La Paz pierde la última chullpa preincaica de hace 800 años
La ciudad de La Paz ha perdido la última chullpa preincaica que resistió 800 años. Se derrumbó el pasado sábado ante el abandono de las autoridades municipales, el castigo de la intemperie, la mano delincuente de loteadores le asestaron duros golpes hasta debilitarla. Su valor es incalculable como su reparación casi imposible. Ninguna institución asume responsabilidad.
Emplazada en la meseta de Chijipata, arriba de Kelllumani, pasando el último puente de Achumani en la zona sur de la Sede de Gobierno y con barranco hacia el río Umapalca, la torre funeraria, o lo que queda hoy de ella, fue declarada en 2016 patrimonio arqueológico, histórico y cultural del municipio paceño, después de alertarse en 2015 sobre su abandono a poco más de 15 años de su descubrimiento por parte de la arqueología local.
En 2008 tres de sus hermanas fueron arrasadas por las topadoras de los loteadores y comerciantes de tierras comunales, junto a otras cuatro cistas, o entierros subterráneos. La subsistente y que pervivió hasta hace un par de semanas, tenía una planta cuadrangular de 4.27 por 3.35 metros y altura de 2.17, con puerta de forma ojival y dintel de piedra laja (0.90 por 1.09), reportó en 2008 el arqueólogo Carlos Lemuz.
Data del año 1200 y se remonta al periodo de los señoríos aymaras, y en este caso al de Pacajes que por entonces controlaba Chuquiabo (Nuestra Señora de La Paz, a partir de la conquista hispana) y sus alrededores. Es posterior a Tiwanaku y anterior al imperio inca, apunta el periodista Rolando Carvajal en el portal Bolpress.
La erosión había deteriorado la parte norte de la estructura, cuya planta original pudo haber tenido cerca de 5 metros en sus caras este y oeste y 4 en sus caras norte y sur; su altura probablemente superaba los 4 metros. Sin embargo, tres últimos sucesos quebraron para siempre la sobrevivencia de esta ancestral torre funeraria.
Aún después del informe sobre la destrucción de la chullpa al municipio pasadas las 21.00 del sábado 3, merodea ahora el temor de que, en tanto las cuadrillas municipales lleguen tarde o no lo hagan, la ignorancia humana transformada en maldad termine acaso su obra de derruir por completo el monumento más antiguo de la ciudad, que las autoridades locales, regionales y nacionales no supieron conservar.
Hace tres meses, más o menos, un vehículo que ingreso al sitio destrozó su portal, al comenzar febrero le cayó un rayo y hace dos semanas se derrumbó la mitad, relata el joven Cornelio (22), un testigo-‘cuidador’ del lugar, que, dice, informó del daño al dueño del predio, Reynaldo Coloma, y a la Policía de Achumani.
Lo más penoso es que le dieron donde más duele: en la entrada casi milenaria orientada al nacimiento del sol, quizá el punto más vulnerable, aunque los últimos años presentaba un boquete de medio metro en la cúpula, de tantas décadas de sufrir granizadas, lluvias y ventoleras.
Junto con la promulgación de la ley declaratoria de 2016, se anunció que la Secretaría Municipal de Culturas elaboró un “proyecto de restauración, recuperación y puesta en valor del patrimonio histórico cultural, área arqueológica Chijipata y tenía planificado realizar medidas de mitigación inmediatas ya que la torre funeraria se encuentra a la intemperie y expuesta a factores de deterioro”.
La monumental tumba aymara que se mantuvo en pie y casi intacta ocho siglos y era la reliquia mayor de la ciudad de La Paz afrontó sola la adversidad hasta donde pudo aguardando el salvataje de los funcionarios ediles que nunca llegaron.
Algunos meses antes de la temporada de lluvias 2017 que comenzó en noviembre pasado, en el Concejo Municipal se supo que la falta de dinero impedía el cumplimiento del proyecto de recuperación, pese a que la ejecución presupuestaria no alcanzó el cien por ciento y sobraron recursos que no fueron gastados del todo tanto en 2016 como en 2017.
Ahora será oportuno que se lleven todo lo que queda de la chullpa, afirmó el sábado Reynaldo Coloma, el dueño del predio donde está la mayor parte del imaginario perímetro arqueológico, quien llegó minutos después de que un historiador y un cineasta boliviano residente en Suecia, Jaime Villanueva, registraran en cámaras la desgracia, cuando su objetivo era fotografiar de pie la torre funeraria.
“Ahora podré construir en mi terreno. O darle un espacio a mi hijo para que también pueda construir”, dijo Coloma, patrón del cuidador Cornelio y vecino de Justo Casillo, que, afirmó, era su antiguo jardinero, de quien compró el predio hace 20 años en 16 mil dólares.
Entre 2008 los esposos Coloma-Varela, junto a Juana Huanta y Santusa de Choque enfrentaron un proceso técnico administrativo interpuesto por la Unidad de Fiscalización de la Subalcaldía Zona Sur (casos 106/2008 y 417/2008) a consecuencia de movimientos de tierras y construcciones que afectaron al patrimonio arqueológico.
En 2010 el caso signado con el número 1147/08 de acción penal fue cerrado con un acuerdo transaccional entre los denunciados y el municipio. De hecho, el Gobierno Municipal de La Paz se resignó a cobrar 16.800 bolivianos, en 59 y 132 cuotas mensuales, a cinco y 11 once años plazo, según consta en las últimas páginas del legajo que contiene los antecedentes para la ley de declaratoria de la última chullpa como patrimonio a recuperar y valorar; y que al final, no parece haber servido para nada.
Al menos de esta torre funeraria ya no queda mucho por preservar o difundir.