Sép7imo día de Cirque du Soleil, un espacio de reencuentro para los fans de Soda Stereo
El 9 de marzo, en el estadio Luna Park de Buenos Aires, donde alguna vez peleó Carlos Monzón y cantó Frank Sinatra, el Cirque du Soleil inauguró Sép7imo día – No descansaré, el espectáculo basado en la obra de Soda Stereo que se presentará en Argentina durante las próximas semanas y luego recorrerá el continente. Una tropa de 35 bailarines, saltimbanquis, acróbatas, cantantes y payasos le dio vida a este collage cinético que, más que una reinvención, es un espacio de reencuentro entre la música de la banda y sus seguidores, una especie de grandes éxitos animado en alta fidelidad.
Desde el comienzo, Sép7imo día se plantea como un producto orientado al fan. No es casual que el espectáculo número 40 del Cirque du Soleil, el primero ideado para América Latina, registre un par de excepcionalidades: es la primera vez que la compañía canadiense convoca al público a participar del proceso creativo (con consultas masivas en redes sociales) y la primera vez que integra parte del escenario al “campo de pie”, con el foco puesto en la cercanía y la interacción.
“Fue un trabajo largo”, dijo en una entrevista Charly Alberti, baterista de Soda y productor musical del show junto con Zeta Bosio. “Fue aprender a ver la música en 360, ya no en estéreo. Al principio se me hacía muy difícil escuchar a Gustavo, porque su fallecimiento era muy reciente. Después entendimos que esto era algo que Gustavo hubiera apoyado al 100 por ciento. El sistema de trabajo y las decisiones que se tomaron fueron las mismas que se hubieran tomado si hubiera estado él”.
En el medio del espectáculo hay una historia que no está cristalizada del todo. Comienza con un joven atrapado en una jaula. El riff de “En el séptimo día”, inoculado por la vía de unos audífonos que le caen del cielo, eleva al personaje a un mundo de color, fantasía, aventura, música y extravagancia. Esta premisa básica es el argumento que dispara la seguidilla de actos. El joven liberado se llama L’Assoiffé (el Sediento) y, según sugiere el autor y codirector Michel Laprise, la jaula en la que está atrapado podría ser una metáfora de la opresión. Más concretamente, un símbolo de la dictadura militar argentina, contexto en el que emergió Soda Stereo como banda de bares que intentaba copiar a The Police. El universo al que se fuga el personaje es esa zona de promesas y libertad que encarnó Soda y toda su generación rockera en la década de los años ochenta, al final de la dictadura y en los primeros años de democracia.
Esta lectura funciona en verdad en un plano remoto, porque lo que prevalece en Sép7imo día es una sucesión de golpes de efecto, himnos pop imbatibles, coreografías y destrezas acrobáticas. No hay una narración demasiado consistente, ni un concepto del todo claro. Lo que domina es la fantasía de penetrar el “triángulo sagrado” -Gustavo, Zeta, Charly- al que alude la voz en off del comienzo. Esto puede deberse, en parte, a que las canciones de Soda no son piezas narrativas, ni contienen personajes definidos. Gustavo Cerati no fue un storyteller, ni se consideraba a sí mismo un poeta. Fue un letrista de rock que logró imágenes extraordinarias con pocos elementos, y que solía postergar la escritura hasta el final porque decía que le costaba muchísimo.
La compañía productora contó que cuando Laprise visitó la casa donde creció Cerati, su madre, Lilian Clarke, le habló de la conexión de Gustavo con la ciencia ficción. Ese dato, sumado a la cantidad de referencias cósmicas de sus canciones y al descubrimiento del Planetario porteño como ícono del imaginario de la banda, llevaron al director a pensar en un escenario esférico -otra novedad para la historia del Cirque- y a componer el espectáculo alrededor del elemento aire.
También hay una idea borrosa de viaje en el tiempo que atraviesa el show, desde las fotos de infancia de los tres músicos que se proyectan en LED sobre ruedas gigantes hasta la simbología naturalista que se va desplegando sobre los compases de “Planta”, por ejemplo, o durante “En remolinos”, en el que una réplica de la Floralis Genérica se abre para develar a una equilibrista. “¿Quién sabrá el valor de tus deseos?”, canta Cerati en esa cumbre sónica incluida en el álbum Dynamo.
Hay elementos de vestuario que remiten a la corriente postpunk en la que se formó Soda, referencias demasiado literales (el misil, el revólver) y números aislados que podrían formar parte casi de cualquier espectáculo de la compañía, como cuando el personaje de L’Assoiffé hace malabares con el diábolo en “Persiana americana”. Benito Cerati, el hijo de Gustavo, dio una definición certera en la alfombra roja: “Es como si fueran videoclips”.
Otros actos logran conciliar lo mejor de los dos mundos y llevar el arte pop de Soda Stereo a zonas interesantes, como la reversión del clip de “Sobredosis de TV” a cargo del clown marplatense Toto Castiñeiras, o la artista que dibuja con arena y proyecta la acción en la pantalla cilíndrica (“Un millón de años luz”). Un rato después, el momento de fogón de “Té para tres” deriva en uno de los picos emotivos del show, y la seguidilla de canciones clásicas prepara el terreno para un cierre que parece una mezcla del Circo Chino de Pekín y High School Musical, todo a caballo del riff demoledor de “De música ligera”. Para ese momento está claro que Sép7imo día es más potencia acrobática que sutileza poética, más identificación que experimentación.
El manager de Soda, Daniel Kon dijo en una entrevista radial: “Si algo no le gustaba a Gustavo era el pasado. Cuando empezamos este proyecto nos dijimos: ‘Bueno, ¿cuál sería el Soda del futuro?’. Creo que Gustavo hubiera apostado a esto, porque es el futuro de Soda Stereo”.
En diciembre de 2009, durante la gira de Fuerza natural y seis meses antes de caer en coma, Cerati declaró: “Soda Stereo no vuelve nunca más”. Si el tour de reunión de 2007 había sido definido por el cantante como “una burbuja en el tiempo”, este regreso triunfal de la marca una década más tarde es algo que ocurre en una dimensión paralela a la historia de la banda, y aventurar qué habría sido de todo esto con Cerati vivo es una especie de paradoja temporal. Este es el Soda Stereo del futuro, como dice Kon. El único disponible.