La antítesis de Bolsonaro: una pareja homosexual irrita a la extrema derecha de Brasil
Los votos se habían contado y el cielo carioca crepitaba con fuegos artificiales mientras los simpatizantes del populista de extrema derecha Jair Bolsonaro celebraban su elección como presidente de Brasil.
Sin embargo, no todos estaban felices. David Miranda, miembro socialista del concejo de Río de Janeiro que había postulado para ser miembro del congreso, sacó una botella esa noche de octubre para lamentar su derrota electoral. Glenn Greenwald, su esposo, un vehemente periodista estadounidense, tomó un Xanax. A esta pareja homosexual e interracial le parecía que la era política que iniciaba era como una patada en el hígado.
“Somos la antítesis de Bolsonaro”, dijo Miranda en una entrevista. “Somos todo lo que odian”.
Desde entonces, ambos hombres se encuentran en las líneas de combate de la división política cada vez más amarga del país. En junio, la organización noticiosa de Greenwald publicó informes que indicaban que el principal oponente de Bolsonaro en la contienda fue encarcelado de manera indebida tan solo seis meses antes de la elección, lo cual planteó serias preguntas sobre la legitimidad de la victoria de Bolsonaro y puso en tela de juicio la entereza de las instituciones democráticas de Brasil.
Ahora, Greenwald y Miranda -que terminó por obtener una curul en el congreso- están siendo atacados por Bolsonaro y sus aliados. Han enfrentado amenazas de muerte y, según un sitio web brasileño conservador, la policía federal investiga las finanzas de Greenwald. Los funcionarios del gobierno no han confirmado ni negado el informe, pero la insinuación de que Greenwald es blanco del Estado debido a sus informes noticiosos ha detonado protestas en torno a la libertad de prensa en Brasil.
Greenwald -uno de los dos periodistas que obtuvieron y divulgaron en 2013 una serie de documentos de inteligencia secretos filtrados por Edward Snowden, el informante de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos- dijo que dudaba que algún día pudiera dar a conocer una noticia más trascendental. Las revelaciones de Snowden iniciaron un debate global acerca de la vigilancia del gobierno y la privacidad.
No obstante, la apuesta de esta revelación en Brasil parece más alta en algunos aspectos, comentó.
La información publicada por The Intercept Brasil, una organización noticiosa cofundada por Greenwald, puso en duda la integridad de una amplia investigación sobre corrupción en la que se vieron involucrados algunos de los personajes más poderosos de la élite política y comercial de Brasil en los últimos cinco años; muchos de ellos terminaron en prisión.
Entre ellos se encontraba el expresidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva, a quien encarcelaron y evitaron que participara en una contienda presidencial en la que tenía una gran ventaja respecto de Bolsonaro.
El hombre que presidía esa investigación, el juez federal Sérgio Moro, se convirtió en una suerte de héroe del pueblo para muchos brasileños hartos de la corrupción y la violencia. Moro, más tarde nominado por Bolsonaro para ser ministro de Justicia, se convirtió en uno de los miembros más populares de su gabinete, lo cual brindó legitimidad a la promesa del presidente de solucionar la delincuencia descontrolada y tomar medidas severas contra la corrupción.
Sin embargo, un archivo masivo de conversaciones privadas entre miembros del sistema judicial involucrados en la extensa investigación sobre corrupción, obtenido por The Intercept Brasil de manos de una fuente que no reveló, contiene comunicaciones en las que Moro parece cruzar límites éticos y legales en su gestión del caso de Da Silva.
Los intercambios muestran que Moro proporcionó asesoría estratégica a los fiscales y les facilitó una pista de investigación. Según la ley brasileña, los jueces deben ser árbitros imparciales. Moro ha negado cualquier acto indebido.
“Soy un gran defensor de la libertad de prensa, pero esta campaña en contra de la operación Lava Jato y a favor de la corrupción raya en lo ridículo”, comentó Moro mediante un comunicado, refiriéndose al nombre de ese escándalo de corrupción.
El flujo constante de artículos de The Intercept Brasil ha provocado que la gente haga llamados a favor de la renuncia de Moro y ha hecho que Greenwald, de 52 años, sea el principal receptor de los elogios y la furia de quienes se encuentran en los dos extremos de la división política de Brasil.
El escándalo también se ha convertido en la primera prueba de resistencia para las instituciones democráticas de Brasil bajo el liderazgo de un presidente que ha pasado gran parte de su carrera política hablando mal de la democracia y alabando el periodo de veintiún años de la dictadura militar en Brasil que terminó en 1985, comentó Greenwald.
“Hay una gran pregunta acerca de qué tipo de país será Brasil”, dijo Greenwald durante una entrevista reciente en su casa muy bien vigilada en Río de Janeiro. “¿Será un país con instituciones democráticas funcionales o se convertirá en el Estado represor que Bolsonaro anhela y desea?”.
Greenwald quizá no se habría involucrado tanto en el futuro de Brasil si no fuera por un día de febrero de 2005 en el que estaba solo, sentado en una playa de Ipanema, sanando un corazón roto, y un joven accidentalmente tiró su trago con un balón.
Miranda, que entonces tenía 19 años, se disculpó mucho con un inglés deficiente. Greenwald, que tenía 37 años, aceptó sus disculpas y le pidió al joven brasileño que saliera con él a cenar. Tres días después, básicamente se habían mudado juntos, a pesar de la consternación de los amigos de ambos, quienes no veían más que señales de alerta conforme dos vidas radicalmente distintas comenzaban a fusionarse.
Greenwald tenía un bufete de abogados en Nueva York. Miranda, el hijo de una prostituta que murió cuando él tenía 5 años, había sido criado por una tía en Jacarezinho, una favela pobre en Río de Janeiro, y abandonó sus estudios a los 13 años.
“Yo jamás fui de los que se enamoran de alguien a primera vista”, dijo Greenwald. “Sin embargo, con la pasión, la intensidad de David, fuimos como dos asteroides que se estrellaron”.
Miranda pronto se inscribió a la universidad y Greenwald comenzó a escribir sobre la seguridad nacional y los asuntos legales en un blog llamado Unclaimed Territory. Entre sus muchos lectores leales se encontraba Snowden, que le entregó a Greenwald y a la creadora estadounidense de documentales Laura Poitras un enorme archivo de documentos secretos de inteligencia.
En agosto de 2013, cuando Miranda transportaba a Brasil un disco duro con los archivos de Snowden desde la casa de Poitras en Alemania, lo interrogaron por horas y amenazaron con arrestarlo durante una escala en Londres.
La experiencia provocó que Miranda, de 34 años, encabezara una campaña para hacer que el gobierno brasileño le ofreciera asilo a Snowden, un esfuerzo por el que comenzó a interesarse en contender como candidato a un cargo. Poco después, Greenwald comenzó a escribir sobre política brasileña. Ambos pronto se toparon con Bolsonaro, que representaba al estado de Río de Janeiro en el congreso.
En 2014, Greenwald decidió hacer un perfil sobre Bolsonaro en The Intercept Brasil, que entonces era un nuevo sitio de noticias en línea fundado por Pierre Omidyar, el multimillonario estadounidense que fundó eBay.
La misión de Miranda era entrevistar a Bolsonaro, capitán retirado del ejército que entonces era un representante casi sin poder, célebre por hacer comentarios incendiarios sobre las mujeres, las personas homosexuales y la gente de raza negra. El artículo fue publicado con el titular “El funcionario electo más misógino y detestable del mundo democrático: Jair Bolsonaro de Brasil”.
En 2017, cuando Bolsonaro se estaba preparando para la contienda presidencial, él y Greenwald intercambiaron insultos en Twitter. Después de que el periodista se refiriera a Bolsonaro como un “cretino fascista”, el político respondió con una referencia vulgar al sexo anal.
Miranda terminó por obtener una curul en el congreso en febrero, después de que un legislador homosexual de su partido al que le habían enviado amenazas de muerte se autoexilió. Poco después de que Miranda asumió el cargo, la representante Joice Hasselmann, una de los aliados más fervientes de Bolsonaro, comenzó a sugerir que había comprado su lugar en el congreso.
Esa afirmación es absurda, dijeron Miranda y Greenwald, pero la hizo justo cuando Miranda batallaba para adaptarse al congreso, donde la mayoría de los legisladores son blancos y provienen de familias privilegiadas. La primera vez que tomó el micrófono para hablar, le temblaban las manos, comentó.
“Sentía que no pertenecía a ese lugar”, comentó. “Todos los demás parecían saber qué estaban haciendo”.
Para abril, la soledad y el aislamiento que sentía en Brasilia provocaron que tuviera una crisis.
“No me siento bien”, le dijo Miranda a su terapeuta, quien le recetó antidepresivos. El legislador tomó dos semanas de descanso y se quedó en casa con los dos hijos que él y Greenwald adoptaron el año pasado.
Poco después de que Miranda regresó a la capital, la élite política se vio sacudida por la primera conversación filtrada de Lava Jato.
Las amenazas y las intimidaciones en contra de Miranda y Greenwald han provocado que la pareja se mantenga la mayor parte del tiempo encerrada en casa. Solo salen con guardias armados, duermen poco y ligeramente, y temen por la seguridad de sus hijos.
Sin embargo, ambos dijeron que no se arrepienten de la causa que adoptaron, pues comentaron que se trata de un momento decisivo para el Estado de derecho en Brasil.
“Esto puede terminar reforzando la democracia”, dijo Miranda. “Dependerá de cómo decidan actuar las instituciones”.