Evo pide unidad para que no vuelvan los llunkus
“Si fallamos, el día de hoy no es que falla Evo ni el MAS, el que falla hoy son los pueblos de nuestra patria, ellos son los que sufrirán el retorno de los saqueadores y llunkus del imperio”, dijo Evo Morales en medio de la explanada del aeropuerto de Vallegrande, a pocos metros de donde el Che estuvo desaparecido por casi 30 años. El presidente rindió homenaje al guerrillero ejecutado hace 50 años en Bolivia con un discurso de resistencia que estuvo en sintonía con el tono utilizado con los que lo antecedieron en la palabra.
Cuando lanzó esa frase venía hablando de las “invasiones del imperio” a Afganistán, de las agresiones diarias a Palestina o de los ataques a Venezuela. Pidió no apartar la mirada de esos pueblos porque -al igual que Bolivia- están en la línea de fuego. “Nuestra lucha no es de una década, un periodo de Gobierno o de una sola vida”, recordó.
Era el acto central de los homenajes a los 50 años de la muerte del Che y unas 5.000 personas se habían congregado para escuchar los discursos de Evo y del vicepresidente de Cuba, Ramiro Valdez. También para ver a los hijos del Che, Aleida, Camilo, Ernesto y Alicia, que estuvieron presentes pero guardaron silencio, no se dirigieron al público y evitaron el contacto con los medios.
El público estaba integrado por un núcleo de militantes de izquierda llegados desde Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Cuba y otros países, y representantes de comunidades gobernadas por el MAS, desde orureños hasta pandinos, pasando por un gran grupo de vallunos venidos de municipios vecinos. Los vallegrandinos se quedaron en sus casas.
Lo dicho y lo hecho
Se había anunciado que este sería un acto de relanzamiento de Evo, un retomar la mística antiimperialista y de que el presidente optará por otro mandato bajo el lema Che vive, Evo sigue.
Hubo un solo intento de corear esa frase. La comenzaron a gritar los trabajadores petroleros que estaban en una tarima aledaña a la principal, pero su grito no cuajó, se ahogó a los pocos segundos bajo las notas de la tarqueada o de las cornetas de la banda oriental que llevaron los militantes de Warnes. Lejos de corear una consigna de repostulación, los militantes nacionales querían que Evo supiera que habían ido a apoyarlo. No se conformaron con dejar constancia de su presencia a través de pancartas, sino que corearon el nombre de su pueblo y, no contento de ello, la Gobernación de Beni hizo uso de su dron para que la bandera de su departamento sobrevolara el lugar del acto. No le gustó nada al vicepresidente cubano, que refunfuñaba cada vez que los objetos voladores se acercaban.
Pero tampoco el lema fue empujado por los dirigentes de movimientos sociales que hablaron antes de la llegada de Evo a la tarima. Sus discursos parecían de resistencia, no de victoria. “Estaremos como soldados ante cualquier llamado”, dijo Juanita Ancieta, de las mujeres Bartolinas. “No hagamos que el tiempo nos juzgue, hay que pelear”, dijo Hernando Gutiérrez, de los trabajadores mineros.
Hubo otros, como Atilio Borón, ideólogo de izquierda de origen argentino que aseguraron que la lucha del Che en Vallegrande fue una semilla que germinó 39 años para que Evo Morales gobierne Bolivia, mientras que el vicepresidente cubano recordó cómo fueron las tareas para recuperar los restos del Che y cómo Fidel recibió en La Habana al guerrillero y a sus combatientes caídos como un batallón de apoyo para reforzar la lucha revolucionaria.
Cuando habló Evo, también evocó palabras de Fidel para emocionar a la audiencia. Pidió a los jóvenes ser como el Che, levantar sus banderas en las plazas, continuar su lucha antiimperialista. También dejó un nuevo decálogo para mantener el internacionalismo y aseguró que está dispuesto a luchar en África para ‘liberar’ naciones como lo hizo el Che.
En La Paz, los senadores opositores Arturo Murillo y Jeanine Áñez no pensaban igual. Ambos reprocharon al Gobierno los actos en honor al guerrillero que ensayó la toma del poder por las armas.
“El presidente Morales, que tanta gala hizo del patriotismo y del Ejército, ahora está pisoteando a los héroes, a los que eliminaron a este invasor; en vez de darles todo el crédito a los excombatientes, se conmemora al Che; el acto del presidente es un acto claro de traición a la patria”, sostuvo Murillo.
Al principio de su discurso, el mandatario tuvo palabras para los que criticaron el acto, para los opositores que aseguraron que homenajear a un extranjero que tomó las armas en Bolivia era traición a la patria. “No es traición, es recordar a quienes quisieron liberar a la patria, traición a la patria es servir como lacayos del imperio norteamericano”, retrucó.
También tuvo palabras para los excombatientes de Ñancahuazú. Aseguró que lo del Che no fue una invasión, que de los 50 guerilleros 26 eran bolivianos, que fue el imperio el que puso pobre contra pobre, hermano contra hermano.
“No culpamos a las manos de los soldados bolivianos que fueron obligados a cumplir órdenes. Culpamos a los agentes de la CIA y a los generales”, dijo.
Antes de concluir el acto, pidió a los jóvenes de todos los países presentes aprender a identificar a los enemigos internos y externos. El externo es el capitalismo. “Los enemigos internos son los lacayos, los sirvientes del capitalismo, los lacayos de la derecha”, aseguró.
Ahí se acentuó el discurso de resistencia que sobrevolaba todo el acto. Antes de gritar: “Patria o muerte”, y pedir apoyo para Nicolás Maduro, juró ante los movimientos sociales que los que están en el Gobierno van a morir como antiimperialistas. “No duden eso, somos de sangre luchadora, de esos pueblos obreros, indígenas que lucharon antes. La ideología, los principios no están en debate, lo que está en debate es cómo seguir mejorando y seguir avanzando hacia la liberación de los pueblos del mundo”, arengó.
Los 50 años del Che trajeron una fiesta de contrastes
Participaron masivamente jóvenes, militantes y representaciones de sectores sociales
Los 50 años de la llegada del Che a Bolivia se festejaron en diversidad. Hubo un hecho político, el respaldo de la mayoría de los visitantes al Gobierno de Evo Morales, que después de 15 años durmió en una carpa a unos metros del Campamento Internacionalista, pero hubo también un fenómeno social, la interacción de diversas generaciones de militantes de la izquierda que se reencontraron en Vallegrande.
La población amaneció con las calles saturadas de movilidades, en particular en las zonas aledañas a la pista y al centro cultural. En los alrededores de las carpas se estacionaron las vagonetas, las camionetas y vehículos blindados del cuerpo de seguridad. Una veintena de buses se estacionó en los laterales de la avenida para el descenso de campesinos recién llegados de diferentes partes del país, mientras los vendedores se encontraban en plena faena para la venta de poleras, sombreros, gorras y demás mercadería con el rostro dibujado del Che.
Para los de la generación del 60 los valles cruceños son un destino conocido. Muchos se reconocieron unos a otros al llegar a la plaza que recorrieron con cierta familiaridad. Incluso algunos trajeron sus movilidades, de las que destacó un Porsche que ponía música de Serrat en el segundo día de la conmemoración. Para ellos, la celebración oficial y las mejoras en la infraestructura vallegrandina con el paso de los años, son los frutos del legado de la revolución por la que lucharon y en la que se mantienen.
Para el comerciante Johnny Llanos, el viaje desde Cochabamba fue más largo de lo esperado. Primero arribó a Santa Cruz, después se trasladó hasta El Torno hasta llegar finalmente a Vallegrande. Pero valió la pena, en mediodía vendió ocho docenas de poleras, con precios que van desde Bs 20 hasta 80, dependiendo del estampado. “Con esto tendrá algo de dinero para viajar y dejar algo en casa”, comenta.
Sergio Alejandro Sarranz es un artesano argentino que lleva recorridos seis países de Latinoamérica. Se reconoce de izquierda y cuenta que llegó casi sin dinero desde Chochís, pasando primero por Santa Cruz. Lo logró hablando con la gente y encontrándose con otras personas que tenían un destino similar. “Me dan satisfacción estos eventos, porque uno se siente solo, pero descubre que somos más de los que creemos”, dijo. Exaltación Manrique es una dirigente del MAS que llegó junto con sus compañeros desde Yacuiba, la frontera ‘caliente’ al sur del país, en un maratónico viaje en bus de día y medio. Tras terminar el acto buscaba a sus compañeros para que retornen a la misma flota que los dejó en la madrugada. Pese al cansancio aseguró que hay unidad en el socialismo, la misma que buscaba el Che en su momento. “Creemos que su sueño se logrará”, aseguró. /RV
El decálogo antiimperialista
1.- Construyendo un mundo sin invasores ni invadidos. Un mundo sin armas de destrucción masivas, en el que no existen bases militares imperiales.
2.- Un mundo en el que los servicios básicos sean reconocidos como derechos humanos, el agua, la electricidad, el saneamiento básico no se mercantilice.
3.- Un mundo con un nuevo sistema financiero internacional en el que no manden los bancos sino los pueblos.
4.- Construir un mundo con una democracia real y participativa, en el que quienes gobiernen manden obedeciendo al pueblo.
5Un mundo en el que erradiquemos el colonialismo y el neocolonialismo cultural y tecnológico.
6.- Un mundo en el que defendamos el derecho a la libertad de prensa. Para eso debemos estar alertas a las mentiras de muchos medios
de comunicación, que justifican invasiones, que defienden
intereses de transnacionales y que pretenden debilitar y criminalizar a los movimientos sociales, a los gobiernos antiimperialistas.
7.- Un mundo en el que se respete a la madre tierra y en el que el desarrollo vaya en armonía con la naturaleza.
8.- Un nuevo orden mundial en el que las relaciones comerciales se basen en la complementariedad y reciprocidad no en el lucro ni en la explotación.
9.-Que prime la unidad de los pueblos del mundo, de los movimientos obreros, de la clase trabajadora con Malvinas para Argentina, la liberación de Palestina, la paz en Siria, en Colombia, acabar con el bloqueo económico a Cuba y mar para Bolivia.
10.- Construir un mundo que reconozca la ciudadanía universal, que se derriben los muros que dividen a las personas, para erradicar el racismo y la discriminación.