La cumbre del Medio Ambiente que se realizó en Tiquipaya, Cochabamba, Bolivia, fue un despliegue impresionante de motivaciones políticas más que de estrategias que orienten una discusión de futuro sobre el peligro de la destrucción de la Amazonia. Bolivia se ha convertido en el centro de la atención mundial porque la gobierna un esquema que defiende la soberanía alimentaria bajo la premisa del cuidado a la Madre Tierra y el Vivir Bien. No se tratan de temas menores puestos en la discusión de un mundo afectado por el desarrollo tecnológico, científico y que se ve en la necesidad de alimentar más estómagos y teme recurrir a la deforestación de sus bosques, siguiendo la teoría keynesiana de que el ritmo del crecimiento de la población es mayor a sus necesidades.
Durante estos años, por ejemplo, se reabierto una discusión que en la primera década del presente siglo parecía superada por completo. Se trata de un megaproyecto que ha sido desempolvado de los viejos escritorios del “neoliberalismo” que a toda costa impulsaba el beneficio personal de sus grupos de poder antes que el advenimiento de las necesidades de la población. En la década de los 70´Bolivia recorría bajo los signos de la dictadura militar; puso en carpeta la construcción de megaobras sin importar su impacto ambiental a gran escala. Casi 30 años después, con base en información precisa, dat0s denunció que en 1999 se estaba consumando un crimen en las áreas protegidas Madidi y Pilón Lajas ubicadas entre los departamentos de La Paz y el Beni, cuando el entonces prefecto de La Paz, Luis Alberto “Chito” Valle, repuso en agenda la construcción de la represa hidroeléctrica El Bala que inundaría en conjunto cerca a 2.000 kilómetros cuadrados de bosque natural.
No era un proyecto en torno a los beneficios del crecimiento de la población, si es que la hubiera, sino de los réditos económicos que entonces perseguían quienes impulsaban la obra. De acuerdo a estudios serios, se decía entonces que de realizarse la construcción de la represa miles de especies animales quedarían sepultadas por la inundación y destruiría una importante extensión de bosque natural. Quienes comandaban el proyecto desde la prefectura del departamento de La Paz, junto a un grupo de empresarios chinos, estaban dispuestos a cometer uno de los mayores crímenes contra el ecosistema planetario. Las grandes represas que además de obsoletas acarreaban una seria amenaza por la devastación de la floresta tropical.
Por increíble que parezca, este y otros proyectos hidroeléctricos que fueron desechados en los 90´; ya nadie en el mundo puede darse el lujo de inundar semejantes extensiones de bosque para levantar moles de cemento, han sido peligrosamente reactivados. En este momento, se está discutiendo nuevamente la viabilidad de la represa hidroeléctrica El Bala porque según dicen, Bolivia debe convertirse en el corazón de distribución de energía de la región, sin considerar otras formas de alcanzar el sueño para la industrialización del país. En ninguna de las mesas de diálogo instaladas en el Hotel Regina de Tiquipaya, Cochabamba, durante la pasada cumbre medioambientalista se mencionó sobre las consecuencias funestas de reactivar el proyecto hidroeléctrico El Bala.
La historia
En 1999 el entonces prefecto de La Paz inflaba pechera explicando que una enorme extensión de bosque natural al norte del departamento de La Paz se convertiría en el mayor proyecto “turístico ecológico” del mundo. Luis A. Valle hablaba de la represa El Bala como la panacea del desarrollo y, adelantándose al debate, construyó un hotel privado a las orillas del rio Beni en la cabecera de la reserva natural del Parque Madidi, que serviría de residencia temporal para los huéspedes constructores del complejo. Más al norte, en la localidad de Ixiamas, el prefecto mandó construir un aeropuerto para recibir naves de gran envergadura, y por último, para ponerle el toque a sus megalomanías, explicaba el uso que los turistas extranjeros y nacionales le darían a las cabañas ecológicas que se construirían alrededor de la mole de cemento.
Decía ufano, que allí podrían practicar sky boarding y tomarse tragos exóticos. Esa penosa realidad aparentemente superada, ha vuelto a ser reactivada. La Empresa Nacional de Electricidad (Ende) acaba de entregar por invitación directa la construcción de la megaobra a un consorcio italiano que debería iniciar la construcción de la hidroeléctrica El Bala en 2016 y concluirla hasta el 2022. La idea es que la represa se convierta en la mayor generadora de energía eléctrica, doblando la actual disponibilidad del recurso con fines comerciales de exportación.
Conocida la noticia nadie se atreve a mencionar el tema. Los defensores del medio ambiente se niegan a abrir la boca por temor a represalias. Dat0s recurrió a expertos internacionales quienes han señalado que las consecuencias por la construcción de grandes represas son devastadoras para el medio ambiente.
El doctor Ivan Lima y su equipo del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) de Brasil calcula que las grandes represas del mundo (este sería el caso de El Bala) emiten anualmente 104 millones de toneladas métricas de metano desde la superficie del embalse. Lima explica que las represas hidroeléctricas contribuyen al cambio climático porque la sedimentación del terreno inundado acumula vegetación muerta que al descomponerse genera la emisión de metano en la superficie. Estas emisiones representan alrededor de 1,6 % de gases de efecto invernadero a escala mundial o la suma de 18 millones de toneladas de metano generadas por los 186.500 kilómetros cuadrados de agua embalsada en la zona tropical. Esto demuestra que la producción de energía hidroeléctrica no es inocua para el medio ambiente sino que tiene efectos sobre él.
El Bala
La Empresa Nacional de Electricidad (ENDE) ha elaborado los términos de referencia de los estudios del Proyecto Hidroeléctrico que lo declara de prioridad e interés nacional. El proyecto está situado a pocos kilómetros aguas arriba de las poblaciones de San Buenaventura y Rurrenabaque. Con el caudal presente en el río se planea generar una gran cantidad de energía. En la época en que la idea fue planteada por el profesor alemán Heinrich Press, el potencial aparente de El Bala era varias veces más grande que las necesidades de electricidad de todo el país.
Chito Valle contrató entonces al doctor Greg Morris, quien, en diciembre de 1999, presentó una alternativa que considera la construcción de dos represas de 70 y 90 metros de altura, una en el angosto de El Bala y otra en la serranía de Chepite, 40 kilómetros río arriba de la anterior, que, en conjunto, generarían 1.800 MW. Esta alternativa lograría reducir a la tercera parte la extensión del área a inundarse. En la actualidad, se dice que la compañía italiana Geodata Engineering S.A tiene listo el proyecto de factibilidad para la construcción de la represa minimizando los efectos ambientales. El estudio de pre-factibilidad está orientado a ver si es más viable construir una “gran represa” o varias “tipo cascada”. Tendrá un costo de 22 millones de bolivianos y debe ser ejecutada en 12 meses, según datos del Ministerio de Hidrocarburos. “Geodata hará estudios geológicos y medioambientales porque la idea es que sea un proyecto con mínimos efectos ambientales”, declaró a la agencia de noticias ANF el gerente general para Latinoamérica de la empresa, Nicola Ruga, quien dijo desconocer estudios o informes sobre los efectos que podría tener la construcción de la hidroeléctrica en la zona.
Sea como fuera, la gran interrogante es por qué se prioriza la construcción de esta represa sobre los otros proyectos hidroeléctricos en la misma cuenca del río Beni, incluyendo algunos que se encuentran en una fase mucho más avanzada, incluso de factibilidad o diseño final. El potencial hidroenergético de la cuenca andina del río Beni hasta el angosto de El Bala es enorme, 22.000 MW según ENDE (55% del potencial del país). La mayor parte de la energía consumida por La Paz proviene de la hidroelectricidad generada en esa cuenca (Zongo, Taquesi, Miguillas) reconocidos internacionalmente por su eficiencia, bajo impacto ambiental y tamaño adecuado a las necesidades del país, es decir, lo opuesto a lo que cabe esperar de El Bala.
Ficha técnica
Países: Bolivia
Cuencas: Beni
Ríos: Beni
Información del proyecto
Capacidad: 1.600 MW
Área de inundación: 1.200 Km2
Costo: US$ 2,4 mil millones
Estado operacional: Planificada
Empresas involucradas: Empresa Nacional de Electricidad (ENDE)
Ubicación:
16 Km aguas arriba de las poblaciones de San Buenaventura (Departamento de La Paz) y Rurrenabaque (Departamento del Beni).
Poblaciones afectadas:
- 2000 personas que viven en los aredores de la presa.
- 700 personas en Pilón-Lajas.
- 1200 personas de las ciudades de San Buenaventura y Rurrenabaque.
Pueblos indígenas afectados:
- 1360 indígenas de los grupos que viven en Pilón-Lajas.
Áreas protegidas afectadas:
- Parque Nacional Madidi.
- Reserva de Pilón Lajas.
Línea de Tiempo:
- Pronóstico ejecución de la obra: 2016 – 2022.
- Entrada en operación: 2022.