Socialismo y orgasmo

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o ¿por qué algunas mujeres prefieren el socialismo?

 

Catarina Liskova, profesora de la Universidad de la Republica Checa, dice que en los años sesenta los sexólogos checoslovacos comenzaron estudiar el orgazmo femenino enfocándose en la igualdad de género como el centro de la satisfacción de la mujer. Abogaban por una mayor participación del hombre en los trabajos de casa, la educación y cuidado de los hijos: “de lo contrario, no habrá nada de buen sexo…”, aseguraban los expertos comunistas.

Los antropólogos de la Universidad de Varsovia (Polonia) comentan que los sexólogos de la era comunista “no limitaban el sexo al mero disfrute físico, de lo contrario, resaltaban la importancia del contexto cultural y social en la satisfacción sexual”. Estas fueron, en realidad, las respuestas de los estados socialistas, a la pregunta de cómo lograr el balance entre la vida profesional y privada. Ningún estimulo, aseguraban los sexólogos, podría llevar hacia la satisfacción si la mujer está demasiado cargada con trabajo, responsabilidades y estrés que provoca la preocupación por su futuro y bien estar económico. En los sistemas socialistas, las mujeres tenían reconocimiento social más que nunca antes en la historia y por ello un fuerte aliento y sentimiento de poder y libertad de decisión sobre su propia vida. De esta manera la mujer tenía plena libertad de satisfacer su libertad emocional y sexual.

El estudio comparativo sociológico entre Alemania de Este y la Occidental realizada después de la unificación en los años noventa, demuestra que las mujeres que vivían al lado Este del “Muro” tenían doble más de orgasmos que las del lado Occidental. Los investigadores quedaron perplejos, y con razón, ante esta desigualdad en la satisfacción sexual, específicamente por el hecho que las mujeres del lado Este tenían la vida mucho más sacrificada y limitada de recursos.

Por otro lado, las mujeres en Alemania  Occidental en la época postguerra disfrutaban de las bondades de un sistema llamado capitalista en desarrollo quedándose en casa sin tener necesidad de trabajar. Y como siempre hay un “pero”, practicaban menos sexo. El poco sexo que tenían era de menor calidad que aquel que practicaban las mujeres del lado Este, socialista, que tenían que esperar largas filas para abastecerse de papel higiénico. Las científicas sexólogas llegaron a la conclusión que el sistema liberal capitalista le quitó a la gente desarrollar relaciones románticas sanas. “En la época autoritaria de los regímenes comunistas y /o socialistas  faltaban muchas cosas pero amor y romance no faltaban. Aunque divorciada, la mujer tenía trabajo y sueldo suficiente que le permitía vivir libremente sin necesidad de ser mantenida. Las mujeres vivían a su gusto antes de los noventa del siglo veinte; libres y satisfechas, mucho más que sus hijas que hoy en día, “Mi madre me presiona demasiado porque no entiende lo difícil que es tener un hijo en estos tiempos -era mucho más fácil en los noventa, antes de la caída de muro de Berlín-. Mi madre tenía derecho al descanso meses después de parto, su trabajo la esperaba, había guarderías gratuitas. Yo trabajó a contrato sin seguridad a un empleo estable”, comenta la hija de una mujer que nació en el sistema comunista.

Tal vez es difícil creer pero en los regímenes socialistas, la emancipación femenina era considerada parte elemental para la construcción de una sociedad científico-socialista del futuro. Los bolcheviques dieron su voto a la mujer antes que lo hagan los capitalistas de América del Norte. La mujer en Europa del Este tenía sexo y romance en abundancia; mantenía el sentimiento de control de su vida propia y seguridad en un futuro tranquilo, tal vez no brillante, pero con visión clara y de poder influir en ella misma. No era necesario tener alto nivel económico y vivir en un sistema político perfecto. De modo que su vida sexual también era de mayor calidad y de gran satisfacción.

 

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