YAPACANI Breaking Bad

0
393

El sinuoso camino del comercio de la droga.

Después de casi 10 años de negar la presencia de carteles de la droga, el Gobierno del presidente Morales admitió que la zona de Yapacani, departamento de Santa Cruz, se ha convertido en un verdadero reducto del narcotráfico. Por eso, ha decidido construir un cuartel antidroga que frene la actividad delincuencial del narco colombiano y brasileño que opera en la zona.

Hace menos de cinco años, los municipios de Yapacani, San Germán y Buena Vista, vivían de cultivos tropicales y de la producción de café. Hoy, sus pobladores se oponen a la construcción del cuartel con el pretexto de que podría crecer la violencia.

El ministro de Gobierno Carlos Romero, encargado de la lucha contra el narcotráfico, reveló que las fuerzas antidroga lograron en menos de dos años incautar 15 toneladas de droga, destruir 6.021 fábricas móviles, 39 laboratorios de cristalización de droga y pistas clandestinas de aterrizaje. Pero esos datos parecen quedarse chicos ante la verdadera dimensión de la actividad. “Resulta difícil para cualquier Estado poner freno al delito cuando penetra niveles de la sociedad”, asegura el experto Franklin Alcaraz. Y eso es lo que al parecer está sucediendo en varias zonas del país. Los pobladores de Yapacani se oponen a la construcción del cuartel antidroga; han salido en manifestaciones y han bloqueado las carreteras en protesta por la decisión del Gobierno.

Efectivos de la Unidad de Patrullaje Rural (Umopar), que llegaron a la zona roja han señalado que “no queremos que Yapacaní se convierta en territorio sometido a la ley y la autoridad del pichicatero; queremos que sea lo que ha sido históricamente para Santa Cruz y Bolivia, una población de la que nos sentimos orgullosos por su potencial productivo, su riqueza natural y turística”. Haciendo juego a esas declaraciones, el alcalde de Yapacani,  Zenobio Meneses atribuyó la presencia del narcotráfico a la coca que proviene del Chapare.

La FELCN tiene establecido un cuartel antidroga ubicado en la localidad de Chimore en el trópico de Cochabamba. Pero la instalación resultó insuficiente para controlar el peligroso crecimiento de la actividad del tráfico de cocaína. El cuartel operaba bajo directrices y supervisión de las agencias norteamericanas, pero ese cuadro se modificó tras la asunción al poder del presidente Morales. Gran parte de la masa de sustento del mandatario, proviene de las seis federaciones de cocaleros asentados en el Chapare, y aunque se diga en el Gobierno que los productores de coca son quienes ejercen control para evitar la actividad ilegal, no hay certificación que demuestre que efectivamente la afirmación sea cierta.

Cuartel en Chimore (Chapare)

Agentes antidroga en Chimore, han revelado que es frecuente escuchar tiroteos entre narcos. Enfrentamientos y asesinatos a sangre fría nunca fueron novedad cuando de comercialización de droga se trata. Lo que se pretende evitar, es que se comience a considerar al país como un elaborador masivo de cocaína. El cuartel que se pretende construir en Yapacani tiene un financiamiento de 1.5 millones de euros financiados en su integridad por la Unión Europea. La preocupación a estas alturas parece compartida. En un aparado del informe anual que elabora el departamento de Estados de EEUU sobre la lucha contra el narcotráfico, se cuestiona la falta de controles para evitar la internación de químicos utilizados para la fabricación de la droga.

Otro acápite del mismo informe señala el peligro de que Bolivia se convierta en un mercado atractivo para la fabricación de drogas de diseño que han ganado un espectacular crecimiento en el mercado mundial y son consideradas por los expertos “las drogas del futuro”. Según notificaron los Estados miembros de la UNODC (United Nation Office on Drugs and Crime), la presencia de este tipo de drogas se incrementó en un 50% de 2009 a 2012 en todo el mundo. Se trata de estupefacientes sintéticos fáciles de fabricar y altamente rentables para los productores, como los cristales de metanfetamina o las pastillas de éxtasis.

Distintos a la cocaína, no se necesitan las condiciones para el cultivo de la materia prima, sólo alcanza con precursores químicos y un simple laboratorio para hacer las mezclas. Afortunadamente Bolivia no ostenta una industria química altamente desarrollada para estos fines

Si bien aún los casos de traficantes de drogas de diseño son aislados -casi todas las bandas comercializan algunas de estas drogas pero en menor cantidad que la cocaína- y el consumo está concentrado en las clases medias y altas (una sola dosis de éxtasis puede costar entre 30 y 60 dólares), este mercado crece exponencialmente en todo el mundo.

Ante este panorama, el funcionamiento de las fuerzas de seguridad especializadas cobra vital importancia. Un excomandante de la Fuerza Especial de Lucha contra el Narcotráfico  que accedió a dialogar con DATOS bajo anonimato, lo sintetizó así: “En 2003 cada uno de nosotros viajaba a los Estados Unidos, hacíamos cursos en Alemania, trabajábamos en conjunto con la DEA. Paulatinamente se quitó presupuesto y se desarmó todo”.

La facilidad a la hora de conseguir los precursores necesarios para la elaboración de drogas tales como la cocaína y sus derivados, es otro de los puntos que aportan comodidad a los actores de este mercado ilegal: el éter de los aerosoles, el litio de las baterías, la nafta y el querosene “se consiguen en cualquier lado sin ningún tipo de control”, completa la fuente.

 

La coca por los caminos

 

Pero lo que no parece estar en la mira de las autoridades bolivianas es la circulación casi con absoluta libertad de coca ilegal que se desvía a la producción de cocaína. “Se trata de un fenómeno que está sucediendo en todo el país”, comenta un agente de las patrullas antidroga. Un caso llamativo refleja esta secuencia, contada por uno de nuestros cronistas que accedió a un informe policial.

El martes 1ro de abril no era un día normal en la carretera La Paz – Oruro. La preocupación era seguida por transportistas y por un millar de pasajeros que confluyeron en la ruta bloqueada por las piedras que los cooperativistas mineros decidieron arrojar en el asfalto. El chofer Pedro Almanza Calderón se encontraba en medio del tumulto. Había salido de La Paz a las 5 de la mañana dirigiendo un camión Volvo cargado de clinker con destino a Santa Cruz. Al igual que todos los varados en la ruta, él  se encontraba impaciente en el cubículo de su camión a la espera que el conflicto se resuelva. Mientras esperaba, un fuerte impacto lo sacudió y lo obligó a bajar casi en estado de shock. El chofer estaba asustado y temblaba.

En sus declaraciones a la policía Almanza dijo de manera textual que “me baje del camión asustado y temblando para ver lo que había pasado; observé que un camión Nissan Cóndor con cargamento de coca me había chocado en la parte posterior. Luego vi a dos personas mayores que se encontraban atrapadas entre los fierros y los socorrimos, logrando sacar de la cabina a una niña de unos tres años. A los pocos minutos apareció un señor que salió de un taxi blanco diciendo que era su papá y se llevó la llevó. Las otras dos personas que se encontraban en el camión estaban sin vida. Eran un hombre y una mujer. La gente que se encontraba presenciando el hecho llamó a la policía”.

Pero lo que parece una tragedia adquiere otras connotaciones trascendentales. De las declaraciones que la policía tomó a Pedro Almanza Calderón, se deduce que el Nissan Cóndor viajaba escoltado. Primero, por la rapidez del rescate de la niña y, segundo, porque antes de que la policía hiciera su aparición en el lugar del siniestro, según declaraciones del chofer Almanza “un camión rojo marca Volvo con placa 1545-DCB se encargó de recuperar el cargamento de coca”. En el informe se lee textual: “Decían ´por lo menos tenemos que rescatar la coca para no perder´; después de cinco minutos llegaron policías de narcóticos a los que les escuché decir que el camión accidentado era el mismo que fue sorprendido hace una semana con coca ilegal”.

 

Breaking Bad

 

Quizás la serie televisiva producida por la cadena HBO resultó más adictiva que la misma “Breaking Bad” que contó la historia del químico Walter White, que -diagnosticado con un cáncer terminal- dedicó el fin de su vida a fabricar metanfetamina, una de las drogas sintéticas más letales del mundo. La serie se convirtió en uno de los fenómenos culturales más grandes de esta década a nivel global: más de diez millones de personas sintonizaron su capítulo final el 29 de septiembre. Y más allá del adorable y antiheroico White, la droga misma fue la estrella.

En Estados Unidos, la sustancia derivada de la efedrina, en forma de cristales con efectos furiosos e inmediatos, barata y sencilla de producir -White la manufacturaba en una casa rodante- se impuso en los últimos años como la droga callejera más destructiva, con un nivel de adicción similar al de la base de cocaína.

Pero más allá de las fronteras americanas, la metanfetamina no se volvió todavía un fenómeno narco a escala mundial. Aunque ya empezó a hacer apariciones estelares. “Breaking Bad” ayudó a instalarla en el imaginario colectivo.

Las fuerzas antidroga han Bolivia no han reportado presencia de este tipo de drogas que no requieren amplios espacios para su fabricación, se la puede elaborar como en la película en casas rodantes y hasta en estrechos departamentos.