El genial físico que presentó los misterios de la ciencia a millones de lectores y que desarrollo estudios pioneros sobre el universo, murió el 14 de marzo a los 76 años en su residencia en Cambridge, Gran Bretaña. Hawking sufría desde los 21 años de una enfermedad degenerativa llamada esclerose lateral amiotrófica (ELA), que paralizó sus movimientos y hasta su voz, confinándolo en una silla de ruedas.
La enorme contribución de Hawking para a la ciencia llegó en dos frentes. La primera, el haber acercado al público a la cosmología con libros que explicaban el fascinante mundo de la astrofísica a través de un lenguaje y de apelo al pop como El Gran Proyecto (2010), El Universo en una Cáscara de Nuez (2001) y, principalmente, Una Breve Historia del Tiempo (1988), best-seller que vendió más de 10 millones de copias. Y su contribución académica, sobre gravedad, teoría cuántica, relatividad y sobre todo, los agujeros negros.
Encantado por los misterios del universo, el propio Hawking era un misterio para la medicina. Los médicos le habían dado pocos años de vida después de haber diagnosticado su enfermedad. Cuando alcanzó el estrellato después de la publicación del libro Una Breve Historia del Tiempo, ya no podía hablar. Su voz se haría mundialmente conocida, por su tono metálico a través del sintetizador usado para leer lo que digitaba.
El mismo atribuía su notoriedad a esa condición. “Las personas quedan fascinadas por el contraste entre mis capacidades físicas extremamente limitadas y la inmensidad del universo del que trato”, lo decía con humor. Hawking sabia – y aparentemente le gustaba – ser visto como una celebridad de la cultura pop. Participó en series como Los Simpsons, Futurama, Star Trek y Big Bang Theory, tema de un film de Hollywood. Además le encantaba hacer declaraciones controversiales como cuando afirmó que “Dios no tiene lugar en las teorías de la creación del universo”.