La brutal represión policial en San Francisco
Golpes, gritos, desmayos, sangre y choques eléctricos. Eso ocurrió durante la violenta represión policial que se registró la tarde del jueves cuando efectivos del orden irrumpieron en predios de la Iglesia de San Francisco para perseguir y someter a jóvenes que protestaban contra el Código Penal y el Dakar.
El administrador del Museo de San Francisco, doctor José Luis Ríos, relató en entrevista con ERBOL los pormenores de la acción policial que él calificó como “tortura” contra los muchachos manifestantes.
Indicó que alrededor de las tres de la tarde, al interior de predios de la Iglesia se sintió la fuerte gasificación con que policías disiparon a la protesta. Turistas y el personal del Museo resultaron afectados y experimentaron malestares por la fuerte presencia de los químicos en ese ambiente.
Mientras se atendía a los turistas, el administrador relató que subió a un piso superior donde había alrededor de 30 personas refugiadas. Estaban mujeres de la tercera edad, vendedoras, jóvenes y hasta niños que se desvanecieron con susto y el efecto de los gases.
Por otro lado -según el testimonio- los policías golpearon la puerta del Museo para ingresar a los predios de la Iglesia. Al notar el exceso, Ríos dijo que se interpuso entre los uniformados y los refugiados para evitar más abusos.
El doctor Ríos señaló que en los pasillos había alrededor de 20 policías que estaban muy agresivos. Ellos y sus oficiales al mando se habían quitado sus marbetes y escondían sus identidades.
Pidieron a los policías que se retiren de los predios de la Iglesia, pero ellos respondieron que en ese lugar es estaban montando bombas Molotov y dinamitas, lo cual a criterio del administrador era falso.
Ante la insistencia del administrador, salió parte del contingente policial, pero se quedaron cuatro o cinco agentes que custodiaban a jóvenes detenidos. Todo ocurría a puertas cerradas.
Entonces se escucharon golpes y gritos. Ríos vio que los policías tenían a lo muchachos boca abajo en el piso y enmanillados. Pidió que se los levante y respete su dignidad.
Cuando se levantaron los muchachos, se observó que uno de los jóvenes estaba sangrando. Imploraron a los policías que dejen de golpearlos y prestaron atención al manifestante con lo que tenían a mano, que era un pañuelo de papel desechable.
Ríos relató que también notó que un policía aplicaba choque eléctricos a los jóvenes de manera disimulada en la parte de la entrepierna. Se escuchaba el chirrido de la descarga eléctrica y los jóvenes gritaban de dolor.
Según el administrador, uno de los jóvenes s quejó de que los policías habían golpeado con las culatas de las armas de gas. Los efectivos lo negaron, pero las heridas era evidentes.
Los policías reclamaron a los administradores del Museo por defender a lo que denominaron “delincuentes”, pero Ríos les respondió que “es más delincuente aquel que tortura y golpea a sabiendas que está prohibido por la Constitución”.
Ríos indicó que se logró rescatar a uno de los jóvenes de manos de la Policía. Pero el muchacho tenía heridas de los golpes en el pómulo y en la frente, además estaba bastante afectado emocionalmente por la represión de que fue víctima.
Cuando llegaron patrullas, los policías se sacaron sus ponchillos y cubrieron a los detenidos para llevárselos fuera de predios de la Iglesia.
El administrador observó que uno de los jóvenes no se podía mover del piso y u policía le decía que estaba drogado. Los levantaron para llevárselo y el muchacho salió desorientado.
Aclaró que los primeros que patearon las puertas del predio de iglesia para ingresar fueron los policías, pero también después los jóvenes patearon la puerta para exigir la liberación de sus compañeros.
Como testimonio de la represión, en el lugar quedaron ponchillos para la lluvia ensangrentados. La pared también fue manchada con líquido vital. Además, se recolectó restos de bombas de gas y gafas rotas. Este viernes en el ambiente aún se sentía el agente químico usado por la Policía.
El rector de la UMSA, Waldo Albarracín, manifestó que los policías cerraron las puertas de la Iglesia para cometer un crimen y torturar a los jóvenes. Anunció que iniciará acciones legales y exigirá que se identifique a esos efectivos.
El monseñor Jesús Juárez dijo que ni en tiempos de dictadura ocurrió algo así. Condenó la violencia suscitada y lamentó que no se haya respetado el derecho al asilo que tiene la Iglesia.