El plan oculto de Lula para volver al poder

0
287

En las últimas manifestaciones populares brasileñas, un humorista dibujó a Lula escondido entre la gente y gritando “¡Fuera Lula!”. Una viñeta simbólica y emblemática de lo que él está viviendo tras sus críticas inesperadas a Dilma y a su partido, el PT, a los que ha fustigado con el mismo énfasis que podrían hacerlo los indignados de la sociedad.

Existe por ello mucha curiosidad por conocer si Lula prepara alguna nueva estrategia ya que como afirma en el diario O Globo el catedrático Eugenio Giglio, experto en marketing político, “nadie puede acusarlo de ingenuidad”.

Los medios de comunicación están invitando a analistas políticos para intentar descifrar un posible plan oculto de Lula, el político con mayor capacidad de metamorfosis y el más hábil para sacar provecho de los tropiezos y triunfos ajenos y de los suyos propios.

Para entender la posible estrategia secreta de Lula hay que destacar que no aparece un “mea culpa” suyo en sus duras críticas al gobierno y al PT, como ha destacado el senador Cristovam Buarque. La culpa sería de los que traicionaron sus ideas y no siguieron sus consejos.

Lula, cuando le fue útil, supo comerse a la oposición, que estuvo muda y paralizada mientras gobernó como un rey seguro de su fuerza popular y de su prestigio internacional.

Hoy, sin embargo, está naciendo una nueva oposición, que no es la institucional de los partidos, sino la de la sociedad y de la calle. Es una oposición que esta vez amenaza la fuerza política de Lula y el PT y que podría crear problemas a sus sueños de volver al poder en 2018.

¿Qué hacer? Hay quien asegura que la maniobra más astuta de Lula en todo su itinerario político podría ser la de volver a la oposición y hasta de ponerse al frente de esa nueva protesta social para metabolizarla presentándose como líder de la misma. Lula volvería así a sus orígenes de implacable opositor, tarea que ejerció la mayor parte de su vida.

Lula posee un olfato especial para detectar los humores de la calle. Sabe que está desgastado pero no muerto, y sigue creyendo que esa nueva oposición que desea y exige un país menos corrupto y menos corroído por la crisis económica, aún no tiene un líder indiscutible con fuerza para izar una nueva bandera que desaloje a la suya.

¿Qué mejor que presentarse él como el nuevo Moisés dispuesto a arrancar a su pueblo de las garras de la crisis para conducirlo a un nuevo período de bonanza? Con sus críticas a Dilma y a su Gobierno y las flechas lanzadas contra su propio partido, Lula se uniría así a la nueva oposición que critica a los políticos tradicionales y corruptos.

Lula ya no necesitaría esta vez combatir a la oposición, ya que habría decidido metamorfosearse en opositor. Así, puede pensar que en 2018, los brasileños descontentos, los de las manifestaciones contra Dilma y el PT, difícilmente encontrarán otro líder mejor que él que ha empezado a gritar como ellos: “!Fuera Dilma!” y “!Fuera PT!”

Todo eso es lo que se cuenta en este momento entre las pitonisas que intentan interpretar al nuevo Lula insatisfecho e irritado con los suyos y que advierte que empieza a perder su fuerza original como el Sansón de la Biblia. Claro que nadie sabe aún lo que de esa posible estrategia maquiavélica de Lula podrá pensar la opinión pública contestataria que ya ha convocado una nueva manifestación nacional de protesta para el 16 de agosto.

Sin contar con la caja de sorpresas del enigmático y severo juez Moro, del que Lula ya ha dejado saber que podría acabar atrapado en sus redes.

Un día, en medio de la gloria que lo rodeaba, Lula llegó a paragonarse con Jesús, defensor de los pobres. En los evangelios hay sin embargo una escena significativa al respecto. Jesús, viendo que algunos empezaban a abandonarle, les preguntó a los apóstoles, que eran su proletariado ambulante, la mayoría analfabetos: “¿También vosotros queréis abandonarme?” El fogoso Pedro se adelantó y respondió por todos: “No, ¿a quién iremos? Tu solo tienes palabras de vida”. (Jn, 6,67ss)

Sin embargo, a la hora en que el Maestro fue condenado a la cruz, cuando más lo necesitaba, ellos huyeron muertos de miedo. Pedro llegó a decir: “Yo no conozco a ese hombre” (Mt.26,72)

La Historia, hasta la religiosa y literaria puede a veces ser maestra y profeta.