La experiencia de un vicepresidente en la cárcel

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Amado Boudou, vice de la expresidenta argentina Cristina Fernández logró su libertad a pesar de estar condenado a cinco años y 10 meses de prisión por realizar maniobras para apropiarse de Ciccone Calcográfica (la empresa que fabricó billetes) y volvió a vivir (tobillera electrónica mediante) a su departamento del barrio porteño de Barracas.

Apenas un par de horas después, comenzó una gira mediática, contradiciendo a algunos de sus compañeros que le recomendaban que se lo tome con calma. No había tiempo que perder. Y en una de esas entrevistas, confesó cuáles eran sus miedos en prisión.

“Hay dos momentos que siempre me parecían difíciles enfrentar: cuando te ponen las esposas y cuando te cierran la celda”, dijo el ex vicepresidente. Y completó: “Pero ya los veía difíciles mucho antes de pensar que podía ir preso, en las películas”. Finalmente sus temores se hicieron realidad. En noviembre del 2017, cuando lo procesaron con prisión preventiva (fue liberado a los 70 días). Salió y volvió a quedar detenido en agosto del 2018, tras ser condenado. Cuatro meses después consiguió su libertad.

Pero Boudou contó su ingrata experiencia en la minúscula celda del módulo 1 de la penitenciaría de Ezeiza que habitó, en total, por más de medio año. “Una cosa que uno piensa en una celda es que a las 12 de la noche se cierra la puerta, hasta las 8 de la mañana. Son ocho horas que si te pasa algo, te pasó”, aseguró.

Y por último relató el duro momento en el que era llevado a declarar: “El momento en que no podés mover las manos (por las esposas) es difícil. Incluso en los traslados, cuando vas en el camioncito del penal al tribunal no sólo vas esposado sino que también encadenado al piso, a una barra”, contó. Y agregó: “Yo le decía a uno de los jueces, miren si hay un accidente, un choque o un vuelco, de mí no aparece ni un brazo”.