Al mejor cazador se le va la liebre dice un conocido refrán. En efecto, la orden de arresto dispuesta contra Mario Orellana, candidato a primer senador por el MSM, no sólo generó una ola de críticas por la manifiesta vulneración de los derechos constitucionales del afectado, sino que significó un yerro electoral para el Gobierno, en la perspectiva que tiene de alcanzar los 2/3 en la Asamblea Legislativa. Quedó a la vista de toda la ciudadanía, que la intervención de la Gobernación de Cochabamba a veinticuatro horas de haber Orellana hecho público un audio donde se recogían afirmaciones efectuadas por el presidente del Estado Plurinacional, tuvo una motivación política y de reacción a la molestia y efecto que podría generar dicho audio, y una suerte de represalia -inaceptable en un Estado de Derecho- a la osadía del candidato de colocar en evidencia el parecer del presidente respecto a algunos tópicos de orden público.
Lo paradójico del caso es que los medios de información prácticamente minimizaron el contenido del audio, echando por tierra el temor en esferas gubernamentales sobre el impacto que podría haber tenido su divulgación. No sé si ese hecho debe ser atribuido a un rápido control en los medios, al temor de los mismos a controvertir sobre un tema donde el principal involucrado es Evo, o simplemente al hecho de que hemos llegado a un nivel de auto-crítica donde todo nos parece normal y donde ya nada nos sorprende.
En todo caso, no aconteció lo mismo con el encarcelamiento de Mario Orellana, que pasó de enjuiciado en una causa que data del año 2011 por una supuesta falsificación de documentos, a víctima pero no sólo circunstancial, sino a una “víctima candidato” con “rapada de pelo” incluida, que no es lo mismo y no es poca cosa.
Así planteados los hechos, dicha detención dejó en evidencia el abuso y sometimiento judicial que puso a la vista generalizada la clara falta de autoridad del juzgador, quien sin ningún tipo de argumento ni razón jurídica, mandó a San Sebastián a una persona que no tenía por qué haber merecido esa suerte. Es más, lo que de alguna manera sostiene la existencia de un claro prevaricato, es que ocho días después del encarcelamiento, resolución expresa de por medio, Mario Orellana salió libre con medidas sustitutivas leves, es decir, aconteció lo que debió haber ocurrido ocho días antes.
Por tanto, de la menara como se están desarrollando los hechos con miras al 12 de octubre, el efecto Orellana también ha generado un efecto pero contrario en el electorado, que comenzó a cuestionar la verdadera conveniencia de otorgar el poder absoluto a un partido cuyo líder cuenta con un indiscutible respaldo a nivel nacional en el plano de la gestión pública, pero que tiene muchos frentes a la hora de evaluarse su actuación en los escenarios de la justicia y los derechos humanos.
Incluso gente sin ninguna vinculación ideológica con partidos opositores al MAS, hoy se preguntan -y ante episodios como el de Mario Orellana- sino llegó el momento de gestar un balance de pesos y contrapesos que de alguna forma ponga ciertos límites a la hegemonía que muchas veces lleva al descontrol y abuso.
Termino aquí: como nunca antes se vio, los candidatos a la presidencia están encarando esta elección con la mirada puesta en las elecciones regionales del próximo año, donde sí esperan alcanzar espacios de poder considerando que a nivel nacional, en la del 12 de octubre, Evo es el virtual ganador. Al ser así, es probable que Orellana y otros tantos en todo el país, utilicen esta elección como una suerte de plataforma que servirá para vislumbrar la nueva configuración de los poderes regionales y la que dará pasó a la jubilación de varios actores de la política nacional.