Cuba: Miguel Díaz-Canel, es el discípulo predilecto y sucesor de Raúl Castro

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Foto: AFP

Para algunos es un reformista a la espera de su oportunidad para hacer los cambios que necesita la Revolución de Cuba.

Para otros, un burócrata gris elegido a dedo para mantener a flote el retrógrado sistema político de la isla.

¿Quién es realmente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el hombre nominado para suceder a Raúl Castro en la jefatura del Estado cubano?

“Es una gran pregunta cuya respuesta solo dará el tiempo”, responde en conversación con BBC Mundo el exembajador cubano Carlos Alzugaray.

Díaz-Canel, quien celebra su 58 cumpleaños este 20 de abril, debe asumir este jueves la responsabilidad de guiar al país en circunstancias inéditas.

Por primera vez en seis décadas no habrá un Castro en el poder.

La generación que protagonizó la insurrección contra Batista inicia su retirada y cede la posta a una menos avejentada de la que él es el máximo exponente.

Los círculos políticos e intelectuales en el país se debaten entre quienes piden más reformas económicas y más apertura al exterior, y quienes abogan por mantener el control de la economía y la opinión pública para asegurar la estabilidad política.

Con cuál de estas visiones se alinea este hombre corpulento, canoso y de ojos azules es la incógnita que todos quieren despejar.

Su mirada vidriosa y su voz áspera, que le llega a los cubanos cada vez más a menudo a través de los noticieros oficiales, es de las pocas certezas que sobre él tienen los habitantes de la isla.

Raíces en Villa Clara

Descendiente de inmigrantes asturianos, casado en segundas nupcias con una profesora universitaria y padre de dos hijos de un matrimonio anterior, es oriundo de Placetas, en la provincia de Villa Clara.

Fue en esa provincia central donde forjó la mayor parte del crédito político que ha terminado por auparle a lo más alto de un extenso entramado estatal que ha recorrido casi en su totalidad desde su juventud.

Completados sus estudios en la Universidad de Las Villas y el servicio militar obligatorio, se incorporó como profesor a esa misma Universidad en 1985.

En 1987 se convirtió en dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas y daba el primer paso de su incipiente carrera política.

Fue entonces cuando el Departamento de Organización y Cuadros del Partido Comunista se fijó en este joven que admiraba a los Beatles pero se adscribía sin fisuras a la causa socialista.

Compañeros de aquellos años recuerdan el aprecio que le mostraban sus subordinados en las caminatas por el campo que se organizaban como parte del trabajo de adoctrinamiento de la juventud.

Díaz-Canel era un leal seguidor de la ortodoxia socialista y, sin embargo, no mostraba el talante autoritario al que estaban habituados.

Fue luego enviado en misión internacionalista a Nicaragua, por donde pasaron militares, médicos y otros profesionales cubanos desplazados por el gobierno en apoyo a la causa sandinista.

“Allí organizaba los comités de base de los jóvenes comunistas e hizo el trabajo político-ideológico que buscaba reforzar las posiciones afines al gobierno cubano y el sandinismo”, recuerda Arturo López Levy, politólogo de la Universidad de Texas.

De vuelta en Cuba, se convirtió en 1993 en primer Secretario del Partido Comunista en su provincia natal.

Máximo responsable provincial en los duros años del Periodo Especial, cuando la caída de la URSS hizo desplomarse a la economía cubana, se ganó fama de gestor comprometido y dirigente más tolerante de lo acostumbrado.

Progresista

El también villaclareño Harold Cárdenas Lema, autor del blog “socialista y revolucionario” La Joven Cuba, rememora en conversación con BBC Mundo sus “políticas sociales progresistas, que lo hacían muy diferente de las de otros”.

Otros lugareños recuerdan su celo en la persecución del mercado negro, al que muchos en la planificada economía de Cuba acuden en busca de los productos que escasean en el circuito comercial legal.

Uno de los hitos que más mencionan quienes, como Alzugaray, lo creen un hombre “moderno”, fue su defensa del club El Mejunje, un local frecuentado por los miembros de la comunidad LGTB que escandalizaba a los sectores más intransigentes del oficialismo por los espectáculos con travestis y otras actividades que allí se organizaban.

Su fundador, el artista Ramón Silverio, recuerda cómo Díaz-Canel solía llevar a sus dos hijos pequeños a las actividades infantiles del club.

López Levy coincidió con él en su época de responsable ideológico juvenil.

Evoca a un político distinto.

“Ejerció en Santa Clara un liderazgo bastante raro para la época, andaba en bicicleta y en pantalones cortos por las calles”, le cuenta a BBC Mundo.

“En una época de escasez se había construido una imagen de modestia, de cercanía a la gente. Fue una jugada política muy inteligente”.

Pero, además de sus maneras desenfadadas, lo distinguía su capacidad de organización.

“Es un ingeniero que piensa en términos de eficiencia, preguntándose qué sistema dará los mejores resultados”.

Racionalista y metódico, se fue erigiendo en una especie de alto funcionario ejemplar bien considerado por sus superiores.

Fidel Castro, impresionado

López Levy cuenta que “impresionó a Fidel Castro porque fue capaz de organizar en pocas horas una gran movilización” con motivo de una visita del histórico dirigente a la provincia.

En 2003, al mismo tiempo que se le asignó dirigir a la provincia de Holguín, Raúl Castro promovió su candidatura al Buró Político del Partido Comunista.

Había nacido entre ambos una relación “de maestro y discípulo predilecto”, como la describe Alzugaray, que se ha mantenido desde entonces.

Díaz-Canel entraba así en el núcleo duro del poder estatal en Cuba y en 2009 se le nombró ministro de Educación Superior.

Fiel a su proceder meticuloso, al poco de tomar posesión, organizó una serie de reuniones con cuadros estudiantiles para conocer la situación de su nueva área de responsabilidad.

Luis Carlos Battista era uno entre la quincena de jóvenes que se reunía con el nuevo ministro en la Universidad de la Habana.

“Recuerdo a un hombre serio, pero no frío, que estaba al tanto de lo que ocurría en las universidades extranjeras”, le dice a BBC Mundo.

Mostraba especial interés por “las condiciones materiales y el trabajo político-ideológico”.

Harold Cárdenas también tomó parte en esos encuentros y notó algo que cree que puede ser un problema.

“Díaz-Canel pertenece a la generación de mis padres, que creció bloqueada por Estados Unidos y tiene una actitud negativa hacia ese país”.

En 2013, al ser nombrado primer Vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros, se convirtió en el sucesor “in pectore” de Raúl Castro.

Este elogió de él que “no era un advenedizo” y su “firmeza ideológica”.

“Distanciarse de Raúl Castro le hubiera puesto en riesgo”, explica López Levy. Desde entonces ha evitado impulsar una agenda propia y ha mantenido un perfil bajo que dificulta pronosticar cuál será su política.

Cautela

Puede que Díaz-Canel aprendiera la lección de Carlos Lage, Roberto Robaina o Felipe Pérez-Roque, otros dirigentes defenestrados inesperadamente por tomar iniciativas que los Castro vieron como desleales.

La cautela, casi timidez, que lo caracteriza según quienes lo han tratado quizá lo ayudaron a sobrevivir en la cúpula.

Un veterano periodista cubano que prefiere no dar su nombre afirma que “lo único que ha podido hacer hasta ahora es lo mismo que todos los demás, obedecer”.

Alejándose del perfil aperturista que dibujó en su etapa de dirigente provincial, en sus últimas declaraciones ha subrayado su total adscripción a los postulados clásicos del comunismo en Cuba y prometido persistir en “la marcha triunfante de la Revolución”.

“En los últimos tiempos muestra una dureza ideológica algo preocupante”, señala Alzugaray.

Para Antonio Rodiles, activista anticastrista, Díaz-Canel “es una persona gris y apagada que repite como un robot lo que se ha repetido en Cuba en los últimos 60 años”.

Según él, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y la reducción en el número de gobiernos en manos de la izquierda en Latinoamérica, el gobierno cubano se siente “arrinconado” y solo se plantea “resistir”.

Rafael Rojas, del Centro de Investigación y Docencia Económica de Ciudad de México, lo achaca a que, sin ser un Castro, “el continuismo es la garantía de su legitimidad”.

Este experto cree que, en sus primeros años al menos, Díaz-Canel cumplirá sus promesas de “continuidad”.

En un video filtrado hace algunos meses cargaba contra algunos medios cubanos, acusándolos de practicar “estereotipos probados de guerra cultural”, lo que desalentó a quienes esperan que sea el gobernante que pilote los cambios que muchos demandan en el país.

Algunos observadores han visto en la filtración un intento de desprestigiarlo por parte de sus propios compañeros de filas.

Más que en sus palabras, algunos prefieren fijarse en sus gestos.

Díaz-Canel acostumbra a acudir a sus reuniones con una tableta y se deja ver en público con su mujer, algo inusual entre la vieja dirigencia cubana, reacia a las nuevas tecnologías y a la exposición pública de su vida privada.

López Levy cree que él, en realidad, es partidario de “aplicar con más premura” las reformas ya aprobadas y que “se le está subestimando al presentarlo como alguien en manos del sector más reaccionario”.

Para muchos en Cuba y entre la numerosa colonia cubana en el exterior, esos cambios no solo son necesarios sino insuficientes.

Díaz-Canel tendrá que pilotar la nave entre presiones contradictorias.

La capacidad de trabajar en equipo que se le reconoce deberá ser uno de los recursos que explote.

Porque, como dice Alzugaray, “a Fidel se le perdonaba todo, a Raúl casi todo, pero a él no se le va a perdonar tanto”.