Israel intensifica ofensiva terrestre en Gaza

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La primera noche de la ofensiva terrestre israelí sobre Gaza ha causado al menos 20 muertes palestinas y una baja en las filas del Ejército de Israel, que investiga si fue víctima del llamado fuego amigo. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha ordenado este viernes por la mañana una intensificación de la incursión. “He dado instrucciones de que se preparen para ampliar significativamente la operación por tierra y el Ejército está respondiendo en consecuencia”, ha declarado tras una reunión de su Gabinete de seguridad.

El número de palestinos muertos desde que comenzaron las hostilidades, hace 11 días, ronda ya los 260. Soldados israelíes entraron en torno a la medianoche en la franja desde el norte y desde el este, por los barrios de Beit Lahia y Beit Hanun. Solo se adentraron unos 100 metros en territorio palestino, según varios testigos. Cuentan los palestinos de la zona que Israel ha avanzado muy despacio, con la misma cautela que observaron en 2012. Primero planchan la zona con aviación y artillería, luego tiran con sus tanques. Así limpian la zona de minas y de posible resistencia antes de avanzar con los tanques, seguidos por la infantería. Las fuentes explican que encontraron resistencia en Beit Lahia. No está confirmado. En Jan Yunis, al sur de Ciudad de Gaza, penetraron unos 200 metros.

El Ejército de Israel ha disparado contra 103 objetivos en la franja, según ha informado este viernes. Asegura haber “neutralizado” a 14 milicianos, según la terminología empleada en la nota oficial. “Todos ellos eran objetivos legítimos”, afirma uno de sus portavoces, el capitán Roni Kaplan, porque, explica, habían disparado antes contra los uniformados. Uno de sus soldados ha fallecido por disparos, con lo que se convierte en la segunda víctima mortal israelí desde que comenzó la operación Margen Protector.

En esta primera noche de ofensiva terrestre, Israel ha destruido además 20 lanzaderas de cohetes ocultas y nueve túneles, precisamente uno de los objetivos que el primer Netanyahu esgrimió anoche como prioritarios en esta nueva fase de la operación. Kaplan califica la entrada por tierra de “moderada”. “Continuaremos avanzando sobre Gaza, profundizando más y dañando a Hamás”, ha señalado otra fuente militar al diario Yediot Ahronot. Desde las diez de la noche del jueves se han contabilizado 50 cohetes lanzados desde la franja contra territorio israelí, especialmente hacia el centro del país, haciendo sonar las sirenas pero sin causar daños reseñables.

Con el beneplácito de Estados Unidos

Washington aprobó la ofensiva terrestre a través del secretario de Estado, John Kerry, que telefoneó el jueves por la noche al primer ministro Netanyahu. Kerry dijo que espera una “operación de precisión” contra los túneles que usan los palestinos de Gaza para hostigar a los israelíes. El comunicado estadounidense hace hincapié en la necesidad de “seguridad de los civiles” de ambas partes. Según la ONU, eran civiles más del 75% de los 260 muertos palestinos durante esta operación israelí. Más de 40 eran niños. En el mismo lapso, han muerto un soldado y un civil israelíes.

La canciller alemana, Angela Merkel, también ha respaldado la decisión israelí. Tras recalcar que Hamás tiene armas “de nueva calidad” insistió en que los países atacados deben poder defenderse. “Ambas partes deben aceptar compromisos dolorosos pero estamos al lado de Israel en lo que afecta a la propia defensa”.

Israel comenzó la invasión terrestre de Gaza durante la décima noche de la masiva operación militar sobre la franja. Según diversos medios israelíes, Israel tomó ya el martes la decisión de invadir, después de que colapsaran las negociaciones de alto el fuego con Hamás. Es la primera invasión terrestre de la cercada y depauperada Franja de Gaza desde la Operación Plomo Fundido, lanzada a finales de 2008. Hamás advirtió que Israel pagará un “alto precio” por esta incursión.

La guerra agrava la escasez de agua en Palestina

El gran cráter recién abierto por un potente misil israelí en la carretera de Zimmo, una zona rural del este de la franja de Gaza, casi desbordaba de aguas fecales ayer por la mañana. Un pelotón de técnicos bombeaba el boquete de casi 15 metros de diámetro con una potente máquina. Al borde del agujero, el director del suministro municipal de aguas en Gaza, Maher Salem, explicaba la razón de tanto esfuerzo por arreglar este destrozo aparentemente menor en mitad de la destrucción que siembran los aviones israelíes por Gaza: el agua sucia procedía de un desagüe y se estaba mezclando con el agua de uso doméstico que llega a 150.000 palestinos. Además de matar a 230 palestinos, el 77% de los cuales eran civiles, los 10 días de bombardeos israelíes han dejado sin agua a 300.000 personas en la franja.

El ingeniero Salem explicaba en medio de la pestilencia que “es normal que los desagües se instalen en paralelo a las cañerías de agua potable”, alejados y cada uno en un lado de las carreteras. Así es más fácil dar con averías o fugas. El disparo de un misil en medio de una carretera rural sólo persigue, en su opinión, “interrumpir el suministro” de agua a las casas. Durante esta ofensiva, cientos de miles de habitantes de Gaza sufren restricciones de agua en sus hogares. Explica Salem que se debe a “la destrucción de dos pozos de agua”, inutilizados por las bombas, y por bombardeos como el que cortó el paso del agua desde el pozo de Zimmo.

En la Gaza resucitada de diez de la mañana a tres de la tarde por la tregua humanitaria, el también ingeniero hidráulico Ghassam Qisawi explicaba que “por fortuna en este caso, la mayoría de los gazatíes recurre al agua que venden empresas privadas”. Si no fuera así, los ataques como el que destrozó el suministro en Zimmo “causarían intoxicaciones masivas” porque las tuberías dañadas siguen llevando durante un tiempo agua ya mezclada con la que vierten los desagües rotos. El caldo hediondo que se formaba en el gran cráter llegó a decenas de miles de grifos en Gaza.

La “fortuna” de la que habla con ironía Qisawi se debe, en realidad, a otro desastre. Los vecinos de la franja compran agua potable a “unas cien empresas privadas” que la desalan y purifican.

Incluso en lo peor de la ofensiva se ven por las calles de la ciudad unos camiones cisterna plateados que se encargan del suministro privado. Qisawi es propietario de una de estas desaladoras, llamada Maashrow Aamer Desalination. Dice que la calidad del agua que venden él y su competencia “está bien”, aunque “no llega a los estándares del agua que disfrutan en Israel o en Europa”. Como su colega Salem, está convencido el suministro de agua es un objetivo militar israelí: “Si no supieran que tiene las cañerías debajo, ¿por qué iban a tirar un carísimo misil de dos toneladas sobre una carretera rural?”.

Los cortes de electricidad agravan la escasez de agua porque detienen la desalinización y el bombeo. La ingeniera canadiense Sara Badiei, que trabaja con Cruz Roja, explica que las emergencias de agua durante las guerras suponen “un gran reto”. Badiei calculaba que las cinco horas de tregua “no alcanzarán ni para empezar a arreglar” el destrozo de Zimmo.

Mientras Qisawi contaba que en la Gaza cercada por Israel “el agua del grifo es casi venenosa aun en tiempo de paz”, un familiar le informó de que acababan de bombardear su huerta. Con gesto indiferente, prosiguió: “El agua aquí tiene hasta 10.000 miligramos de cloro por litro”. El máximo recomendado son 200 miligramos por litro. La concentración de nitratos es un 1.000% lo recomendado. El nivel de dureza multiplica por 20 el considerado potable. Los gazatíes son muy aficionados a comer con especias y sal. Eso da sed. Pero el agua del grifo, dura y aceitosa, apenas les vale para lavarse los dientes.