en la que dice que fue traicionado por el Gobierno y que durante todos estos años cumplió órdenes. A la luz de esa nota se deduce que Soza no realizó un trabajo imparcial y que estuvo sujeto a presiones. En una entrevista que concedió a dat0s en abril de 2010, al cumplirse un año de la matanza en el hotel Las Américas; cuestionado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas por los traslados abusivos de los detenidos desde Santa Cruz a La Paz, el exfiscal dijo que “lo que estoy haciendo en mi condición de fiscal es cumplir la ley”. Advirtió que el Comisionado de las Naciones Unidas no puede pasar por alto que “estoy cumpliendo una determinación del juez; la resolución dictada por la sala Penal Tercera de La Paz que anuló una resolución del juez Tapia Pachi sobre el incidente de incompetencia de territorio planteado por Branko Marinkovic”.

Cada día veía que se le cerraba el paso y que no podría salir incólume de las denuncias de extorsión que lo agobiaban. Intentó un par de artilugios que no dieron resultado. Se dejó crecer la melena y comenzó a usar gafas oscuras para ocultar su identidad. Hoy se ha declarado víctima de un sistema que no funciona. Extorsiones, cobros ilegales, denuncias de prevaricato, consustanciación de jueces y fiscales con el delito y la corrupción. Una enfermedad que se agrava por la corrosión a la que se sujeta. Marcelo Soza es un ejemplo patético de la descomposición de la justicia boliviana.

Los tres juntos

En menor grado y en diferentes proporciones vivir en un refugio no es garantía de seguridad. Este fiscal nacido en Potosí que estudio en un colegio en Tupiza y salió bachiller en Villazón, casado y con tres hijos deberá vivir con la espada de Damocles pendiendo sobre su cabeza. En la carta que dice haber redactado justificando las razones de su huida, se define como el número 747 de los ciudadanos que se vieron obligados a dejar el país por persecución política. Sin importar el número, Marcelo Soza se ha convertido en el principal testigo de los detenidos por el caso Terrorismo.

El asesor jurídico de la Unión Juvenil Cruceñista, Alejandro Brown, al enterarse de la presencia de Soza en Brasil, dijo que estaba buscando pasaje para ir a Brasil. El periódico El Deber de Santa Cruz consigna sus declaraciones: “Hay que cuidarlo (a Soza) hasta de un resfrió porque se debe convertir en nuestro testigo para terminar con el caso Terrorismo”. Más allá de esas declaraciones resulta más que probable que los refugiados en Brasil le ofrezcan ciertas veleidades para protegerlo.

Los tres: Branko, Roger y Marcelo están unidos en sus refugios además por la valiosa información que poseen. ¿Decidirán exponerla a la luz de la verdad algún día?

 

Este artículo fue publicado por primera  vez en abril de 2014  y es parte de la edición 165 de la revista dat0s.