Francisco, palabra
Se trata de uno de los personajes con mayor aprobación mundial positiva. La media lo apunta con índices de popularidad nunca antes registrados en un líder mundial: 90%.
Hay una frase que ha ganado connotación en los círculos intelectuales europeos: “Los alemanes dominando todo, desde la economía hasta el fútbol, y ahora un papa argentino, es demasiado para los ingleses”. Francisco tiene un protagonismo que en la Argentina sería equivalente al del presidente de turno, con la ventaja de que el suyo es un cargo vitalicio. El Papa se ha convertido en uno de los personajes indiscutidos del mundo no solo porque sale en las tapas de los diarios italianos y de varios países de Europa casi todos los días, sino porque su predicado que tiene extremos y son hasta peligrosos, han derrumbado los mitos con los que se movía el Vaticano; menos comprometido y menos expectante de todos los conflictos y problemas humanos del siglo XXI y ojo que no son pocos. Ha escrito en poco tiempo su encíclica y después de ellas diarios como Le Monde lo llamó en la tapa de una de sus ediciones “Defensor de la Ecología Integral”. Y así va, desde sus gustos literarios y musicales hasta fotografiado con un casco de minero hablándoles a los desocupados sobre la indignidad del desempleo del sistema capitalista (dinero que hace dinero para hacer poder para volver a hacer dinero).
Salvando las distancias, para la misma intelectualidad europea el Papa Francisco va camino a convertirse en un ícono mundial como el Che, con quien, aunque ideológicamente sea incomparable, comparte ese gen transgresor característico del argentino. Una de las grandes virtudes de Bergoglio es que está atento a todo lo que representa cambio. Y como la palabra está instalada en el colectivo se dio tiempo para emprender visita por estas tierras. Varias lecciones clave de su visita al país serían para llenar un libro. Prefirió dormir en la casa del Cardenal Julio Terrazas aunque todos los hoteles cinco estrellas se morían de ganas para hospedarlo. Su visita corta dio lugar a la reflexión de la fe cristiana y mantuvo ciertas distancias con el Gobierno sobre todo a la hora de advertir lo que había señalado en su Encíclica contra todo daño al medio ambiente.
“Dios perdona siempre, los hombres a veces, la Tierra no perdona nunca”. Jorge Mario Bergoglio ha hecho continuos llamamientos para instar a los católicos a que se comprometan con la defensa del medio ambiente, un terreno en el que algunos fieles no se sienten demasiado cómodos por considerarlo propio de la izquierda. La ecología, entendida como una consecuencia más de la “cultura del descarte” que tanto critica, es una de las grandes preocupaciones del Papa Francisco, hasta el punto que le ha dedicado parte fundamental en su texto magisterial “Laudato si”.
Para redactar su nuevo documento, el Papa Francisco ha hablado con obispos implicados en este campo, como alguno de los de la Amazonía, y también ha contado con la colaboración del Pontificio Consejo Justicia y Paz. El presidente de este dicasterio vaticano, el cardenal ghanés Peter Turkson, ha sido el encargado de elaborar el primer borrador sobre el que el Papa ha trabajado su encíclica. En su texto apunta la relación entre el cuidado de la creación, el desarrollo humano integral y la preocupación
por los pobres.
En defi nitiva, el Papa Francisco pretende que la humanidad sea consciente de que la desigualdad y la destrucción del medio ambiente están relacionadas. De hecho, los define “como los grandes desafíos de la familia humana”. La otra conclusión es que cuando el Papa habla de ecología, hay que tener en cuenta que
lo hace de una forma integral, es decir, que no limita su análisis y soluciones “a fenómenos exclusivamente científicos, económicos o técnicos”. Finalmente, insiste en la idea de que el corazón de la ecología integral que propone es una llamada a la solidaridad, a un cambio de corazón de las personas de modo que el bien común sea lo más importante, por encima del beneficio.