Idiotas de nuevo
Escribo sobre esto porque un amigo me invite a escuchar la conferencia que está dictando el conocido analista profesor de la prestigiosa Universidad de Harvard, Jeffry Sachs. Justo estos días cuando la locura de fútbol y la posibilidad de ganar la apuesta en el equipo familiar de quién será el nuevo campeón de este deporte tan popular me ocupa la mente y todas mis ambiciones.
Mi amigo, se olvido que tengo TV y en este aparato puedo ver y oir todo lo que CNN y otros dicen para informarnos y sobre todas las cosas importantes que afectan nuestras vidas en cada instante. Prefiero concentrarme en los quehaceres relacionados al Mundial de Rusia, digo. Debemos estar atentos al trabajo de los arbitros. Este VAR nos trajo tantas dudas. Nada de Sachs y su retórica que en las últimas décadas utiliza para lavar su viejo gran pecado; aquel rol que jugó de analista a la perfección en el proceso del robo bestial, división y destrucción implacable de la Rusia de aquel entonces, la de Boris Yeltsin.
Ahora no tengo ni interés ni tiempo para registrar ni una sola palabra de la cacofonía unisona que la elite que rodea el centro de mando en Washington repite disgustada por su error. Ya van dos años que los medios del Imperio de Norte tratan de convencernos que su presidente es un idiota. Los mismos que con tanto esfuerzo, hace tan corto tiempo, nos querían convencer que en las elecciones presidenciales las iba a ganar la señora Clinton.
Prefiero ver fútbol, repito. Un penal es un penal. Simple. No fue así en el caso del arbitro alemán Brih. Solo él sabrá por qué se hizo de la vista gorda cuando dos jugadores de la selección suiza cometieron falta contra un jugador serbio en el partido decisivo para seguir en el campeonato. Una falta que merecía penal a favor de las águilas de Serbia.
Hubo una discusion sobre los simbolismos nacionalistas; tema político de un Estado ilegal y esta águila noble; cómo funcionó el lobby albanés, si es que hubo tal, en este vaiven deportivo, posiblemente nunca llegamos a saber. La verdad es que la selección Suiza se fue a casa después de ser derrotada por Suecia. El juez Brih tuvo que terminar su trabajo en este mundial y regresar a casa. No hay mucha información de cómo lo recibieron sus compatriotas que tienen ya bastantes dolores de cabeza después de que su ministro de Gobierno, Helmut Zehofer, hijo de camionero, dos veces divorsiado y sin título de bachiller (católico practicante, líder del Partido Democrata Cristiano Conservador) casi provoca la caída del Gobierno y causó caos en Alemania justo en el momento cuando el presidente de los Estados Unidos Donald Trump, trabaja con toda su energía para destruir la Unión Europea y Moscú y Ankara apuntan con ímpetu en la misma dirección.
Zehofer no la quiere a la señora Merkel porque la presidenta de Alemanía le hace recuerdo cada día que se puede hacer politica con éxito sin ser cínico. En cuanto al arbitro alemán Brih y su equipo de colaboradores, ellos eligieron evitar el lio con los lobistas de la sospechosa. Mejor pasar una vergüenza profesional que temer por su integridad. De todas maneras, Trump, al menos ha demostrado que puede hablar con cualquiera. Hasta con Kim Jong-un.
Lo único divertido de todo resulta la opción de ganar la apuesta familiar para sonreir sin peligro de ser etiquetado de idiota.