El estigma de las mujeres que deciden no ser madres

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Foto: BBC

Algunas mujeres están desesperadas por tener hijos; otras están desesperadas por no tenerlos.

En el marco de la temporada especial “100 mujeres” de la BBC, tres mujeres que quieren no tener hijos nunca explican por qué.

Una de ellas Holly Brockwell, de 29 años, vive en Londres ha estado tratando de que la esterilicen. La segunda es Karin Ruis, en México, con quien entramos en contacto por la vía del -acalorado- debate que abrimos en nuestra página de Facebook, y que puedes encontrar en este enlace. La otra, Nina Nikoo (no es su nombre real), reside en Teherán, capital de Irán, y enfrenta la presión familiar para quedar embarazada.

Holly Brockwell

Como mujer, hay cuatro palabras que causan una respuesta más condescendiente que ninguna otra: “no quiero tener hijos”.

“¿Pero por qué?”, me pregunta la gente, como si hubiera una respuesta simple a por qué uno, visceral e instintivamente, rechaza algo que se considera fundamental para la humanidad.

 

De hecho, no hay nada acerca de la posibilidad de crear otro ser humano que me atraiga. Es una cuestión emocional, y tratar de ponerlo en términos racionales le quita algo de fuerza.

 

Si digo que no creo que sería buena madre, por ejemplo, la gente me responde que “todo el mundo se siente igual al principio”.

Si digo que no me imagino a mí misma un día con la energía, el tiempo o el dinero para criar un niño, me dicen que “te las arreglarás de algún modo”.

Si digo que quiero dedicarle mi vida a mi carrera, me dicen que soy “egoísta”.

Parece que no hay una razón aceptable para no tener bebés.

Por las respuestas que recibo, uno podría pensar que todas las personas que deciden procrear están eufóricas con su decisión.

Yo sé que de hecho esto no es así. Fue lo que le pasó a mi propia madre.

Ella nunca ha ocultado el hecho de que no quería tener hijos en primer lugar, y que sólo accedió a tenerlos porque mi padre estaba desesperado por tener una familia.

En parte es mi temor a capitular lo que me llevó a tratar de que me ligaran las trompas: para que no tuviera la opción, en caso de que alguna vez me viera tentada a traicionar lo que creo por amor a alguien.

Después de me dijeran en cuatro ocasiones que era “demasiado joven para siquiera considerarlo” -a pesar de que no hay una edad mínima para la esterilización en Reino Unido-, finalmente logré que el sistema público de salud me diera una cita con un especialista.

Estaba feliz… hasta que intenté que me hicieran la operación. Marie Stopes, que hace el procedimiento, me dijo así nada más que no había ningún cirujano disponible, que tendría que volver a ver a mi médico de cabecera. Entretanto, me mudé a un lugar administrado por otro organismo del sistema de salud, lo que significaba que debía empezar de cero.

Podrías estarte preguntando por qué no elijo un método anticonceptivo menos dramático. La píldora me ha provocado efectos secundarios por años y la otra opción es un dispositivo intrauterino, que no quiero porque conozco dos casos de personas a las que les ha provocado efectos horribles.

No necesito un método reversible. Hay una operación de 10 minutos que puede resolver este problema de una vez y para siempre, y no puedo creer que con casi 30 años de edad, en 2015, tenga que pelear para que me la hagan.

Es posible elegir ser madre a los 16 años pero no declinar la posibilidad de la maternidad a los 29. Parece que nuestras decisiones sólo son tomadas en serio cuando son coherentes con la tradición.

Bueno, nunca he sido tradicional. Recientemente abrí un sitio de internet sobre tecnología escrito por mujeres. Me enorgullece decir que es el único bebé que tendré jamás.

Karin Ruis

Pues mi decisión de no tener hijos viene, de hecho, ya grande, cuando termine la carrera. Aun tenía el gusanito. Conocí a mi esposo desde la vocacional (del instituto politécnico en México). Y pues sí lo platicábamos. Pero cuando entré a la carrera y me di cuenta que lo que yo quería era trabajar en carreteras (soy ingeniero civil) empecé a sopesarlo.

Entre que no conseguía un trabajo “que me diera para mantenerlo bien”, y mi esposo que tampoco conseguía, lo aplazamos.

Entonces, vino para mí una buena oportunidad y decidí tomarlo. Aparte, hay algo en lo que no he madurado: me encantan los videojuegos. Compramos consolas, juegos, viajamos, y ahí fue donde me dije: ¿sabes qué? Vamos a platicarlo y a decidirlo, pero ya.

Mi esposo sí se sorprendió cuando le dije “creo que no tengo el chip de ser madre, a mi parecer estamos bien, no siento que un hijo vaya a ser una bendición para nosotros. ¿Me apoyas en mi decisión?”

Ya tenía yo 28 años. En ese momento, no estábamos casados. Si fue un poco un estira y afloja. Pero al final decidimos entre los dos no tener hijos. Eso nos costó casi 3 años; ahora llevamos 5 de casados, y la idea de hijos ya no tiene lugar en nuestras pláticas del futuro.

A mi madre, pues, no le gusta la idea. Pensaba en que yo le iba a dar sus primeros nietos. Sin embargo, respeta mi decisión, y si hay algo que le agradezco es que es la única persona que cuando me ve, lo primero que pregunte no es “¿para cuándo los niños?”.

Mi padre, él sí. En definitiva, me elogia. Dice que ya hay demasiadas personas en este mundo. A veces me dice que por qué no decido adoptar.

Es horrible. Cuando expresas tu decisión, te llueven preguntas e interrogantes, como quién te va a cuidar, qué vas a hacer sola toda la vida, ¿es que no puedes?

Y eso que no hablamos de la incomodidad: en mi caso, de sentirte aislada de todas tus amistades, ya que su plática empieza a cambiar de trabajos, juegos, libros, a tips de crianza, qué hizo su hijo tal día… Poco a poco, terminas buscando un nuevo círculo social donde no sientan “lástima” por ti y tu deseo de ser nini (ni pañales, ni mamilas).

Prefiero quedarme así. Mi idea de felicidad es otra completamente diferente. Sin embargo respeto a las personas que deciden ser padres.

Nina Nikoo

Creo que tengo mucha suerte de ser mujer, pero a diferencia de muchas, nunca me he sentido maternal. Siempre he creído que es un crimen traer, sin quererlo, un niño a este mundo.

He trabajado muy duro para establecer mi propio negocio. En estos momentos empleo a seis personas y nada me es más satisfactorio que mi trabajo.

Algunas personas creen que soy egoísta. No lo sé, quizás lo soy. Pero sin importar lo que otros piensen, no puedo abandonar un sueño que se hizo realidad recientemente, después de tantos años.

Mis padres quedaron en shock cuando les dije que no quería tener hijos. Todavía sacan el tema a colación cada vez que pueden.

Y no son los únicos. Otros miembros de la familia intentan convencerme de que estoy cometiendo un error.

Recuerdo los primeros años después de que me casé, hace unos 10 años. Muchas personas nos criticaron. Incluso insinuaron que mi esposo o yo éramos infértiles y que lo ocultábamos.

Ahora más o menos se han rendido, pero mis padres son muy persistentes. Mi papá dice que un día mi cuerpo va a hacer que quiera tener un hijo. El otro día mi mamá me estaba peinado y dijo que la ponía muy triste pensar que nunca podré experimentar lo que ella ha experimentado. Como mi padre, piensa que voy a cambiar de opinión.

Creo que el hecho de que muchas de mis amigas no tienen hijos, aunque han estado casadas por años, ayuda bastante. Tener un hijo es una carga para las mujeres educadas en Irán. Significa que no puedes concentrarte en tu trabajo, que tu libertad está limitada y que si tu matrimonio no funciona, las posibilidades encontrar otro marido son bajas.

No me malinterpreten, amo a los niños. Soy paciente y puedo ponerme a su nivel fácilmente, y pasar horas jugando con ellos… siempre y cuando no sean míos. Cuando veo a un niño colgado del cuello de su madre, siento que me sofoco. Me hace tan feliz pensar que no es mío.

Desde el primer día le dije a mi esposo que no quería hijos, y parece que él está conforme con la idea. A veces puedo ver en la forma en que mira a los niños que no le importaría ser padre, pero respeta mi decisión. Convencer a sus padres también fue difícil.

Pienso en ello todos los días, sin embargo. De hecho, desearía encontrar sentimientos maternales dentro de mí. Espero que llegue el día en que yo pueda cambiar, aunque eso parece improbable.