Desde 2001 seis presidentesde LA no han podido acabar su mandato

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Desde 2001, cuando Fernando de la Rúa renunció en Argentina, hasta este jueves, día en que Otto Pérez Molina dimitió en Guatemala, son seis los mandatarios elegidos en Latinoamérica que han dejado el cargo antes de cumplir la totalidad de su mandato y solo uno de ellos fue depuesto por un golpe.A diferencia de las épocas negras en que la región era conocida por la abundancia de levantamientos en contra de presidentes, solo el hondureño Manuel Zelaya ha sido sacado del poder a la fuerza en el siglo XXI, aunque también el ya fenecido Hugo Chávez, de Venezuela, fue objeto de una asonada en 2002, pero recuperó el control pasadas 48 horas.

Pérez Molina presentó de madrugada su renuncia al cargo, ya aceptada por el Parlamento, y horas después se presentó voluntariamente ante un juez para prestar su primera declaración desde que fue despojado de su inmunidad este lunes para responder por su presunta implicación en una red de defraudación aduanera.

Según sus abogados, con esta manera de actuar Pérez Molina, que hubiera terminado su mandato en enero de 2016 y llegó a la Presidencia con la lucha contra la corrupción como una de sus banderas, trató de evitar el “espectáculo” de su detención.

El argentino de La Rúa dimitió pocos días antes de la Navidad de 2001 en medio de una crisis económica y social sin precedentes en Argentina, que después tuvo una seguidilla de presidentes temporales, algunos durante poco más de 24 horas, hasta que en enero de 2002 se hizo cargo Eduardo Duhalde, quien condujo el país hasta que asumió el ganador de las elecciones de 2003, Néstor Kirchner.

La imagen del helicóptero llevándose a de la Rúa de la Casa Rosada aun está viva en la memoria de los argentinos.

No hay una imagen semejante de Gonzalo Sánchez de Lozada cuando el 17 de octubre de 2003 dimitió como presidente de Bolivia mediante una carta dirigida al Congreso, salió del palacio presidencial y tomó un avión rumbo a Estados Unidos, donde reside todavía.

En su caso su salida -“huida”, según sus críticos- estuvo precedida de estallidos sociales que fueron duramente reprimidos.

El hasta entonces vicepresidente Carlos Mesa asumió la presidencia tras la renuncia de Sánchez de Lozada, del que se había distanciado por la forma en que había manejado las protestas.

En 2005 y también en un clima de agitación social Lucio Gutiérrez fue destituido como presidente de Ecuador mediante un juicio político en el Congreso por “abandono de cargo” y también fue reemplazado por su vicepresidente, Alfredo Palacio.

Entre los manifestantes que hicieron renunciar a Sánchez de Lozada tuvo un papel protagonista el hoy presidente de Bolivia, Evo Morales, al igual que el hoy presidente de Ecuador, Rafael Correa, fue uno de los líderes de la rebelión en las calles que precedió a la destitución de Gutiérrez, quien se refugió en Brasil.

En ambos casos los partidarios de Sánchez de Lozada y de Lucio Gutiérrez afirmaron que sus destituciones fueron golpes de Estado.

El siguiente presidente constitucional que no pudo terminar su mandato fue Manuel Zelaya en Honduras.

En 2009 un golpe de Estado lo sacó del poder y también del país, pues fue inmediatamente deportado a Costa Rica.

Horas después Zelaya fue destituido por el Legislativo, que eligió en su lugar al presidente del Parlamento,Roberto Micheletti, quien no fue reconocido por la comunidad internacional salvo contadas excepciones.

En 2012 Fernando Lugo, presidente de Paraguay, fue destituido por el Senado de su país, que le acusó de mal desempeño de sus funciones, y sustituido por su vicepresidente, Federico Franco.

El juicio político al presidente es una figura incluida en la Constitución paraguaya, pero la destitución de Lugo fue considera un “golpe de estado parlamentario” por la mayoría de los otros países latinoamericanos y Paraguay estuvo alejado del MercosurUnasur hasta que se celebraron elecciones en 2014.

Pérez Molina, al que la Fiscalía imputó los delitos de asociación ilícita, caso especial de defraudación tributaria y cohecho pasivo, es el primer jefe de Estado guatemalteco que es desaforado para responder ante la justicia.

En unas declaraciones antes de comparecer ante el juez, Pérez Molina dijo que va a “dar la cara” aunque considera “injusta la acusación” en su contra, relacionada con una red enquistada en las aduanas para defraudar al Fisco millones de dólares.

 

 

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