¿Cómo dar de comer a 10.000 millones de personas? Los alimentos modificados genéticamente se abren paso como solución

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Los alimentos modificados genéticamente serán claves para alimentar a los 10.000 millones de habitantes previstos para 2050 sobre la Tierra teniendo en cuenta el aumento de la temperatura global y los problemas crecientes de suministro de agua, según el último informe de World Resources Institute (WIR).

No solo los cultivos deberán ser más productivos, sino enfrentarse a los desafíos que plantea el cambio climático, como proliferación de plagas y períodos más amplios de sequía e inundaciones. La producción agrícola tendrá que ser más resistente para crecer en paralelo al crecimiento de la población mundial.

“Tenemos que aumentar el rendimiento de la agricultura, a una tasa aún más alta que la que hemos hecho históricamente”, comenta Tim Searchinger, autor principal del informe de WIR, a Bloomberg. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) define el incremento de la productividad agrícola entre 1960 y 1980 como la Revolución Verde. Pero esa época ya pasó en el siglo XXI, asegura el experto que achaca el declive a la caída del uso de fertilizantes y a la escasez de agua. “Los agricultores necesitan nuevas fórmulas para crecer de manera eficiente y sostenible”, afirma Searchinger que abre la puerta a la modificación genética para aumentar y mejorar la producción. El debate, actualmente, está centrado en el desarrollo genético del maíz y soja en EEUU. La soja transgénica ha permitido el uso de pesticida concreto en su cultivo. Pero el glifosato está en el centro de las críticas por sus posibles efectos secundarios. El informe señala que la aplicación de la modificación genética en maíz y soja no debe marcar el camino para aplicarlo en otros alimentos. Y recuerda que estos avances han permitido salvar a la papaya huawaina y a las patatas de Uganda de una plaga mortal.

El documento señala la necesidad de una mejora en la producción, a través de cuatro enfoques que requieren financiación pública. Primero, los ciclos de reproducción de los alimentos deben acelerarse. En segundo lugar, los agricultores deberían utilizar cada vez más la reproducción asistida por marcadores, una tecnología que les permite mapear el ADN de los cultivos reducir el número de ciclos de reproducción. En tercer lugar, la investigación debe ir más allá de cultivos del maíz, la soja y el trigo, y centrarse en los cereales como el sorgo, el mijo, los guisantes y la cebada, especialmente porque las regiones de África subsahariana dependen de ellos para su seguridad alimentaria. Finalmente, los investigadores deben la ingeniería genética para desarrollar una mayor capacidad de recuperación de los cultivos.

El informe de más de 500 páginas presenta un “menú para un futuro sostenible de alimentos” de 22 elementos que explora formas de reducir la demanda, aumentar la producción, restaurar bosques y humedales, aumentar el suministro de peces y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de la agricultura. Entre las medidas más destacadas se encuentra reducir el consumo de carne hasta en un 40% en los EEUU y mejorar el acceso de las mujeres africanas a la atención médica y la educación.

El reclamo a la inversión para la modificación genética tiene serios críticos que plantean limitaciones. “Es innecesario y demasiado costoso”, señalaba un informe en 2014 de la revista científica Nature, que destacaba que el cultivo convencional era más rápido que la ingeniería genética en el desarrollo de maíz resistente a la sequía. Otro informe de 2011 calculaba que una cosecha estándar necesitaría una inversión de 136 millones de dólares.

 

La bóveda del fin del mundo, el lugar más importante del planeta

El Banco Mundial de Semillas de Svalbard, comúnmente conocido como la bóveda del fin del mundo, es el almacén de semillas más grande del planeta cuyo objetivo es salvaguardar las semillas de las plantas que sirven de alimento para el ser humano.

Localizado en una isla remota del archipiélago noruego de Svalbard, a medio camino entre la punta más septentrional de Noruega y el Polo Norte; la conocida como la bóveda del fin del mundo es una obra de ingeniería resistente a terremotos, radiación, actividad volcánica y a la crecida del nivel del mar.

La instalación tiene capacidad para almacenar 4,5 millones de muestras de semillas, y cada una contiene 500 semillas guardadas herméticamente en una bolsa de aluminio. En la actualidad, hay más de 850.000 muestras de más de 60 instituciones y de casi todos los países del mundo.

Inaugurado en 2008, el Banco Mundial de Semillas de Svalbard está financiado y gestionado por el ministerio de Agricultura y la Alimentación de Noruega, el Global Crop Diversity Trust y el Banco Genético Nórdico. Además, un Consejo Asesor Internacional se encarga de supervisar el funcionamiento. Por todo ello, Noruega gasta 300.000 dólares anuales.

 

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