Maiakovski y las nubes
Me siento muy contenta si puedo llegar a la orilla de Danubio manejando bicicleta. Todo una aventura. Desde los suburbios hasta el centro de la ciudad, una vuelta por el teatro, a la izquierda y me rehuso parar en la puerta del centro comercial, y sigo. El tráfico de la ciudad es casi perfecto desde que funciona el sistema de parqueo inteligente que permite pagar por hora el espacio para vehículos por teléfono celular. Un mensaje con el número de placa y todo en orden. Cuarenta y cinco dinares la hora de parqueo. Cien dinares por dia en la bicicleta.
En un lapso de media hora voy pasando por diferentes capas históricas. Veo: Celtas, Romanos, Austrohungaros, Turcos, Austriacos de nuevo, otra vuelta por los Romanos, otro tanto de los Bizancios y llego a la isla de los pescadores. Propiamente dicho es una península, una lengua de tierra que entra a las aguas de Danubio y se conecta con la ciudad por un camino rodeado de áreas verdes. Le decimos isla, nosotros los lugareños oriundos de Novi Sad, Serbia, porque toda la ciudad fue construida durante los siglos sobre arena, que alguna vez, dicen, fue el fondo de un gran océano.
Antes de la gran inundación, forzado Noe a construir el arca por revelación Divina, dicen los cientificos. Antes o después. ¿Qué importa? Los jóvenes cargan de alegría los restos históricos de las guerras y del glorioso pasado. He aquí el símbolo de la vida. Kioscos que venden sandías dulces. Heladerías y cafés donde se escucha música de los ochentas. Huele chorizo a la parilla. La vida que es más fuerte que las ideologías y que la propia política. Recomiendo un escape de estos a todos los que pasan por una crisis de cualquier índole. Esto, claro, siempre y cuando el día sea soleado y no haya dolor de piernas y con la esperanza de que el Nuevo Orden Mundial no nos va a comer justo antes de salir por la puerta de la casa.
Claro que al mirar es cielo intento diferenciar las Nubes en pantalones de Maiakovski de las otras enviadas por el proyecto HAARP. Que las palabras del poeta llenen la mente y no los chemtrails que contaminan los cerebros y las almas.
Según Catherin Austin Fitts: “Se está desarrollando una guerra en secreto y yo quiero saber qué relación tiene con las fumigaciones.” Hace más de 15 años (dependiendo de donde ustedes vivan) que se están realizando en todo el mundo fumigaciones aéreas criminales con sustancias químicas tóxicas. Comenzaron en los Estados Unidos y después se extendieron a los países de la OTAN, pero ahora estas fumigaciones con aerosoles letales cubren el planeta entero. Aviones militares, privados y comerciales se usan para cambiar drásticamente los fenómenos atmosféricos de nuestro planeta (lo que se conoce como geoingeniería). Sin que se debatiera públicamente y sin que se anunciara en los programas informativos, el ejército estadounidense dio comienzo a una agresión altamente tóxica contra nosotros que actualmente sigue en curso…”, reza el texto que leí antes del escape a la isla.
Cierro los ojos y vuelve Maiakovski: “…A vuestros pensamientos que sueñan sobre sus sesos reblandecidos como un gordo lacayo sobre un sofá grasiento quiero irritarlos con un jirón sangriento de mi corazón, me burlaré hasta hartarme, mordaz y atrevido…”.
Cerca comienza a escucharse una estación de radio. Un historiador explica los comienzos de la Primera Guerra Mundial: “…Desde aproximadamente la segunda mitad del siglo XIX las grandes potencias europeas emplearon grandes cantidades de recursos y tiempo para lograr el control de regiones enteras en África y Asia con el fin de controlar sus materias primas. Esto llevó a continuos enfrentamientos entre los grandes de Europa que tenían los ojos puestos en los mismos territorios…”. Me rehuzo a escuhar.
Más tarde iré a verla y llevaré en mis brazos un rayo de sol, la risa de los niños, olor de sandias dulces y ruido del río; acariciare su frente y buscare en su mirada un momento de nuestros recuerdos de la niñez.