Evo Morales y la tentación del tercer mandato presidencial en América Latina

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Cuando este jueves el presidente boliviano Evo Morales tome posesión para un tercer período consecutivo, también se estará confirmando el resurgir de una práctica que parecía impensable en la América Latina hace tan sólo tres décadas.

Efectivamente, a raíz de la denominada “tercera ola democrática”, que transformó radicalmente al continente de los Trujillo, Somoza, Pinochet y Stroessner a finales de los 70s e inicios de los 80s, la mera idea de la reelección llego a ser considerada completamente anatema en casi toda Latinoamérica.

Pero luego de la juramentación de Morales, la región pasará a tener a tres de sus actuales mandatarios ocupando sus respectivas sillas presidenciales para un tercer período.

Y la lista -en la que también figura el ecuatoriano Rafael Correa y el nicaragüense Daniel Ortega- sería todavía más extensa si el venezolano Hugo Chávez no hubiera fallecido poco después de su segunda reelección y luego de 14 años al frente del gobierno.

De izquierda y derecha

A primera vista, el principal denominador común de ese nuevo continuismo parece ser la tendencia de izquierda de sus gobernantes, todos vinculados en mayor o menor medida al proyecto de “socialismo del siglo XXI” liderado por Chávez.

Pero como recuerda el director para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), Daniel Zovatto, fueron, de hecho, gobiernos de derecha los que empezaron a revertir el consenso anti reeleccionista instalado en el continente luego de la caída de las dictaduras de los 70.

“La región arrancó siendo claramente anti-reeleccionista, pero paulatinamente el virus reeleccionista fue tomando fuerza, no de la mano de los gobierno bolivarianos como muchos asocian, sino en el marco de gobiernos neoliberales”, explica Zovatto.

“Y el primer paso que fue pasar de la reelección alterna a la reelección consecutiva, con la característica de que era una reelección hecha a la medida del gobernante de turno, con nombre y apellido, para continuar en el poder”, agrega.

Ese fue, por ejemplo, el caso de Carlos Menem en Argentina, Alberto Fujimori en Perú y Fernando Henrique Cardoso en Brasil, a quienes algunos años más tarde se les sumaría el colombiano Álvaro Uribe.

“Y un grupo importante de estos presidentes también quisieron buscar un tercer mandato consecutivo. Ese fue el caso de Menem, de Uribe y de Fujimori”, recuerda el director regional de IDEA.

La tentación del poder

Las justificaciones que esos mandatarios ofrecieron en su momento no difieren mucho de las que se manejan ahora: necesidad de más tiempo para completar la tarea, el deseo de una mayor estabilidad, garantía de respeto de la verdadera voluntad popular, etc.

Aunque algunos, como el politólogo boliviano Jorge Lazarte, creen que una razón mucho más sencilla es la que une a todos los presidentes que insisten en la reelección, independientemente de su militancia de izquierda o derecha.

“El poder tiene un efecto patológico: cuando los que están en el poder están por demasiado tiempo terminan por no querer abandonarlo”, sostiene Lazarte.

“Y al final el poder les interesa solo para mantenerlo y para defender intereses que no existían cuando no estaban en el poder”, le dice a BBC Mundo.

Pero ¿qué hizo que Menem, Uribe y Fujimori -quien de hecho logró un tercer mandato, que luego fue interrumpido dramáticamente en medio de acusaciones de fraude- fallaran allí donde Chávez, Correa, Morales y Ortega habrían de tener éxito algunos años más tarde?

“Yo me atrevería a formular la hipótesis de que los países en los que la tercera reelección fracasa son países institucionalmente más fuertes que los países en los que esa triunfa”, sugiere Sandra Borda, politóloga de la colombiana Universidad de Los Andes.

“En Colombia, por ejemplo, lo que sucedió es que a pesar del esfuerzo desinstitucionalizador de un gobierno supremamente caudillista y personalista, este no logró completar la tarea y la Corte Constitucional logró frenar el asunto a tiempo”, dice Borda refiriéndose al caso de Uribe.

“Y es que si uno deja a una persona demasiado tiempo en el poder esa persona puede lograr que la división de poderes, que es clave para la democracia, desaparezca y cada vez se hace más difícil que surja quien lo pueda contrarrestar políticamente”, agrega.

“Es la economía, estúpido”

Algo parecido sostiene el boliviano Carlos Toranzo, quien sin embargo también cree que la exitosa tercera reelección del presidente Morales y sus colegas bolivarianos no puede explicarse sin considerar la buena marcha de la economía durante sus primeros mandatos.

“Estas son tendencias que se repiten cuando hay gobiernos populistas que tienen el soporte de una economía boyante, porque pueden repartir renta. Los regímenes que reparten rentas generan clientelas muy fuertes y por eso se mantienen en el poder”, le dice a BBC Mundo.

De hecho, tal vez por eso el continuismo es una tendencia más fuerte en América del Sur que en Centroamérica: sus economías se beneficiaron más del buen precio de sus materias primas, lo que les permitió invertir más agresivamente en programas sociales.

Mientras, el fracaso de los esfuerzos para una segunda reelección de los gobiernos neoliberales a inicios de siglo también puede entenderse por la poca popularidad que eventualmente les granjearon sus medidas de ajuste y los problemas económicos que empezaban a insinuárseles.

Lazarte, sin embargo, advierte que el que los gobierno continuistas de hoy también sean muy a menudo gobiernos populares no los convierte necesariamente en ejemplos de democracia.

En efecto, la mayoría de académicos parece coincidir en que un amplio apoyo popular no es suficiente para que un gobierno merezca el calificativo de democrático.

Pros y contras

“Hay un sector de la doctrina, dentro del cual yo me inscribo, que considera que la democracia no puede ser analizada únicamente en clave de mayorías, sino que tiene que ser analizada también en términos de república, es decir: división de poderes, no hiper presidencialismo y alternancia”, dice por ejemplo Zovatto.

“Y la alternancia no tiene por qué ser obligatoria, pero debe ser posible”, agrega el director regional de IDEA quien, sin embargo, reconoce que no todos los teóricos del poder piensan de esa manera.

Efectivamente, en América Latina existe otra visión, representada por teóricos como el ya fallecido Ernesto Laclau, en la que la reelección indefinida no se ve como un problema siempre que se garantice el respeto a las decisiones de la mayoría.

Y, por el contrario, ve a la alternancia en procesos de “revoluciones ciudadanas” como las de Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Bolivia como algo “peligroso” porque se presenta como una posible amenaza a los progresos sociales obtenidos bajo esas banderas.

De hecho, ese fue en su momento uno de los argumentos centrales de las campañas reeleccionistas de Chávez, Correa, Ortega y Morales.

Aunque también fue una advertencia presente en las campañas de partidos como el PT, en Brasil, y el Frente Amplio, en Uruguay -los que también ya llevan cuatro y tres períodos consecutivos en el poder, aunque alternando de rostros-, así como del mismo Kirchnerismo, con tres períodos consecutivos en Argentina.

“Lo que hemos estado viendo, sobre todo en los últimos años, son gobiernos largos, en algunos casos de partidos y en otros casos de personas, precisamente porque han llevado a cabo programas sociales muy activos de los cuales se ha beneficiado un amplio sector de la población, sobre todo la que estaba viviendo en condiciones de pobreza”, explica Zovatto.

“Y la alternancia yo creo que va a venir cuando la oposición o las oposiciones se constituyan como una verdadera alternativa y dejen de ser vistas como una amenaza amenaza para esos sectores”, agrega.

Para los gobiernos en el poder, por su parte, el mayor reto será el de lograr mantener el apoyo popular en un contexto de rentas decrecientes por la caída de los precios del petróleo y las materias primas que habían estado financiando sus gastos sociales.

Y eso significa que es la economía, más que la oposición política o los arreglos constitucionales, la que podría terminar impidiendo que en América Latina eventualmente se termine hablando de cuartos mandatos.

Si bien en un contexto de instituciones y oposiciones debilitadas por el continuismo en el poder, el regreso a una mayor alternancia no está garantizado. Ni será fácil.