Un rasgo algo similar entre los dos jefes políticos es haber decidido saltar del barco a la candidatura presidencial de las elecciones que se celebrarán en octubre. Los antecedentes previos parecerían definirlo todo. Al no haberse logrado la postulación de una fórmula única que garantice la unidad, ambos emprendieron el camino de la retirada. ¿Cálculo o casualidad? Los consultados indican que el hecho de haber arado banderas los deja mejor perfilados para suceder a Evo en 2025. Su decisión debe ser interpretada en la incertidumbre del resultado de las candidaturas de la oposición en las elecciones venideras.
Otro factor apuntado por los analistas es que no han caído en la simpleza inmediatista de dejarse tentar por curules para sus bancadas o en acuerdos de gobernabilidad que se apuntan como probables tras el resultado poselectoral. En ese escenario Samuel y Tuto o viceversa, apuntan fichas más allá del 2019. Por separado, retratamos un perfil de ambos líderes políticos.
Samuel, sin contemplación
Samuel Doria Medina, ´empresario: frio y calculador´. Por fin se dirán quienes jamás apostaron por él como un proyecto político; decidió un giro y saltar a un costado cuando la unidad de la oposición, única opción entre las posibilidades de pelear a Evo, hacía aguas por todos lados. Samuel mantuvo una escala de valores de altas expectativas que se fueron desmoronando a medida que los resultados de una avizorada unidad no conseguían colocarlo en el firmamento estelar reservado a los líderes con estrella. Samuel se cansó o lo cansaron. La capacidad de resistencia del jefe de Unidad Nacional apagó el día que su nombre no encandilaba para conquistar el espacio merecido. Incluso dentro del entorno, muchos de sus seguidores reaccionaron con sorpresa cuando de forma inesperada levantó el telón para anunciar lo que nadie se había atrevido a pensar que sucediera. ¿Será qué Samuel quiere volver de aquí a cinco años cuando el escenario este menos congestionado? ¿Cuándo haya desaparecido el factor Evo? El peso de su decisión de salir del juego electoral generó consternación. Los demócratas no se bancaron el guante; salieron para denunciar su falta de lealtad. Decidió retirarse al menos por ahora de los lazos que lo mantenían conectado a una especie de respirador artificial en el que se le abreviaban sus días; al lado de personalidades que no llegarán lejos en una disputa electoral que parece mostrar a escondidas fichas ya cargadas. ¿Valía la pena interpelar su rol en esas condiciones? La respuesta es un doble no.
Samuel Doria Medina escapó de la sala de cuidados intensivos antes de ingresar a una disputa que lo debilita innecesariamente. Jugó con habilidad, descolocó con cuidado e indispuso a los encendidos que contaban con él en la campaña. Una pregunta quedó colgando en el aire: ¿Cómo sopesar esta escena en la que aparece lejos? La instantánea es una imagen mediática, apoyado en el andamiaje de los factores opuestos, o sea, descolocar antes que servir desde un lugar inservible la nominación de una muerte anunciada.
Falta saber si su empeño de desaparecer de la disputa será un largo aliento; si ha decidido invernar, esto es, alejarse verdaderamente, volcando la mirada a un nuevo horizonte. Esto implica que Samuel por más que haya expresado algo de contemplación hacía el resto, de unirse al que consiga peldaños altos en la pelea electoral, no impide que decida alejarse del ruedo para renacer, que buena falta le hace a quien desgastado miraba cómo una vez más quedaría al margen de los lugares de privilegio en la política boliviana. Era mejor esperar que las fuerzas del tiempo acaben acorralando al ganador de una batalla cantada.
Jorge ´Tuto´ Quiroga
Más modesto Tuto ha desaparecido también de escena, cuidando de no alejarse demasiado. Un rol moderadamente inteligente. Aparece de vez en cuando con las ventajas ostensibles de haber sustituido al general, no importa el tiempo, lo importante sí la envergadura de haber ocupado el puesto de mando en un transición accidentada. Este papel le otorga derechos adquiridos. Su análisis de la realidad en el concierto de su propio relato pretende la altura de un estadista. Ha preferido alejarse de una disputa desigual para opinar abiertamente analizando el estado de cosas desquiciantes que suceden en Venezuela, por poner un ejemplo; o tocando las fibras medulares del caso Ortega, en Nicaragua. Tuto se oxigena en las temperaturas caribeñas más a su estilo. Su pelea trata de alcanzar la órbita de una dimensión sin fronteras, peleando a brazo torcido con los organismos de corte internacional donde se aferra para denunciar la ilegalidad de los gobiernos de izquierda.
La falta de unidad de los opositores, chupa al centro de la tierra en Bolivia, a los que acaban de darse cuenta que pelear es sinónimo de derrota. Tuto dejó todo. Dejó en la orfandad a sus equipos prestados de uno y otro lugar. Se abocó a descargar con premeditada simpleza sus armas afuera; el acto de descomposición de una avanzada cuando el general se erigió en demócrata rematado. Tuto ejerce nuevamente y como siempre el “me voy o me quedo”. En esta conyuntura prefirió el “me voy”, disputando algunos espacios permitidos. Festejó cuando sus detractores levantaron las banderas del adenismo anunciando un retorno que más suena a locura y a capricho.
A Tuto no le favorecía una permanencia mingue en el statu quo de la generación de los nuevos liderazgos para el 2025. Le decía mucho en el subconsciente el hecho de ver florecer la tricolor blanca, rojo y negra en manos de los que no lo quieren. ¿Será que la imposible unidad entre todos para enfrentar al MAS opacó su imagen pública? o es que desde las sombras busca acomodos en los siguientes años; un eslabón para actuar en el futuro. Un papel difícil de jugar. Tuto lo ha perdido todo, al menos en los próximos ocho meses. Más adelante se verá si el “me voy o me quedo”, juega la última palabra.