Donald Trump: Odiador a tiempo completo

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El año pasado flotaba en el ambiente algo místico alrededor de Donald Trump. Parecía estar al mismo tiempo en todas partes y en ninguna. Algo místico similar a un “close up” cinematográfico que de pronto se materializó sorprendiendo a la gente que suponiéndolo falso y vacilante, lo veía ahora impensadamente cerca como una piedra en el camino o como una pesada cuesta que trepar ¿Cómo es posible que un hombre pueda ser tan cambiante y astuto?

Hubo tiempos en los que la homosexualidad se denominó “el amor que no se atreve a pronunciar su nombre”. Trump trafica con odios que tampoco se atreven a pronunciar sus nombres, aunque se dio mañas para darles  expresiones que pronuncia a viva voz.

T.S. Eliot popularizó la noción del “objetivo correlativo”, describiéndolo como “una secuencia encadenada de objetivos y situaciones” que terminan conformando la fórmula que amarra lo que de otra manera, no sería más que fugitivas emociones de miedo, sospecha y suposición. Por  supuesto que Eliot se expresaba en términos metafóricos para describir que la correlación de los objetivos no conllevaba verdades irrefutables, sino que se trataba más bien de emociones con una suspicacia instantánea.

Reconocemos que esto es una especie de arte transferido al reino del discurso que Trump domina; en parte se enmascara, pero lo realza en una secuencia de odios entrelazados, miedo al negro, miedo a lo musulmán, miedo a las mujeres, miedo a lo mejicano, miedos que encadena en una serie de objetivos correlativos.

 

1. Miedo al Negro. En primer lugar, el 2011 Trump generó incertidumbre cuando afirmó que había enviado investigadores privados a Hawái para develar que el certificado de nacimiento de Barak Obama, era fraudulento; tales investigadores ficticios para investigar un crimen también ficticio, conforma el típico modo como Trump crea una imagen concreta de determinada persona para que la gente la llene con sus propias inquietudes, dudas o incertidumbres. No necesitaba decir que Obama no debería ocupar la Casa Blanca porque es negro; en este caso, el objetivo correlativo aparece como una gran mancha de tinta; la gente claramente nota la diferencia con el resto. 

El pasado septiembre, una encuestadora encontró que el 66% de los seguidores de Trump, creían que Obama era musulmán. El enfoque de Trump sobre este certificado de nacimiento, es que reduce el ámbito de análisis del asunto, pero en realidad también lo amplía ya que usted puede pensar que Obama no es musulmán pero que tampoco es ciudadano norteamericano o que no es musulmán ni cristiano y que más bien es alguien incierto o desconocido, posibilidades que lanzan  sombras sobre sus antecedentes convirtiéndolo en un intruso, un extraño o forastero. La historia acerca de la desaparición del certificado de nacimiento, tampoco es real pero sí es efectiva puesto que funciona y persiste.

Trump tuvo éxito en dar lugar a estas especulaciones y el resto de su campaña, se basó en objetivos correlativos similares.

 

2. Miedo a lo Musulmán. Trump se destacó cuando propuso que debería prohibirse el ingreso de los musulmanes a los Estados Unidos, idea que reafirmó en ocasión del tiroteo en Orlando. Ciertamente no tomó esta idea al azar; la preparó cuidadosamente el pasado noviembre cuando afirmó que vio a “miles” de musulmanes en Nueva Jersey, aclamando y celebrando el derrumbe de las Torres Gemelas a causa del atentado de noviembre de 2001, siendo así que no existe evidencia alguna de que tal cosa haya ocurrido;  sin embargo, la acción fue efectiva y afectó a muchos dejando la impresión de la existencia de un enemigo interno en los Estados Unidos, junto a la noción de que ellos serían los enemigos y no los norteamericanos; de que su religión y su etnia serían la causa del problema sin que Trump tenga que decirlo de manera expresa. La afirmación de haber visto a miles celebrando tal atrocidad, funciona muy efectivamente debido a que constituye un objetivo correlativo para todo tipo de xenofobia, temor religioso, patrioterismo o atropello.

 

3. Miedo a las Mujeres. A veces también denominado “miedo a Hillary Clinton” puesto que es conocido que Trump ama a las mujeres en tanto y en cuanto nunca lo contradigan, sean rubias, esbeltas y tengan un buen busto, (ninguna “tabla-pecho” califica para un “diez” -afirma). Hay muchos hombres que “aman a las mujeres” de esta extraña manera sin darse cuenta de que se trata de una particular y virulenta forma de misogamia. Si una mujer gana peso como Rosie O’Donnell -conocida actriz, comediante, productora y presentadora de televisión estadounidense, famosa por una de sus características físicas, su peso- o si estuviera menstruando como se refirió a Megyn Kelly -presentadora del Canal FOX que planteó preguntas que resultaron incómodas para Trump-, o si llegan tarde es porque estaban orinando, expresión referida a la candidata demócrata Hillary Clinton. Trump es un notorio y caprichoso histrión en constante necesidad de llamar la atención y las mujeres en particular, le resultan incómodas porque según él cotorrean mucho, lloran, menstrúan sangre, orinan, es decir, lo dirigen casi naturalmente a su misógamo objetivo correlativo con sus rubias, serviles y pechugonas esposas que a diferencia de otras mujeres, puede despedir o menospreciar a su antojo.

 

4. Miedo a lo mexicano. Trump cree que toda la gente proveniente de Latinoamérica como los mexicanos, son unos indeseables. No solamente que se apropian de los trabajos norteamericanos, sino que también “toman” sus mujeres y son unos violadores, estructurando de esta manera, la forma más antigua de vilipendiar al enemigo. Una especie de “Antebellum Sureña” -término que se refiere preferentemente al Estado de Carolina del Sur durante la crucial época entre los años 1812 a 1815, caracterizado por controversias racistas entre el Sur y el Norte de los Estados Unidos, que culminaron con la famosa Guerra de Secesión en el año 1861- con su rigor racista anti-negro cultivado por un diligente miedo a los negros violadores de esposas e hijas. Paul LePage, Gobernador del Estado de Maine, recuperó recientemente esta vieja alegoría, cuando afirmó que debemos proteger a las “jóvenes y niñas blancas” de Maine, de los traficantes de heroína de Connecticut y Nueva York que vienen a “embarazarlas”. Coloque usted como desee los adjetivos para referirse a los seres supuestamente inferiores, llamándolos flojos, ladrones, codiciosos, deshonestos, glotones o como quiera puesto que cualquier denominación implica juicios de valor; puede usted añadir también “violadores” y terminará con una gran mancha vívida e instantánea; esta es la razón por la que el término de Trump “mexicanos violadores” funciona tan bien para crear otro objetivo correlativo que este personaje maneja con maestría.

 

El uso que Trump hace de los objetivos correlativos, le permite no utilizar expresiones abiertas de odio acerca de situaciones que todo el mundo rechaza y le permite más bien, calibrar el nivel de su odio dependiendo del lugar que ocupe en las encuestas. No odia a los negros, simplemente cuestiona a aquellos que ocultan su origen. No está en contra de todos los musulmanes, solamente contra aquellos de los “países terroristas”. No se opone a todas las mujeres, solamente a las “gordas chanchas”. (¿A quién le gustan las gordas chanchas?…). No está contra todos los mejicanos, solamente contra los “mejicanos violadores”; (¿Quién defiende a un violador?)

Esta es la extraña manera cómo Trump se da mañas para constituirse en un odiador a tiempo completo.