Desastre norteamericano en Irak
Los combatientes del Estado Islámico de Irak y el Levante (EIL) se aproximan a Bagdad. Hacía ya tiempo que estaban en Baqubah, designada por ellos como capital de su Estado Islámico, en el oeste del país.
Las compañías petroleras norteamericanas y las bases norteamericanas de Balad retiran a sus empleados, las calles de Bagdad están desiertas, las tiendas están cerradas. Alrededor de cuarenta mil personas han huido de Tikrit y Samarrá, al este del río Tigris. Quinientos mil civiles han fugado de Mosul, la segunda ciudad de Irak. En esta ciudad, las escuelas y mezquitas han sido convertidas en clínicas. No hay agua potable ni electricidad.
Las fuerzas armadas están en desbandada, han abandonado sus puestos. Los soldados entrenados por Estados Unidos se despojan de sus uniformes y abandonan sus armas. Faluya, ciudad de trescientos cincuenta mil habitantes, está ocupada por el EIL desde enero; en Mosul, de dos millones de habitantes, se rindieron cincuenta y dos mil policías y doce mil soldados; Nínive, Diyala, Kirkuk y Salahedine están en poder de los insurgentes. Cerca de cien ciudadanos turcos en el Consulado de Turquía, además de periodistas, activistas humanitarios y el sacerdote jesuita Paolo Dall’Oglio, siguen como rehenes. Kirkuk está controlada por los kurdos.
En el 2003, George Bush hijo decidió la destrucción de Irak para quedarse con el petróleo y acabar con Sadam Hussein. Después, Barack Obama decidió retirarse de Irak dejando en el poder un gobierno títere chiíta dominado por Estados Unidos.
Apenas a nueve años de la invasión y a dos del retiro de tropas, el proyecto es un desastre total. Se han ido al agua 11,000 millones de dólares provistos en ayuda militar durante los últimos cinco años al régimen de Bagdad por el Pentágono.
El EIL es hijo de la invasión norteamericana. Fue fundado en 2003 y desde el comienzo multiplicó atentados suicidas contra las fuerzas norteamericanas y el chiísmo irakí. Cuenta con doce mil combatientes en Siria y cinco mil en Irak, incorporó a excuadros del servicio de seguridad de Saddam Hussein y se fue nutriendo de europeos.
En anteriores notas de esta misma columna me he referido al islamismo surgido en Inglaterra, Francia y España, que ahora actúa militarmente en el Medio Oriente con cientos de jóvenes musulmanes.
El terror sangriento que desencadenó el EIL fue la respuesta al terror de las armas norteamericanas de destrucción masiva, los niños quemados, las escuelas bombardeadas y los miles de irakíes torturados por las fuerzas de seguridad que la CIA todavía mantiene en el país. Ojo por ojo, diente por diente.
La guerra de Irak tiene el furor de una guerra religiosa. Y lo es. Satánicos ateos o cristianos por un lado, adoradores del Dios del dinero y el petróleo. Fanáticos fieles de Mahoma por otro lado, dispuestos a morir por instalar Califatos.
Los dos primeros jefes del EIL fueron asesinados por los norteamericanos. Después de ello, Abou Bakr al-Baghdadi, un estudiante piadoso antes de la muerte de Saddam, tomó el mando en 2010 y se transformó en feroz jefe guerrero. Ahora encabeza una marcha que va dejando un reguero de atentados, exacciones, mutilaciones, azotes en público, crucifixiones, detenciones por el delito de fumar cigarrillos, juicios sumarios, muerte y sangre a todos aquellos que osen faltar el respeto al nombre y recuerdo de Mahoma.
Diecisiete policías han sido ejecutados sumariamente en las calles de Mosul.
En enero de 2013, Abou Bakr al-Baghdadi envió fuerzas a Siria y fundó el Frente Al Nusra. Pero Al Nusra se ha negado a adherirse a cualquier supra entidad y ha sido reconocido como la rama oficial de Al Qaeda en Siria. El financiamiento procede de los estados islámicos del Golfo y de ricos jefes tribales de Kuwait.
Los corresponsales de la prensa occidental afirman que los jihadistas han debido aliarse con las tribus sunitas en Al Anbar. En el este de Siria deben competir con los mercenarios del denominado “Ejército Libre” y Al Qaeda.
Un nuevo Estado islamista de fronteras móviles sigue expandiéndose. Nadie, menos aún Obama, sabe qué hacer.