Las fiestas al estilo de los Obama han llegado a su fin una vez empozado como presidente de los Estados Unidos Donald Trump. Todos los años durante los ocho de la gestión del exmandatario estadounidense participó en el Kennedy Center, en Washington, junto a su esposa Michelle de la fiesta que premia a los artistas que más se han destacado en la escena musical.
Cuando fueron instados a participar, Jimmy Carter, Ronald Reagan, George H. W. Bush, Bill Clinton e George W. Bush, por supuesto con sus respectivas acompañantes, nunca demostraron nada más allá del tedio calculado. Con Barack y Michelle la historia fue diferente. En 2013, en el homenaje al guitarrista mexicano Santana, Obama cantó, a pleno pulmón, “Black Magic Woman”, uno de los clásicos del artista. “I got a black magic woman, Got me so blind I can’t see” (“Yo arregle una hechicera. Ella me dejó tan ciego que no consigo ver”), en cuanto evidentemente enamoraba a Michelle, sentada a su lado.
En 2015, en el espectacular tributo a Led Zeppelin, Obama y Michelle sacudieron la cabeza cerraron los ojos al ritmo de los riffs alucinantes de Jimmy Page, como lo harían rockeros de cualquier parte del mundo. Muchos coinciden es que era una de las facetas más bacanas del matrimonio porque se comportan como simples mortales. Desde el pasado 20 de enero ellos fueron remplazados por Donald y Melania Trump. La diferencia es que los Obama son sensibles, tolerantes y bien humorados. Los Trumps han sido calificados de inició como irascibles, superficiales, belicosos e inclementes. ¿Qué será de los músicos sin los Obama?